Bondye beni ou - Alfa y Omega

Haití. Ese país en el Caribe y que, sin embargo, no es destino turístico. Haití. Tierra de temblores, de muerte, violencia, carencia.

Haití. Démosle la vuelta. Hablemos de su gente, de su fuerza, de su esperanza, y de fe. Hablemos de que es posible levantarse, una y otra vez. Hablemos de que es Buena Noticia.

Déjame que te cuente desde este allí. Déjame que hoy te cuente de mis pacientes. Ellos, por quienes cada día vuelve el sentido.

Como en muchos otros lugares del mundo, el acceso a la atención sanitaria tampoco es universal aquí. Han de pagar por la consulta, los medicamentos, cualquier cura o intervención. A esta realidad se suma otra dificultad: el área en la que estamos es muy rural, son numerosos poblados extendidos por las montañas, muchos de ellos sin acceso posible. Yo formo parte de un equipo en el que, con una clínica móvil, intentamos dar atención sanitaria por estos lugares alejados. Visitamos 14 poblados, donde pasamos consulta, damos medicamentos e intentamos buscar solución para pacientes más graves en otras zonas del país. Soy una verdadera afortunada. Me conmueven las personas en los poblados, su modo de estar, pero especialmente las mayores. En muchos sitios nos las encontramos ya esperando cuando llegamos, en cuclillas, hablando y riéndose. Ataviadas con sus mejores ropas, agarradas al palo que los sostiene en su caminar. Algunas con los ojos ya cansados, otras encorvadas. Con esos zapatos que los acompañan desde hace tanto tiempo. Ahí están, pacientes, en todo su significado. Esperando el momento en el que poder hablarme de su dolor, ese que ya es compañero desde hace tantos años, pero que últimamente impide poder ir al campo para seguir sembrando lo que le dará para comer ese día —y seguramente también a otros que tiene a su cargo—. Me encanta cuando se ríen al escuchar que no les voy a poder curar, que el dolor es por los años, y que no puedo hacer que vuelvan a ser jóvenes. Sus manos desgastadas, la mirada vidriosa, los huecos en las encías… que se dejan ver en la sonrisa que se llevan al marcharse con su analgésicos en un sobrecito. Hasta el mes que viene, en el que volverán con la misma vestimenta, a contarme del mismo dolor, pero con la confianza de que existe alivio.

«Bondye beni ou», que el Buen Dios —pues aquí se le llama así— te bendiga. Y yo que me llevo su buen-decir en el alma.