Hace unos días volví a ver en esos reels fantásticos que, de cuando en cuando, el algoritmo te trae a la pantalla entre trivialidades, a dos de esos dos actores gloriosos del viejo Hollywood, Peter O’Toole y Richard Harris, que, poblados de canas y con algunos grados de alcohol de sobra en sus venas, cantaban tras un partido de rugby y como dos buenos irlandeses esa nostálgica canción, popularizada por The Dubliners, llamada Carrickfergus. Entonces recordé que en estos suspiros seriéfilos no podía dejar de proponerles ver Boardwalk Empire, con producción scorsesiana y disponible en Movistar+ y MAX.
Boardwalk Empire, ambientada en la ciudad de Atlantic City (Nueva Jersey) durante el periodo de la ley seca en los años 20 del siglo XX, es sobre todo la historia de su protagonista, el tesorero del condado, Enoch Nucky Thompson —encarnado por un excepcional Steve Buscemi—, quien, rodeado de un montón de matones, corruptos y maleantes de altos y bajos vuelos, se llena los bolsillos con todo lo que puede estar mal en el mundo pero puede darle algún tipo de lucro al mafioso. Con 56 episodios en su haber y distribuidos en cinco temporadas, Boardwalk Empire es una auténtica obra de teatro gracias a su dirección artística y de actores, a la fotografía y a, especialmente, la música elegida. En su banda sonora se encuentra el famoso tema que cantaban, como arriba refería, aquellos dos famosos actores: Carrickfergus.
Boardwalk Empire centra su objetivo en los gánsteres irlandeses con todo lujo de detalle; los leprechaun (esos duendes verdes), el oro y la celebración del día de san Patricio. Unos irlandeses que, aunque no sé cómo se dirá en gaélico, padecen de una especie de morriña gallega o saudade portuguesa, que la serie transmite muy bien, casi a la altura de un Ford en Qué verde era mi valle o El hombre tranquilo por la isla de Éire, como ellos llaman a su tierra. Esos lejanos días de la infancia que traen tristes reflexiones, que dice la canción.