No voy a contar la trama ni el argumento del libro; sí a decir por qué vale la pena leerlo. Esta novela está escrita como una orden disparada sobre el lector, una sugerencia al observador y un criterio para vivir. La autora, ayudándose de Amelia, nos propone una trabajadísima y emocionante sucesión de realidades y de ocultaciones acerca de los qués y de los porqués de la España que avanzaba hacia la Transición. La novela trata de la posición de cualquier persona ante la ilusión de la realidad y de la precisión del individuo frente a lo sesgado de las realidades: las personas son siempre certidumbres. ¿Novela? Parece filosofía. Cristina es cristiana, es culta y trabaja sus personajes desde una óptica trascendente. A partir de ahí, Los días modernos se convierte en un juego de desidentidades.
El libro debería venir con una indicación: no hablar, no comer, no dormir y tranquilizarse durante unas 24 horas seguidas. La simplicidad de las ilusiones no es más que una perfecta coartada para justificar la valentía de los actos nobles. La valentía del amor no tiene mérito, es automática y perpetua. El coraje de luchar por la vida que se quiere manifestar, y de pulir paradójicamente lo que tratamos de hacer desaparecer, nos entrega a la necesidad de aceptar que no recordamos más que aquello que queremos recordar, no olvidamos más que aquello que queremos olvidar; sabemos que la memoria es un recurso y que el olvido es una decisión, aunque el recuerdo sea un procedimiento.
Cristina López Schlichting
Plaza y Janés
2017