Bienaventurado el vientre que te llevó - Alfa y Omega

Bienaventurado el vientre que te llevó

Jueves de la 27ª semana del tiempo ordinario. Nuestra Señora del Pilar / Lucas 11, 27-28

Carlos Pérez Laporta
Ilustración: Freepik.

Evangelio: Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantando la voz, le dijo:

«Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él dijo:

«Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Comentario

No sabemos quién era esa «mujer de entre el gentío», porque Lucas no nos ofrece mucha información. La única manera de aproximarnos a los sentimientos que le llevaron a lanzar aquel grito es la frase que exclama: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Está hablando de una alegría carnal, en el sentido de una alegría que se expresa en partes del cuerpo de manera particular: como ocurre en los ojos al ver a quien deseamos, o en los brazos al abrazarle. La alegría espiritual se realiza en el cuerpo, y sin él no puede existir. En este caso es una alegría muy femenina y maternal, porque se trata de partes del cuerpo en las que la mujer siente el gozo, el orgullo y el amor por su hijo. Su vientre y sus pechos. Esta mujer recordaba con ternura todos su embarazos y debió admirarse al imaginar la plenitud corporal que seguro sintió María con ese Hijo.

Jesús no desmiente esa plenitud, sino que la amplía. Con su palabra permite que María sienta esa alegría no solo durante el embarazo y la crianza, sino para toda la vida. La amplía porque esa distancia que ella sintió desde que Jesús salió de su vientre —de su interior— y dejó de amamantarse, desde que comenzó a crecer y dejó su casa, esa distancia misteriosa podía estar llena de su presencia. Haciendo su voluntad toda su carne entraba en contacto con su Hijo. Y así la amplía también a aquella mujer y a todos nosotros: siguiendo su palabra, con nuestro sí, vivimos junto a Él, nos incorporamos a su cuerpo. Por eso, María, sobre le pilar, revela la voluntad del Señor a Santiago: para que haciéndola experimente su cercanía inaudita y la plenitud en su cuerpo.