Betty Grossi: «Dormí en el suelo con ratas por encima»
Este 26 de junio se celebra el Día Mundial en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, cuyo objetivo es sensibilizar sobre casos como el de Betty Grossi, torturada por el régimen de Maduro en Venezuela
Betty Grossi no teme dar la cara ni su nombre. No ha hecho nada malo, a pesar de que se la detuvo por estar supuestamente involucrada en un caso de asesinato y que, además, fue enviada a prisión por haber financiado, también supuestamente, grupos criminales contrarios al Gobierno de Maduro en Venezuela. Poco les importó a los jueces que ella en realidad tan solo fuera «la casera de un chico que me había pedido ayuda material para participar en una manifestación pacífica para protestar por los recortes del Gobierno» y que luego resultó ser, «según mis investigaciones», un infiltrado del régimen que terminó matando a una señora a la que quería robar para escapar del país al ser descubierto. Grossi fue enviada a prisión –sin juicio alguno– y no volvió a cruzar el umbral de su casa hasta que pasaron dos años, cuatro meses y seis días.
Lo peor de todo, sin embargo, aún estaba por llegar. Todavía faltaba la tortura, que «principalmente fue psicológica». Durante esos casi dos años y medio «me hicieron creer que en cualquier momento me mataban sin que nadie se enterara. Fue horrible». En otra ocasión, «hicimos una huelga de hambre y ponían a los funcionarios a comer delante de nosotros». Pero también hubo tortura física. Tras la detención «nos dejaron incomunicados durante diez días y me vino la menstruación. Tuve que robar un periódico y utilizarlo como toalla sanitaria, porque no me atendieron de ninguna forma», rememora. También tuve que dormir en el suelo bastantes meses y las ratas y las cucarachas me pasaban por encima».
Todo ello hizo que «me rebelara contra Dios. Le preguntaba por qué me estaba ocurriendo todo eso». Su respuesta, concluye Grossi, «fue como una bofetada, y me di cuenta de lo tonta que había sido. Él nunca me había abandonado». Entonces empezó a evangelizar a sus compañeras de presidio: «Les decía que ellas tampoco estaban solas». Betty mira hoy sin resentimiento y desde el exilio su pasado, y alza su voz para ayudar a que sucesos como estos no tengan cabida en nuestro mundo, que es el mismo objetivo con el que la ONU estableció este sábado, 26 de junio, como el Día Mundial en Apoyo de las Víctimas de la Tortura.
Al igual que Grossi, el ganador del Premio Sájarov Lorent Saleh también fue torturado, pero de forma más cruel y directa. El motivo fue, precisamente, su defensa de los derechos humanos. En 2018 el joven fue excarcelado y trasladado a España. Desde aquí, ha continuado con su labor hasta el punto de colaborar en la implementación en diciembre del régimen global de sanciones en materia de derechos humanos de la Unión Europea. «Hasta entonces, en la UE no había un marco jurídico para aplicar sanciones a los violadores de los derechos humanos», explica.
Más allá del ámbito político, Saleh también hace una labor entre los estudiantes. «Acudimos a los colegios y universidades para reflexionar sobre la tortura», asegura. La idea es «meditar sobre el sufrimiento humano, sus consecuencias y la gravedad de infringirlo a otros». Desde esta perspectivas, los estudiantes «nos han ayudado a salirnos de los estereotipos clásicos de la tortura» y «ellos mismos la han relacionado con actos como el bullying».
El último espacio al que quiere llevar su lucha contra la tortura es el cultural. «Nos hemos apoyado en el arte para poder llegar un poco más allá de los lugares donde naturalmente hemos llegado en el tema de los derechos humanos», detalla. En este sentido, destaca el proyecto White Torture, una performance en la que transforman artísticamente diferentes espacios en centros de tortura para que la gente pueda experimentar las prácticas de tortura más modernas. «Esto nos ha servido para sensibilizar a funcionarios que tienen responsabilidades en materia de defensa de los derechos humanos», explica el joven, que pudo desarrollar el proyecto en febrero en los bajos del Parlamento Europeo, y que volverá a implementarlo el 15 de julio en Venecia, en la Escuela de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, y previsiblemente en Madrid en septiembre.