Berlín. Cuando el amor roba así de esta manera - Alfa y Omega

Berlín. Cuando el amor roba así de esta manera

Isidro Catela
Tristán Ulloa y Pedro Alonso en el segundo capítulo de la serie
Tristán Ulloa y Pedro Alonso en el segundo capítulo de la serie. Foto: Netflix / Tamara Arranz.

Si entonáramos la conocida melodía que, parafraseada, da título a este artículo, deberíamos continuar cantando aquello de «uno no se da ni cuenta». De eso exactamente va Berlín: es un trampantojo. Parece La casa de papel, pero no lo es. Es un spin-off que bebe en sus fuentes, con guiños constantes a la banda de las caretas de Dalí, y es una precuela que gira en torno a los antecedentes, en esto del robo a gran escala, de uno de sus miembros más relevantes. Berlín es un quijotesco personaje que vuelve a bordar Pedro Alonso y que, mientras se da a la vida del picaflor, deja el liderazgo de la banda en manos de una suerte de Sancho Panza, interpretado por un gran Tristán Ulloa en el papel de Damián. Completan la banda dos parejas jóvenes (Keila / Bruce y Cameron / Roi), enredadas entre el amor y el dinero para trazar la verdadera línea por la que transcurre la serie. Berlín quiere ser, en realidad, en las historias de sus personajes heridos, un pequeño gran tratado sobre el amor humano, donde, en medio de un poco de sexo, pocas drogas y algo de rock and roll, florece una y otra vez la pregunta sobre si el amor se gasta, si el amor son esas chispas que nos erizan la piel los primeros días o si el amor es más bien justo lo que comienza después de esos primeros instantes. Ahí, en esa tesitura, vagan rotos, llenos de heridas, unos personajes que, mientras cavan túneles y engañan a un cura avaricioso (¡cómo no!), explicitan el anhelo de un amor incondicional, que sea para siempre. Entiendo que, con estos mimbres, si está en su mano que sus hijos o sus alumnos la vean, la decisión sea que no. Pero si, como es más que probable, ya la han visto, con o sin su consentimiento, yo aprovecharía para verla y comentarla. Háganlo leyendo aquellos versos de Neruda en los que afirma que «el amor es eterno mientras dura» y aquello otro de san Agustín cuando asegura que nuestro corazón anda inquieto hasta que descanse en Él. Si lo consiguen —quién lo diría— le van a tener que agradecer a Berlín unas clases o unas sobremesas en familia la mar de fecundas.