Benedicto XVI clausura, por videomensaje, el Congreso Eucarístico Internacional de Dublín. La Eucaristía, clave para la renovación en la Iglesia - Alfa y Omega

Benedicto XVI clausura, por videomensaje, el Congreso Eucarístico Internacional de Dublín. La Eucaristía, clave para la renovación en la Iglesia

Dublín ha acogido el 50 Congreso Eucarístico Internacional, con el reto, lanzado por el Papa, de reafirmar «la centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia», más allá de la celebración comunitaria dominical. En clave local, el Congreso ha servido para la renovación de la Iglesia en Irlanda, sacudida por el escándalo de los abusos sexuales

Ricardo Benjumea
Procesión con el Santísimo, el día 13, portado por el cardenal Ouellet.

Benedicto XVI ha dado estos días la clave sobre la reforma litúrgica que se propone impulsar: «Reafirmar la centralidad de la Eucaristía en la vida de la Iglesia». Son las palabras que utilizó en la Audiencia general de la pasada semana, al referirse al Congreso Eucarístico Internacional, celebrado del 10 al 17 de junio en Dublín.

El domingo, en el videomensaje grabado para la clausura del Congreso Eucarístico, Benedicto XVI alertó acerca de «muchos malentendidos e irregularidades» en la interpretación del Concilio Vaticano II sobre la renovación litúrgica. El Santo Padre retomaba así un asunto al que ha dedicado varias intervenciones públicas en las últimas semanas. El jueves del Corpus, rechazó la «interpretación unilateral del Concilio» que ha restringido «prácticamente la Eucaristía al momento de la celebración». La Eucaristía dominical, aclaró, es un momento esencial en la vida de la Iglesia, pero eso se diluye si se olvida «la adoración» eucarística. «Este desequilibrio», este sesgo hacia la dimensión horizontal o comunitaria de la Eucaristía, en perjuicio de la dimensión vertical o trascendente, «ha tenido repercusiones también sobre la vida espiritual de los fieles», añadió el Papa. Por ello, es necesario recuperar, dentro de la propia Iglesia, la conciencia de lo sagrado, y de la presencia real y continua de Jesucristo en la Eucaristía. De modo gráfico, en el ángelus del 10 de junio, Benedicto XVI mostró su profunda conmoción «al pensar en las muchas iglesias» dañadas por los recientes terremotos en Italia, y «en el hecho de que el Cuerpo eucarístico de Cristo, en el tabernáculo, ha permanecido en algunos casos bajo los escombros».

Muy en sintonía con esta valoración, estuvo, en el Congreso Eucarístico, el Metropolita Hilarión, responsable de Relaciones Exteriores del Patriarcado ortodoxo de Moscú. La crisis de secularización de Europa en el siglo XX —afirmó— tiene origen «en un cambio en la percepción cristiana sobre los sacramentos y la propia naturaleza de la Iglesia», que se ha producido «bajo la influencia del racionalismo».

¿Cómo se explican estos pecados?

En la pérdida de conciencia sobre la presencia real de Cristo en el sagrario, está también la explicación última de los más graves pecados de hombres de la Iglesia, sugirió el Papa en su videomensaje. «¿Cómo se explica que personas que reciben regularmente el cuerpo del Señor y confiesan sus pecados en el sacramento de la Penitencia hayan pecado de esta manera?», se preguntó, en referencia al escándalo de los abusos sexuales que ha sacudido Irlanda. «Sigue siendo un misterio. Pero, evidentemente, su cristianismo no estaba alimentado por el encuentro gozoso con Cristo: se había convertido en una mera cuestión de hábito». Con otras palabras, había apuntado también en esa misma dirección el arzobispo de Dublín, monseñor Diarmuid Martin, en una entrevista al diario italiano Avvenire, en la que reconoce que la Iglesia en Irlanda prestó mucha atención a problemas políticos como el de Irlanda del Norte, mientras «descuidaba los problemas de la fe».

Uno de los principales objetivos de este congreso era la renovación de la Iglesia en Irlanda. El Legado del Papa, el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, mantuvo un encuentro privado con víctimas de abusos, el 12 de junio, en compañía del nuncio. Después, al celebrar la Eucaristía, el cardenal contó que Benedicto XVI le encomendó que pidiera, una vez más, perdón a las víctimas, en su nombre, y reconoció que «la respuesta a estos crímenes dada por algunas autoridades de la Iglesia ha sido, a menudo, inadecuada e ineficiente para frenarlos». De forma abierta, el cardenal Ouellet afirmó: «Vengo aquí con la intención expresa de buscar perdón, de Dios y de las víctimas, por los graves abusos sexuales de clérigos a niños».

Misa de clausura, el domingo 17, en el estadio Croke Park.

Otra declaración fuerte, en este sentido, fue la que hizo, durante una homilía, el cardenal Séan Brady, Primado de Irlanda: «Que Dios nos perdone por las veces que, como individuos y como Iglesia, hemos fallado a la hora de buscar y cuidar a aquellos pequeños que estaban asustados, solos y dolidos porque alguien estaba abusando de ellos… Algunos de nosotros hemos estado ciegos ante vuestro miedo, sordos ante vuestros llantos y callados para dar respuesta a vuestro dolor».

Como gesto simbólico de esta voluntad de purificación y regeneración, en la apertura del congreso se inauguró la Piedra sanadora, en la que hay inscrita una oración escrita por una víctima de abusos, que, sin embargo, dice en primera persona: «Señor, lo sentimos por lo que algunos de nosotros hicimos con tus hijos».

Pero además de la tragedia irlandesa, otras historias de traición, perdón y reconciliación han estado muy presentes en el congreso de Dublín. Por ejemplo, el cardenal Turkson, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, habló de una superviviente del genocidio de Ruanda, de 1994, que cuando se encontró con el asesino de su padre, halló la gracia para perdonarlo, y llorar con aquel hombre. «Ahora la justicia puede seguir su curso y también condenarme a muerte, porque ahora soy libre», dijo el preso.

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