Todo empieza por una maniobra brusca en el aparcamiento de un centro comercial. Un Mercedes, conducido por una chica de ascendencia coreana, corta a la pick-up de otro chico de padres coreanos. Dos personas que, pese a ser de estratos sociales distintos, en cualquier otra circunstancia se saludarían. Pero van al volante y él no ha tenido un buen día; así que la persigue como un energúmeno, pitando, tratando de cortarla o incluso de sacarla de la carretera.
Así empieza Beef, o Bronca en España; y he pensado en ella al conocer el asesinato de Charlie Kirk. Quizá porque en ella, una de las mejores sorpresas de 2024, el espectador no deja de pensar: «¿Por qué no podrán hablar? ¡No son tan distintos!». Pero él juega con ventaja: se sumerge por separado en las vidas tan distintas, y a la vez tan parecidas, de Amy y Danny (maravillosos Ali Wong y Steven Yeun).
Ella emprendedora de éxito, pero desquiciada por un acuerdo para la venta de su negocio que no se acaba de cerrar, y amargada por un matrimonio descafeinado. Él, un manitas que lucha por mantenerse a flote tras la ruina de sus padres en Corea. Vidas distintas, pero parecidas: en la insatisfacción, en la amargura por una vida que se proyecta al futuro huyendo del presente. Coinciden en otra cosa: ambos demuestran una creatividad prodigiosa para destrozar la vida del otro. ¿Por qué no hablan? Spoiler: lo harán. No diré nada más, pero el final es de los puntos más fuertes de la serie.
¿Y qué tiene que ver con la tragedia de Kirk? Muchas cosas: la ligereza de juicio, la cerrazón a la hora de asignar papeles de buenos y malos. Y la convicción de que, independientemente de la coincidencia o no con sus opiniones, su figura era bastión contra la demonización del otro. Porque, si en esta sociedad una bronca en un parking puede llevar a dos personas a hacerse la vida imposible, una ideología totalizante alcanza a deshumanizar a cualquiera. Incluso a aquel que lo hace con un micrófono y con ánimo de debatir, pero sobre todo de rescatar al otro y a sí mismo del anonimato. Series como Beef nos ponen ante el espejo la rabia que llevamos dentro, en un tiempo de colectivos anónimos y absoluta desorientación moral. Y nos recuerda que no existe nada mejor en el mundo que reconocer al otro y llamarle hermano.