Bailey Wells, obispa anglicana: «El plan de Dios es que hombres y mujeres sirvan juntos»
Una teóloga, una experta en liturgia y una obispa anglicana acompañaron al Papa en la reunión con su Consejo de Cardenales para abordar el papel de la mujer en las estructuras eclesiales
En pleno siglo XIV, Catalina de Siena compelió con tanto énfasis a Gregorio XI para que abandonara Aviñón y regresara a Roma que logró su cometido. Una mística airada frente al desacierto de un Papa. Siete siglos después el liderazgo femenino en la Iglesia camina todavía arrastrando los pies, pero la última década ha marcado una apertura sin precedentes bajo la batuta de Francisco. No solo ha aumentado notablemente la cantidad de mujeres que ocupan cargos en el Vaticano, sino que incluso les ha alentado a reclamar con valentía lo que crean que les corresponde. Por eso no sorprende que el Papa haya invitado a tres mujeres a la reunión de su Consejo de Cardenales —conocido como C9— para poner luz sobre el papel que ellas deben desempeñar en las estructuras eclesiales.
Lo primero que aclara la teóloga italiana Linda Pocher —quien, a petición de Francisco, coordinó la participación de la obispa de la Iglesia anglicana Jo Bailey Wells y de la consagrada del Ordo Virginum de la diócesis de Verona Giuliva Di Berardino— es que «no hay reflexión sobre la ordenación presbiteral de las mujeres en la Iglesia católica». De hecho, ha sido el propio Pontífice quien ha zanjado este debate al defender el principio mariano que cimenta la femineidad de la Iglesia: «Creo que amputamos el ser de la Iglesia si solo consideramos el ministerio sacerdotal, es decir, la vía ministerial», aseveró en El Pastor, el libro de entrevistas escrito por Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti.
En este sentido, Pocher, que ya estuvo presente en las reuniones de los purpurados que ayudan al Papa en el gobierno de la Iglesia los pasados 4 y 5 de diciembre, destaca que lo que le pidió a la obispa fue más bien que contara «qué tipo de proceso siguieron los anglicanos para llegar a tomar la decisión de ordenar a mujeres». Así, Bailey Wells ofreció algunos de los detalles históricos que abrieron esa posibilidad. Por ejemplo, contó que la primera mujer sacerdote fue Li Tim-Oi durante la Segunda Guerra Mundial en Hong Kong, en un momento en el que «era imposible para el sacerdote varón por ser prisionero de guerra ejercer su papel». «Después del conflicto para evitar controversias, aceptó volver a ser laica. Es una historia extraordinaria y un elemento muy formativo para la Iglesia en su conjunto», resume para este semanario la también vicesecretaria general de la Comunión Anglicana. El legado académico de Bailey Wells se centra en un análisis teológico del Antiguo y Nuevo Testamento. «El plan de Dios es que hombres y mujeres lideren la sociedad, que sirvan juntos», argumenta. Cita las figuras de Débora, Rut o las esposas del rey David para señalar la sorpresa que provoca que en una sociedad tan patriarcal como la de siglos antes de Cristo destaquen mujeres «con una vocación tan clara». Además, «la forma en la que Jesús las trató fue radical. Las reconoció por sus dones. Basta ver cómo se relacionó con María y Marta o apreciar cómo ellas son las primeras en testificar la Resurrección», explica.
Asimismo, hace hincapié en la importancia de su ponencia en el Vaticano desde el punto de vista ecuménico: «El Papa está abierto a explorar el papel de la mujer desde una amplia variedad de fuentes y también quiere que sus cardenales se confronten con diferentes historias». Un «gesto muy generoso», apunta, que deja entrever que Francisco da por supuesto que católicos y anglicanos tienen «muchas cosas que aprender unos de otros». «Es un reconocimiento de que el Espíritu Santo actúa más allá de la Iglesia católica», incide. Su intervención duró 45 minutos en inglés con la ayuda de un intérprete. «Después debatimos durante media hora más. Creo que todos estaban interesados en conocer nuestra situación en la Comunión Anglicana, aunque también discutimos algunas de las diferencias», resuelve.
Otro punto que estuvo sobre la mesa de las reuniones del Papa con sus cardenales de confianza fue el diaconado femenino. Una cuestión sobre la que varios sectores presionan para que sea restaurada, sobre todo, porque la figura de los diáconos masculinos fue recuperada tras el Concilio Vaticano II. «Ya sabemos que el Papa está muy a favor del diaconado femenino, pero aún es algo que se está tratando de entender cómo poner en práctica», abunda Linda Pocher. Francisco ha establecido hasta dos comisiones de estudio sobre esta figura que desapareció en el siglo VII, pero todavía no hay conclusiones claras. La segunda fase del Sínodo de octubre, en la que ellas podrán intervenir por segunda vez con voz y voto, será un foro adecuado para este debate.
«Nos hemos dado cuenta, especialmente durante la preparación y la celebración del Sínodo, de que no hemos escuchado suficientemente la voz de las mujeres en la Iglesia y de que la Iglesia aún tiene mucho que aprender de ellas», advierte el Papa en el prólogo del libro ¿Desmasculinizar la Iglesia? Comparación crítica sobre los principios de Hans Urs von Balthasar, publicado recientemente en Italia. El Pontífice, que con los nombramientos de mujeres en la cúpula del Vaticano traza las líneas maestras de la inclusión femenina en la jerarquía eclesial, señala también: «Escuchando de verdad a las mujeres, los hombres escuchamos a alguien que ve la realidad desde una perspectiva diferente y así nos vemos llevados a revisar nuestros planes, nuestras prioridades. A veces nos sentimos desconcertados. A veces lo que oímos es tan nuevo, tan diferente de nuestra forma de pensar y de ver, que nos parece absurdo y nos sentimos intimidados. Pero este desconcierto es saludable, nos hace crecer».