«Ayudamos a Cristo a sanar heridas»
Los 40 años de la ley del divorcio han dejado un sufrimiento que la Iglesia también acompaña
«Siempre que recibo a un matrimonio que viene con problemas, me pregunto por qué no han pedido ayuda antes», dice el jesuita Pablo Guerrero, director del Máster en Atención Pastoral en la Universidad Pontificia Comillas y experimentado terapeuta de pareja.
A los 40 años de la aprobación en España de la ley del divorcio, Guerrero es consciente del sufrimiento que generan las crisis matrimoniales, muchas de las cuales acaban en ruptura. «Cuando el problema es pequeño, es más fácil de arreglar, por eso pienso que la mejor manera de evitar rupturas es realizar una buena preparación al matrimonio, tanto a nivel eclesial como civil. Lo difícil es solucionar situaciones enquistadas».
Aun así, «si de verdad quieren salvar su relación, empezamos recordando el tiempo de su primer amor, su noviazgo, buscamos las cosas que todavía los unen, e intentamos mejorar la comunicación a todos los niveles, desde el verbal hasta el sexual».
En los casos en que no es posible continuar con la relación y llega la separación o el divorcio, la Iglesia también sigue su labor de acompañamiento. Grupos como Betania o las reuniones que organizan diócesis y parroquias para separados y divorciados son buena muestra de ello.
En Barcelona funciona Custodia Cordis, una realidad que nació en un despacho de abogados. «Me di cuenta de todo el sufrimiento que vivían las familias de las personas que venían a pedir una demanda de nulidad y quise hacer algo», afirma la abogada María José Torroja. Así, se puso a realizar un escrutinio previo a la nulidad, «y empecé a ver milagros: la gente se volvía a encontrar con Dios y volvía a la Iglesia, a pesar de la separación», atestigua.
Este acompañamiento jurídico y pastoral en el que hay involucrado hoy además un equipo de psicólogos, terapeutas y sacerdotes, «parte de un fracaso» para luego «restaurar a muchas personas y también a sus familias». Por ello, Torroja afirma que «estamos ayudando a Cristo a sanar las heridas de muchos corazones rotos».