Ávila clausura el Año Jubilar Teresiano pero «la misericordia de Dios nunca se cierra»
Medio millón de devotos han visitado la ciudad castellana durante los 580 días de este particular año santo, que comenzó antes por el IV Centenario de la canonización de la santa
Ávila clausuró el pasado sábado un Año Jubilar Teresiano que, en realidad, ha sido más de año y medio. En concreto, 580 días. Comenzó el 13 de marzo de 2022, cuando se abrió la Puerta Santa en la basílica de Santa Teresa de Jesús de la ciudad; una cita adelantada al haber sido, el día anterior, el IV Centenario de su canonización. El Año Jubilar con motivo de este centenario se celebró también en Salamanca y Ciudad Rodrigo. Pero en Ávila se prolongó al unirse con el que se celebra cada vez que, como este año, la fiesta de la santa cae en domingo.
Poco después de las seis de la tarde, en presencia de los 25 concejales del Ayuntamiento, de un grupo de parlamentarios y de una delegación de la Academia General Militar, el obispo, Jesús Rico, echaba la llave de la Puerta Santa. Estaban presentes asimismo el deán de la catedral, Antonio Collado; el rector de la basílica, David Jiménez; el provincial de la Orden del Carmelo, Francisco Sánchez Oreja, y el obispo emérito de Salamanca, Carlos López. La puerta jubilar no se volverá a abrir hasta 2027, comienzo de un nuevo año santo dado que, al año siguiente, la fiesta de santa Teresa caerá en domingo.
«Cerrar la Puerta Santa no es echar la llave a un año de actividades y de encuentro con la figura de Teresa de Jesús» o de promoción de la ciudad, explicó durante el rezo de vísperas el rector de la basílica, David Jiménez. La puerta «simboliza a Cristo», y atravesarla es «hacerlo con una profunda convicción: querer adentrarnos hacia la puerta de nuestra vida, que es Jesús. Es un verdadero acto de cambio de vida, de contrición». Sin embargo, ahora que el Año Jubilar ha acabado, «no olvidemos que se ha cerrado la puerta, pero nunca se cierra la misericordia de Dios».
Medio millón de visitantes
En esta ocasión, medio millón de personas han visitado Ávila para participar en las celebraciones del Año Jubilar y lucrar sus indulgencias. Sin embargo, recordó Rico, esta cita «no es una competición numérica para saber si han venido más o menos peregrinos. Es, en su raíz misma, una celebración religiosa profunda, que luego, evidentemente, tendrá otro tipo de ramificaciones o implicaciones».
En este sentido, afirmaba que «verdaderamente ha sido un tiempo de gracia del Señor para acercarnos a la propuesta de santidad que nos ofrece santa Teresa de Jesús». Esta santidad ha sido el eje central de cada acto: una «propuesta de acercamiento al Señor, poniéndole como centro de todo, abandonándonos confiados en ese “solo Dios basta” que nos sitúa frente a las dificultades del mundo». Por eso, mostró su esperanza de que todos los devotos se hayan llevado consigo «semillas de santidad» que den sus frutos «en tantas buenas gentes que se han visto atraídos por la figura de nuestra insigne paisana».
Citando a Edith Stein, en cuya conversión fue clave, Rico recordó que «el maravilloso trabajo de formación» de la Santa «no ha terminado con su muerte. Su influjo llega más allá de las fronteras de su pueblo y de su orden. Tampoco permanece limitado a la Iglesia, sino que influye también en los que están fuera. La fuerza de su lenguaje, la veracidad y naturalidad de su estilo, abre los corazones y los introduce en la vida divina. El número de aquellos que le deben el camino hacia la luz se conocerá solo en el final».
El obispo de Ávila se despidió con dos frases de santa Teresa. La primera, «en tiempos recios, amigos fuertes de Dios»; palabras que «han de tener hoy una especial resonancia para nosotros, animándonos a no conformarnos con una vida mediocre y sin aspiraciones», sino a «esforzarnos a crecer en una profunda vida de amistad con Cristo».
Por último, «no os pido ahora que penséis en Él, ni que saquéis muchos conceptos. Ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento. No os pido más que le miréis». El acto concluyó con el traslado procesional de la imagen de santa Teresa de Jesús desde la basílica hasta la catedral, acompañada por muchos más fieles que en años anteriores, según la diócesis de Ávila.