Aventureros
Solemnidad de Todos los Santos
Evangelio: Mateo 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».
Comentario
¿Qué es la santidad? La liturgia de hoy propone las bienaventuranzas como respuesta a esa pregunta. Al hacerlo la Iglesia muestra que el sentido moral de la santidad que suele predominar en nuestras concepciones será solo secundario: ser santo es ser bienaventurado. Pero, ¿qué es la bienaventuranza?
Una traducción más literal del término griego original del evangelio sería bendito (μακάριος); pero la palabra bienaventurado interpreta bien el sentido cristiano de la bendición hebrea. Esta, en paralelo a la felicidad griega, consistía una sana prosperidad pacífica. Por ello, los obstáculos y las dificultades parecían oponerse a la bendición hebrea no menos que a la felicidad griega. Por su parte, la bienaventuranza nos habla de una aventura que es buena. Las aventuras no se oponen a las dificultades o problemas; más bien al contrario. La calidad de una aventura se mide precisamente por la capacidad de arrostrar cualquier dificultad, incluso las mayores. Para el buen aventurero cualquier circunstancia puede ser atravesada. La aventura es buena cuando el destino bueno que permite afrontar todo lo que nos viene, permite vivirlo con entereza. La bienaventuranza es, por tanto, el bien que permanece en todas nuestras dificultades, que nos sostiene y hace bueno todo el camino.
Por tanto, ser santo como esa «inmensa muchedumbre» de santos que hoy rememoramos consiste en esperar siempre la victoria de Cristo en cualquier circunstancia, y que esa victoria (y no cualquier otra situación) es aquello que satisface nuestro corazón. Es ahí que cobra sentido el esfuerzo moral de la santidad, como nos dice la primera carta de Juan: «Todo el que tiene esta esperanza en Él se purifica a sí mismo» de cualquier otra esperanza.