Atraído por la mística islámica, encontró a Cristo en el desierto de Siria
El padre Jens nació en Alemania pero se crió en Suiza. Calcula que su bisabuelo abandonó su fe cristiana alrededor del año 1900. Y desde entonces, nadie en su familia fue bautizado ni practicó ningún tipo de religión. Como explica con un toque de fina ironía: «Realmente, no estaba entre mis planes ser un monje en una comunidad católica».
Pero ya desde su adolescencia, Jens experimentaba un fuerte impulso de búsqueda interior, y a su manera rezaba: «Dios, si existes, por favor, háblame claro».
Condicionado por su educación familiar, no se le ocurrió buscar respuesta a su sed espiritual en la Iglesia católica ni en la protestante: «Estaba seguro de que Dios no existía como persona con la que pudieras hablar. Pensaba en una gran energía, pero no en alguien con quien pudieras hablar».
Con dieciséis años comenzó a leer algunos autores espirituales islámicos: «Fue un proceso largo. Desde los dieciséis años en adelante comencé a leer obras espirituales islámicas. Eran los primeros libros espirituales que leía, algunos sufís o la mística del Islam. Más y más… Al cumplir veinte años, la inquietud espiritual se volvió más apremiante para mí. También tuve algunas experiencias con el Budismo Zen. Estuve interesado en la psicología, hice algunos cursos de mística…».
El impulso espiritual se hacía cada vez más fuerte: «Sentí que tenía que hacer algo, algo para el inicio de mi vida espiritual. Una pregunta que fue muy importante para mí, fue la pregunta sobre la cantidad de religiones en el mundo. En un momento dado, cuando tenía 32 años, me planteé que quería explorar las religiones. Principalmente estaba interesado en el budismo. Estaba seguro de que no quería ser budista, pero quería verlo, sentirlo. Quería estar en un ambiente cultural budista, no en Suiza donde es un poco raro tener un Templo Zen».
De forma inesperada, en un periodo de descanso en las montañas suizas, conoció a una mujer que en su juventud había viajado por distintos países árabes de Medio Oriente: Le dije: «Siempre he querido viajar y conocer gente». Ella me respondió: «¡Pues ponte en camino!». Cuando dijo: «¡Pues ponte en camino!», eso llegó a lo más profundo de mí. «Al día siguiente, tuve que volver a Zurich, pero ese pensamiento seguía en mí. Comprendí que tenía que decidir si esa era la señal que había esperado durante años o no, y de alguna manera sentí que tenía que tomar la decisión».
Días después, Jens renunció a su trabajo y se puso en camino. Pasó tres meses con beduinos musulmanes, viviendo en una tienda abierta, siempre rodeado de gente. Jens no estaba acostumbrado a convivir con nadie porque había sido hijo único. De aquí partió para Siria: «Quería descansar porque tenía mucho que pensar. Decidí inscribirme para hacer estudios árabes en un instituto de Damasco. El instituto era una forma de obtener un visado de residencia de larga duración en Damasco. Me quedé allí, y desde allí hice muchos viajes, es decir, me escapé de muchas clases».
En uno de esos viajes, conoció el Monasterio de Mar Musa al-Habashi, que en árabe significa Monasterio de San Moisés el Abisinio. Esa visita cambió totalmente su vida. Pero, llegados a este punto, tenemos que explicar qué es el Monasterio de Mar Musa al-Habashi. A este rincón, situado en las montañas del Jabal al-Qalamoun, entre Damasco y Alepo, en Siria, llegó en el siglo VI Moisés el Abisinio, hijo del rey de Etiopía, que escapaba de su destino dinástico por su deseo de hacerse monje. El monasterio floreció durante siglos, a pesar de las invasiones musulmanas, hasta decaer y ser abandonado en la primera mitad el siglo XIX.
Sus antiguos y hermosos frescos, su milenaria historia, parecía destinada a deshacerse y olvidarse hasta que, en el año 1974, el Señor puso en el corazón de un joven italiano, recién entrado en la Compañía de Jesús, el deseo de «ofrecer la vida por la salvación de los musulmanes». Se trataba del padre Paolo Dall’Oglio. En el año 1982 descubrió el Monasterio de Mar Musa al-Habashi. Y poco a poco, en torno a él, se fue formando una comunidad monástica —con una rama masculina y otra femenina— en torno a tres pilares: la oración, el trabajo y la hospitalidad. Los miembros de la comunidad del Monasterio de Mar Musa al-Habashi se han consagrado al amor de Jesucristo por todos, pero de forma especial por los musulmanes.
El descubrimiento del Monasterio de Mar Musa al-Habashi y la comunidad allí formada, fue toda una revelación para Jens: «Regresé viviendo el espíritu, no sabía que Deir Mar Musa era algo tan diferente. En primer lugar, no puedes ir en coche ahí, en ese tiempo tenías que caminar un kilómetro y medio a través de un cañón. Ahora tienes que caminar media hora para llegar al monasterio. Es un hermoso lugar, puedes decir en medio de la nada. La belleza del lugar era muy emocionante».
Al impacto estético se unió la posibilidad de iniciar un diálogo con el fundador de la comunidad, el padre Paolo: «La primera vez que estuve allí, tuve algunas discusiones o, podemos llamarlas, pequeñas conversaciones con el padre Paolo, que es el fundador de nuestra comunidad. Pero, en realidad, lo que encontré allí era descanso. Lo que más me impresionó fue su hospitalidad».
Cuando se despidió del padre Paolo, el sacerdote le dirigió una frase misteriosa: «No te diré adiós, porque mañana regresarás». No fue al día siguiente, sino dos semanas después, pero —ciertamente— Jens regresó. De nuevo en Deir Mar Musa continuó «discutiendo» —siempre en tono amistoso— sus inquietudes espirituales con los sacerdotes de la comunidad. Y Jens regreso una tercera vez. El padre Paolo le invitó a hacer los ejercicios espirituales según el método de San Ignacio de Loyola. La respuesta de Jens fue: «No soy cristiano, los ejercicios espirituales de San Ignacio son muy cristianos». Y se fue. Pero, cuando por cuarta vez volvió a subir el estrecho camino que llevaba hasta el Monasterio, el padre Paolo le hizo una propuesta en serio: «Quédate aquí para hacer una búsqueda espiritual».
Jens recuerda: «Algo me hizo decir: Ok, ¿por qué estoy viajando? Quiero hacer una búsqueda espiritual. Nunca había pensado en un monasterio cristiano. Tenía la idea de ir a un monasterio budista en Japón si se me daba la oportunidad. Nunca pensé en un monasterio cristiano. Pero estoy en un monasterio, el abad del monasterio me está invitando… ¿Por qué no? Nada es perfecto en este mundo».
Jens se quedó un año entero en Deir Mar Musa. Eran los comienzos de la comunidad, que contaba solo con un pequeño número de miembros. Pero eran momentos fundacionales, y eso hizo que la experiencia fuera especialmente impactante. Recibió mucho de la pequeña comunidad: «Era el testimonio de las personas ahí, su hospitalidad y la sinceridad de su relación con el resto de la sociedad en Siria, especialmente con el Islam. Siempre había visto a la Iglesia como una secta muy cerrada, pero ahí vi que la Iglesia podía ser muy grande y muy acogedora. Estos fueron los puntos más clave de la experiencia». En ese año, hizo finalmente los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola: «Hice los ejercicios espirituales, tuve una experiencia espiritual muy fuerte. Experimenté que Jesucristo me quería. Pedí el bautismo justo antes de la Pascua, sin conocer la tradición. Pregunté si existía la posibilidad de ser bautizado, y el P. Paolo me dijo: “!Sí, en Pascua te bautizaremos en la Vigilia Pascual”. Fui bautizado en la primavera de 1996. Casi inmediatamente después, sería una semana después, me fui del monasterio».
Jens se sentía profundamente atraído por la vida del Monasterio y por su comunidad: «Deir Mar Musa es una hermosa trampa, es un trampa estética, es hermoso… Tienes mucha gente interesante con quien hablar. En una tarde puedes hablar cuatro o cinco idiomas. Si sabes más, probablemente hablarás más idiomas. Siempre hay huéspedes, siempre hay algo nuevo que aprender… Quería saber si esa atracción a la vida religiosa se mantenía sin estar en Deir Mar Musa. Porque hay “peros”: ya no te puedes casar, ni ir adonde tú quieras… Y tienes que vivir en comunidad, y yo era un hijo único que siempre había hecho lo que quería». Por eso comprendió que, al menos en su caso, necesitaba alejarse para tomar una decisión correcta: «Era una gran decisión la que tenía que tomar, y no quería tomarla en Deir Mar Musa, donde estaba inmerso en sentimientos tan emocionantes». Volvió a Suiza no para poner fin a su viaje «interior», ni mucho menos como una huida, sino para poder discernir y tomar una decisión definitiva.
Apenas tres meses tardó en regresar y pedir la entrada en la comunidad. Tras el tiempo de noviciado hizo sus votos en el año 2000 y en 2002 fue a Roma para estudiar en la Universidad Gregoriana, en el Pontificio Instituto Oriental y, más tarde, en el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos. Al terminar sus estudios pensaba que iba a regresar a Deir Mar Musa, pero el Patriarca Monseñor Saco les pidió fundar una comunidad en Irak: «Mi comunidad me envió de la forma clásica: me impusieron las manos en la cabeza, para abrir la casa en Sollmamia».
El padre Jens termina su entrevista con un consejo para tantas personas, especialmente tantos jóvenes occidentales, que buscan la Verdad en medio de tanta confusión como reina en nuestra sociedad, empapada de Nueva Era y tantas pseudo-religiones: «Creo que les propondría algo arriesgado, pero es que creo que la mejor forma (de encontrar la Verdad) es hacer una seria búsqueda espiritual, buscar dentro de nosotros, ir a la última frontera de nuestro interior. Como dije, es arriesgado, puedes terminar en una secta, pero creo que si alguien realmente está buscando la Verdad, yo pienso que Dios le irá guiando en su corazón».
HM Televisión