Del 5 al 12 de septiembre, Budapest (Hungría) acogió el 52 Congreso Eucarístico Internacional. La cita, que inicialmente estaba fijada para el año pasado, fue trasladada a estas fechas por la pandemia. La situación sanitaria global que vivimos condicionó notablemente la participación internacional. Sin embargo, la gracia que Dios derrama en estos eventos fue, como siempre, copiosa y abundante.
Si bien el congreso comenzó un domingo para concluir al siguiente, en los días previos tuvo lugar un Simposio Teológico. Más de 200 participantes se dieron cita en la ciudad de Esztergom, sede arzobispal de la archidiócesis de Estrigonia-Budapest. Desde el jueves 2 hasta el sábado 4 de septiembre cardenales, obispos, sacerdotes, laicos y religiosos participaron de este evento previo que consistió, principalmente, en una serie de conferencias y momentos celebrativos. Las primeras tenían lugar en el Centro San Adalberto y las Misas se celebraron en la catedral homónima, que se encuentra frente al salón de eventos.
Simposio teológico
La ponencia de apertura, referida al tema La Eucaristía como fuente de la vida cristiana estuvo a cargo del profesor y liturgista Pierangelo Sequeri, sacerdote italiano. En ella destacó la originalidad de la Eucaristía respecto a cualquier otra religión: «En ella adoramos el cuerpo del Señor, no solo su divinidad, sino su mismo cuerpo». También reflexionó ampliamente sobre la íntima relación entre Eucaristía y vida cotidiana, la de los afectos y las relaciones, insistiendo en la necesidad de no separar ambas partes porque, en ese caso, se estaría vaciando la esencia de la Eucaristía. Recalcó, finalmente, que es necesario, más aún, indispensable, participar de la celebración eucarística porque es allí donde, en primer lugar nos exponemos a la Palabra de Dios, que cae sobre nosotros como lluvia suave. Pero, además, en la Eucaristía estamos frente y junto al cuerpo del Señor, tal como ocurría cuando Jesús predicaba y sanaba: «Exponerse a la Palabra y al cuerpo del Señor es una experiencia de vida totalmente insustituible».
También fueron abordados otros temas de capital importancia como la especificidad de la celebración eucarística en África o la Eucaristía como sacramento de reconciliación. Destacamos también la ponencia de la profesora austriaca Marianne Schlosser, miembro de la Comisión Teológica Internacional, que versó sobre la teología de la adoración. En ella afirmó que es la Iglesia católica quien siempre se ha distinguido por al adoración eucarística. Comenzó analizando los actos de adoración dentro de la celebración de la Misa (genuflexión, ponerse de rodillas, inclinación, etc.) para situar históricamente la adoración eucarística fuera de la Misa e incluso la genuflexión ante el sagrario. Concluyó resaltando que los cristianos adoramos no solo la gloria del Señor sino también su humildad, su humanidad y que vivir eucarísticamente implica ocuparse de los asuntos del Señor (la vivencia de la caridad) más que de los asuntos propios.
Además de las ponencias, en las tardes del viernes y sábado se ofrecieron una serie de talleres en los que fue posible profundizar en la música sagrada en su relación con la celebración eucarística (también a cargo de P. Sequeri), la teología eucarística de Benedicto XVI o la Eucaristía como fuente de santidad, entre otros temas.
A diario se rezó comunitariamente laudes y se celebró la Eucaristía, que fue presidida el jueves 2 por el cardenal Erdö, arzobispo de Budapest; el viernes 3 por Piero Marini, presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales, y el sábado 4 por el cardenal Gérald Lacroix, arzobispo de Quebec.
Inicio del congreso
El domingo 5 de septiembre, a las 12:30 horas, en Budapest, se abrieron las puertas de la plaza de los Héroes y las avenidas lindantes para acoger a decenas de miles de personas deseosas de celebrar juntos la Eucaristía de apertura, presidida por el cardenal Angelo Bagnasco, presidente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas. A las 15:00 horas comenzó el programa inaugural titulado Hungría, tierra de María, con testimonios, canciones y bailes típicos con los que acompañar las diversas imágenes de la Virgen, portadas por niñas y jóvenes. Fue un espectáculo ameno y entrañable, tanto por la alegría de los participantes como por el amor que todos demostraban hacia la Virgen.
En la celebración eucarística hicieron su Primera Comunión unos 2.000 niños que también renovaron sus promesas bautismales. En la homilía, que fue leída en húngaro por un sacerdote, el cardenal quiso mostrarse especialmente cercano a los niños que se iban a acercar por primera vez a la mesa eucarística y a los jóvenes que en días siguientes recibirían el sacramento de la Confirmación. La celebración, además, coincidió con la Misa de inicio de las actividades en las escuelas católicas, por lo que se hallaban presentes miles de estudiantes de todas edades, acompañados de sus familias. A todos los jóvenes presentes les recordó que la Iglesia los necesita de forma especial en este tiempo (por su juventud y entusiasmo) y que ellos necesitan de Jesús, que siempre está a su lado. También dirigió una palabra de «afecto y gratitud» a los sacerdotes: «Los obispos, junto con el Santo Padre, os agradecemos. Sois heraldos del amor de Dios, profetas del Espíritu».
Las actividades del congreso de lunes a viernes se desarrollaron en numerosas sedes. En el centro de convenciones HungExpo por las mañanas se rezaba laudes a las 8:45 horas y, a continuación, obispos y cardenales de todo el mundo daban sus catequesis sobre la Eucaristía en relación con el tema del día: la bondad, la paz , la paciencia, la esperanza y la fe. Antes de la celebración de la Eucaristía (sobre las 10:30 horas) se tenía un testimonio de vida de sacerdotes, laicos o representantes de nuevas formas de vida religiosa. El viernes, el último testimonio estuvo a cargo de János Áder, presidente de la República de Hungría y en él, tal como lo adelantó el presentador, quiso compartir cómo era su relación con Dios y cómo él, en primera persona, descubría tantas veces la cercanía y el cuidado divino en muchos momentos de su vida tanto personal como social e incluso de mandatario político. Concluyó afirmando que «se nos envían señales a todos, depende de cada uno si las vemos como obra de Dios o de la casualidad. Mi testimonio es que si uno vive según las leyes divinas, administra bien los talentos recibidos y busca a Dios, ¡va a encontrarlo!». Los aplausos, tan incesantes que obligaron al presidente a regresar al estrado, demostraron la gratitud de los presentes ante unas palabras sencillas, pero que llegaron al corazón, ya que podrían haber sido las de cualquier cristiano de fe verdadera.
Tras la comida se ofrecían numerosos talleres simultáneos en los que, principalmente se presentaron actividades y movimientos eclesiales en los que la Eucaristía tenía un papel preponderante: desde la adoración perpetua hasta nuevos movimientos aprobados por la santa sede en los que se ayuda a drogadictos a salir de su adicción acercándolos al Sagrario y a la adoración. La gran variedad de talleres (en total fueron 20) demostraron que la Iglesia sigue caminando al ritmo del Espíritu, que hace surgir iniciativas novedosas y cercanas, en todos los continentes y en las más variadas situaciones. No quedaban dudas de que la Iglesia sigue viva, siendo cauce de misericordia y cercanía divina, sobre todo para quien más lo necesita.
Por calles y plazas
Además de las actividades en HungExpo, Budapest se llenó de actividades en las que se podía participar sin inscripción previa. En las plazas más concurridas se montaron escenarios donde se ofrecían conciertos, testimonios y actividades para niños. Era sorprendente comprobar la acogida que tenían todas estas iniciativas, ya que no solo se veía a transeúntes que regresaban de sus trabajos, sino que eran muchos los que se acercaban con sus sillas para poder seguir con comodidad los actos y festivales. Iglesias y monasterios abrieron sus puertas a exposiciones y momentos orantes y de adoración. También fueron numerosas las iniciativas en las que se ofrecía a las personas una tienda de la escucha, donde sacerdotes, religiosas y laicos estaban disponibles para hablar sobre aquellos temas que se desease. Los mismos habitantes de la ciudad estaban maravillados de la respuesta que tuvieron estas iniciativas, realizadas por grupos católicos, parroquias y movimientos.
El viernes por la tarde, a partir de las 19:00 horas, más de 40.000 jóvenes se dieron cita en la Noche Joven, donde testimonios y conciertos de estrellas de la música contemporánea invitaron al canto y al baile, concluyendo con un emocionante momento de adoración eucarística en el centro del estadio Sport Arena Budapest.
Fin de semana eucarístico
El fin de semana comenzó desde temprano en isla Margarita, con una feria para las familias, donde decenas de movimientos presentaban sus carismas y sus actividades (muchas especialmente pensadas para niños) a cuantas familias quisieran acercarse. También había una zona de confesiones en todos los idiomas (con largas filas de peregrinos que deseaban acercarse al sacramento del perdón), conferencias, conciertos y juegos para todas las edades. En el centro del predio, una carpa de Lego, donde podía armarse, con la colaboración de todos, una imagen del Papa. Y para terminar las actividades, todos los participantes fueron invitados a formar una Eucaristía gigante, que iba siendo transmitida en directo gracias a un dron que sobrevolaba la isla.
A partir de las 15:00 horas, todos estaban invitados a participar de la celebración eucarística en la plaza Kossut, detrás del famoso Parlamento húngaro, que fue presidida por el cardenal primado, Peter Erdö. Al comenzar, Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla dirigió unas palabras en las que se refirió a la importancia que la Eucaristía tiene, también, en la Iglesia ortodoxa de la que es miembro y cabeza. Una vez más, se demostró, de esta forma, los ingentes trabajos ecuménicos que la Iglesia está realizando a nivel universal, pero que adquieren especial fuerza en suelo húngaro.
Al concluir la Misa estaba prevista, y así se realizó, una procesión eucarística con velas. Abrían el camino decenas de monaguillos reunidos también para celebrar una jornada especial. Sacerdotes, obispos y cardenales precedían inmediatamente a la custodia. Detrás de la presencia eucarística, decenas de miles de fieles adoraban, cantaban y rezaban mientras Jesús Eucaristía era trasladado por las calles y avenidas de Budapest, en un recorrido de aproximadamente tres kilómetros. Al llegar a la plaza de los Héroes ya había caído la noche y el espectáculo de Jesús iluminado por miles de velas (algunas repartidas por los organizadores, otras llevadas por los fieles, que querían ser luz junto a la Luz) era sobrecogedor. Incluso Erdö, generalmente hombre serio, no podía disimular su emoción ante la respuesta que el pueblo húngaro estaba dando ante esta procesión eucarística. La bendición final, que muchos tuvieron que seguir a través de las pantallas gigantes ubicadas en las principales avenidas cuando la plaza quedó desbordada de asistentes, fue, una vez más, recibir la gracia que Dios siempre quiere derramar sobre sus hijos amados. Tal como lo expresó tras la reserva el cardenal húngaro: «No podemos sino agradecer a Jesús que nos ha reunido y, en la Eucaristía, nos ha dado un solo corazón. Que su amor nos acompañe en la vida cotidiana para que vivamos con coherencia nuestra fe católica y nuestra caridad, como seguidores de Jesucristo».
Era aún de noche cuando los fieles más madrugadores se acercaron a la plaza de los Héroes y aledaños para participar de la Misa de clausura, la Statio Orbis, que sería presidida por el Santo Padre. Juan Pablo II, en el año 2000 fue el último Papa que lo hizo personalmente. Desde entonces, siempre había sido un legado pontificio el responsable de impartir la bendición papal a los asistentes. Últimamente, además, se unía un vídeomensaje del vicario de Cristo para todos los participantes.
El Papa en Budapest
El avión del Papa aterrizó a las 8:45 horas, tal como estaba previsto, y se tuvieron una serie de encuentros con miembros del Gobierno de la nación, obispos y miembros de otras iglesias. Una media hora antes de comenzar la Misa, prevista para las 11:30 horas, el Papa recorrió las avenidas cercanas a la plaza de los Héroes donde decenas de miles de fieles esperaban su mirada, su bendición y sus palabras. Durante la Misa, el Papa reflexionó sobre el Evangelio proclamado, donde Jesús pregunta a sus apóstoles: «¿Quién dice la gente que soy yo?». El Santo Padre invitó a todos a responder con el corazón y a hacer caso a Jesús que, como con Pedro, no se conforma con las declaraciones de fe, sino que «nos pide purificar nuestra religiosidad ante su cruz, ante la Eucaristía. Nos hace bien estar en adoración ante la Eucaristía para contemplar la fragilidad de Dios. Es una forma de rezar que se olvida demasiado. Dediquémosle tiempo a la adoración. Dejemos que Jesús, Pan vivo, sane nuestras cerrazones y nos abra al compartir, nos cure de nuestras rigideces y del encerrarnos en nosotros mismos, nos libere de las esclavitudes paralizantes de defender nuestra imagen, nos inspire a seguirlo adonde Él quiera conducirnos».
A modo de conclusión
Los actos del 52 Congreso Eucarístico Internacional concluyeron con la bendición del Papa. Sin embargo, sus frutos seguramente se extenderán en el tiempo y en la geografía mundial. En primer lugar, la Iglesia húngara fue la primera agradecida a Dios por la respuesta (no solo eclesial) que tuvo la iniciativa en un país donde un 37 % de habitantes se declara católico y uno de cada dos dice creer en Cristo.
La pandemia cercenó notablemente la participación internacional. Los participantes de fuera de Hungría fueron meramente testimoniales. Aun así, los esfuerzos para que todos pudieran sentirse como en casa y comprender los discursos, charlas y homilías, demuestran el ingente esfuerzo realizado por la diócesis de Budapest. Los vídeos que aún están colgados en el canal de YouTube del congreso, en seis idiomas, muestran claramente esta obra de caridad vivida dentro de la Iglesia y por el bien de todos.
Los miles y miles de fieles participantes, por tanto, eran mayoritariamente procedentes de Hungría. Posiblemente la emoción del cardenal Erdö al concluir la procesión eucarística no era tanto por la cantidad de personas reunidas sino por reconocer que era el pueblo húngaro, en pleno, quien se estaba haciendo presente en el congreso.
Las actividades que se ofrecieron previamente, en plazas y calles, abiertas a todo tipo de personas fueron, posiblemente, un ámbito de evangelización importante, que permitió a muchas personas conocer más y mejor la Iglesia, sus actividades, su labor y, sobre todo, al Dios que la reúne, la acompaña y la conforta en todo momento.
La fe y devoción con que los fieles participaban de las celebraciones fue un ejemplo para todos los asistentes. Incluso cuando coros de renombre eran los responsables de la animación litúrgica, la asamblea era una única voz que se alzaba al cielo mostrando también con el canto la unidad de la Iglesia. El himno del congreso —una reedición del que lo fue en el congreso de 1938 (con la misma sede)— era no solo conocido por todos sino entonado con alegría y emoción en todos los actos.
Finalmente, no es fácil medir los frutos que este 52 Congreso Eucarístico Internacional ha dado y seguirá dando por mucho tiempo. La celebración del mismo, de por sí, unida a la gran asistencia de fieles, muestran a las claras el gran anhelo de Dios que habita en el corazón de creyentes y no creyentes. Más aún, no es exagerado afirmar que la gracia del congreso es como una lluvia suave que sigue haciendo germinar la semilla de la fe en no creyentes y que fortalece la fe de los seguidores del Cristo.
Dentro de tres años, Quito acogerá el 53 Congreso Eucarístico al celebrar los 150 años de la consagración de Ecuador al Corazón de Jesús. La Iglesia, mientras tanto sigue en camino para anunciar la buena nueva eucarística por todos los rincones de la tierra. Como tantas veces se proclamó y se oró durante estos días del congreso, es en la Eucaristía celebrada, adorada y vivida donde encontramos al Señor que nos espera, nos ama y nos conforta, de tal suerte que somos testigos de esperanza en un mundo que llora tristezas y soledad testigos del amor ante una sociedad tan propensa a encerrarse en el individualismo. Tal como invitó el Papa en la homilía de la Statio Orbis, «este Congreso Eucarístico Internacional es un punto de llegada de un camino, pero hagamos que sea sobre todo un punto de partida. Porque el camino en pos de Jesús invita a mirar hacia delante y a acoger la novedad de la gracia».
Más información en la web de la Unión Eucarística Reparadora.