Así unió Laudato si a dos universidades públicas
Este 4 de octubre comienza un periodo de oración de cara al lanzamiento de la Plataforma de Acción Laudato si, un proyecto del Vaticano para que distintas realidades de Iglesia caminen juntas hacia la sostenibilidad
La clausura del Tiempo de la Creación, el lunes, será más que nunca un punto y seguido. Ese mismo día comenzará a funcionar la Plataforma de Acción Laudato si, puesta en marcha por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Durante siete años, los fieles y entidades que se hayan inscrito están llamados a trabajar para ser sostenibles en áreas tan diversas como la espiritualidad, la economía, el estilo de vida o la atención a los pobres.
Tebaldo Vinciguerra, de la Comisión para la Ecología del dicasterio, explica que además de los recursos adaptados que se envíen a cada tipo de realidad, buscan fomentar la colaboración y el trabajo en red. «Por ejemplo, si varios grupos de habla francesa quieren trabajar el tema del agua o a muchas familias anglófonas les interesa la espiritualidad, se pueden preparar materiales específicos».
También confía en que se multipliquen iniciativas, como la de «alguna universidad que ha hablado con una diócesis o una conferencia episcopal para apoyar a los inscritos en la plataforma». Este «caminar juntos» es uno de los incentivos para Trinidad Ruiz, de la Delegación de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de Mérida-Badajoz, que se encarga también de la ecología integral y por ello ha entrado en la plataforma. Ya tienen experiencia en este sentido, pues colaboran con un grupo de profesores de la Universidad de Extremadura vinculados al Movimiento de Profesionales Cristianos. En 2015, inspirados por el espíritu que plasmó el Papa en Laudato si, lograron que su universidad y la Universidad Estatal Amazónica, de Ecuador, firmaran un convenio para fomentar el intercambio y que los licenciados amazónicos hagan tesis doctorales sobre temas ambientales.
De puertas para dentro, en la delegación están dando pasos para integrar estos temas en el día a día de la vida eclesial. Y confían en que la plataforma sea un nuevo impulso. Por eso, llevan todo el verano trabajando para integrar los objetivos de la plataforma en el nuevo Plan Pastoral Diocesano, viendo «qué puede encajar mejor». De momento, su prioridad es llegar de forma sencilla a las familias y las parroquias.
Esta implicación de las familias parece que va a ser uno de los pilares de los inicios de la plataforma. Vinciguerra subraya, con sorpresa, que, entre las parroquias y diócesis, los centros educativos, los hospitales, las empresas agrícolas y los movimientos e instituciones religiosas, en la plataforma se han inscrito muchas familias de todo el mundo. La de Elisa Molina, en Palencia, es una de ellas. Su camino empezó hace unos años, cuando sus hijos entraron en la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), de Madrid. Por la asignatura de voluntariado comenzaron a colaborar con la Fundación Altius, y su entusiasmo contagió a los padres y a la hija menor. Desde el final del confinamiento, todos los sábados viajan a la capital para «hacer algo juntos para mejorar el mundo que nos rodea».
«Antes colaborábamos con Cáritas», pero de forma puntual «y sin darnos cuenta del trasfondo que había detrás», admite Molina. Al conocer el proyecto UFV Sostenible, de la universidad, fueron viendo de forma concreta que atender a los pobres es inseparable de «generar estilos de vida sostenibles a todos los niveles». Por eso, se han implicado en el aula de naturaleza y han integrado la reutilización de ropa y enseres como pilar de su voluntariado y de su propia vida. Usan prendas de segunda mano «con ilusión», y antes de comprar algo «siempre pensamos cómo conseguirlo» de otra forma. También han cambiado otros hábitos. En casa ya no se quedan luces encendidas, «algo impensable antes», y «solo sacamos el coche cuando diluvia o si vamos todos a Madrid». Si no, caminan, van en bicicleta, usan transporte público o comparten automóvil.