Así se viste a la Virgen de Los Gitanos en Madrid
Un vestidor y bordador sevillano viaja a Madrid desde 2011 para ayudar a esta cofradía. Este año, María estrena vestido
El templo huele a incienso y suena a marcha procesional. Semana Santa en el corazón cofrade madrileño. Este año, sí, se sale a las calles. Los Gitanos, con sede canónica en la parroquia Nuestra Señora del Carmen y San Luis, apuran horas y roban tiempo de sueño porque María Santísima de las Angustias y Nuestro Padre Jesús de la Salud procesionan en seis días, que será Miércoles Santo. Mariano Martín Santonja acaba de llegar de Sevilla. Son las 20:30 horas del jueves 7 de abril. Viaje exprés para vestir a la Virgen, como hace desde 2011, cuando vino a Madrid con su hermandad de Los Panaderos para vestir a su Virgen de Regla, que salía en el vía crucis de la Castellana con motivo de la JMJ. Los Gitanos le echaron el ojo.
Hasta entonces, a la Virgen la había vestido el equipo de camareras que este jueves ayudan a Mariano: Pilar, Juani y Lola (en la imagen principal, junto a Mariano, de izquierda a derecha). «¡Aquí están las chicas de oro!», las recibe el vestidor. Amigas, hermanas. Toda la vida ligadas a Los Gitanos. Pilar y Juani llegan apuradas: han estado en el pregón de Semana Santa del Cristo de los Alabarderos. Dan las 21:00 horas. La Virgen ya está en su capilla, en el suelo. La han bajado de su altar unos minutos antes unos hermanos a pulso, mientras el resto rezaba avemarías con velas encendidas. Momentos de reverencia y veneración estos en los que la Virgen es manipulada.
Está vestida de hebrea, como es propio en Cuaresma. Comienza el trabajo de desvestirla para vestirla de salida. No hay fotos de esto. Por respeto a la intimidad de la Señora, y porque «la imagen está hecha para verla vestida». Tiene cuerpo, de madera, hasta la cintura; después, un candelero hueco con ocho listones y base ovalada, «para que pese poco», que va tapizado de modo que las telas de los vestidos no se hundan, y enguatado para prender bien los alfileres.
La Virgen es de estatura media. Cintura finísima. Manos con uñas delicadas. Pestañas largas, negras y tupidas. Ojos grandes marrón oscuro. Rostro muy joven en medio de su dolor. Bajo el tocado asoma su cabellera, labrada, con un moño bajo adornado con dos claveles. Una gitana. Lleva una venda de licra marrón en el óvalo de la cara, que le tapa las orejas, a modo de diadema para que simule el pelo cuando luce tocado.
Hasta por dentro está guapa. Viste una combinación blanca con puntilla y unas enaguas con pasacintas con lazo azul y volantes. «Muy primorosa», cuentan las camareras. La ropa interior la cosieron ellas, con Juani a la cabeza, que le hizo en su día una saya con un traje de luces del torero Julio Aparicio. También unas enaguas con bolsillo, «sí, para guardar el móvil, como cuando vas al Rocío», bromeaba en su estreno. En realidad, le sirve para meter productos que protejan la madera, y también fotos de personas por las que piden los hermanos. Los más sufrientes, pegados a sus faldas, como Madre que es.
Cientos de alfileres
Mariano «cose con los alfileres». Situadas una a cada lado del sevillano, Juani y Pilar le van dando estos pequeñísimos instrumentos de costura que son la base de todo el trabajo. «Le tenemos que buscar nosotras la mano porque él no mira». Se siguen asombrando, después de tantos años. Le ponen el corpiño, los manguitos con puntilla al final de cada brazo, las mangas y la saya.
Este año, la Señora va de estreno. Todo se lo hizo Martín Santonja en su taller para celebrar los 25 años de la hermandad (en la imagen inferior, Santonja con el hermano mayor, Julio Cabrera, en su presentación). Por dentro de la saya, en el forro, van grabados los nombres de los hermanos cuya donación hizo posible este nuevo ajuar. Bordada en su parte delantera, tiene un doble forro de seda por detrás para que no se le vean las enaguas. Todo está cuidado al detalle; también la lazada de los vestidos, que no es fácil porque, como todo, «tiene su técnica».
Hay un pequeño receso. Mariano tiene que atender algo del pollero del paso de palio, la estructura de hierros sobre la que irá el manto de la Virgen. Las mujeres –también hay algunas camareras del Señor–, aprovechan y se arremolinan ante la imagen de las Angustias. Momentos de piropos, de intimidad con Ella, de tocarla… «Vamos a rezarle un avemaría por la paz del mundo». Por Ucrania. Quizá por dentro se acuerdan también de los suyos, de sus hijos, de sus enfermedades… Oración de corazones de madre al Corazón de la Madre.
Aprendió a bordar con una monja
Se diría que las manos del vestidor adornando el rostro de la Virgen son como las de un pianista acariciando las teclas de su piano. Con una delicadísima blonda que se ha traído de Sevilla, va sacando volantitos y ondas al rostrillo y al pecherín –zona de la cara y zona del pecho de la Señora–. «¡Le tenemos que querer [al vestidor], que nos la pone muy guapa!». En la cintura incorporan un fajín rojo, regalo de un general del Ejército, y aquí viene lo único que Mariano cose: la lazada, con hilo rojo, para que no se deshaga «con el movimiento del paso». Por encima, el cíngulo, bordado a conjunto con la saya y las mangas.
De «chico», Mariano quería ser escultor. En su casa jugaba a la Semana Santa haciendo pasos. Su padre, que murió cuando él tenía 8 años, era banderillero de profesión y hermano de El Baratillo. «En mi casa había ambiente religioso», pero no eran mucho de ir a la hermandad. Hasta que con 9 años, a través de una vecina de una tía suya, participó en un concurso de miniaturas de Semana Santa organizado por la hermandad de Los Panaderos. Al ver su habilidad, le preguntaron si se quería hacer hermano. Su respuesta fue mucho más allá: «Cuando yo sea grande, voy a ser el que vista a la Virgen».
Empezó con 16 años como ayudante del vestidor y este 2022 cumple 25 años vistiéndola. Paralelamente se fue formando como bordador. Le pidió a las monjas que bordaban para la hermandad si podía ir a preguntarles dudas. «Todas las semanas me iba con mi bastidor al convento de Santa Isabel y la madre Teresa me guiaba». Hay mucho cariño en cómo lo dice. Ahora tiene un taller en Sevilla con doce empleadas y realiza encargos no solo para su ciudad, también en Córdoba, Madrid… En estos días ha vestido a doce Vírgenes.
Cuidando todos los detalles
Mariano nos cuenta esto en otro receso. Mientras algunos retocan detalles del paso del Señor, hermanos de priostía y costaleros suben, bajan, utilizan todo tipo de herramientas para que el pollero esté perfectamente anclado a la base y se sitúe a la altura correcta para llegar a la Virgen. A su frente, el hermano mayor, que ha llegado con unas torrijas regalo del alcalde de Madrid después de un encuentro con hermanos mayores de cofradías.
Los hermanos recubren los alambres del pollero con tubos de poliespán para que el manto caiga suave. Es cerca de la medianoche. La Virgen es trasladada hasta el paso. Lo hacen, de nuevo, varios hermanos a pulso y mientras, tras Ella en procesión, el resto reza avemarías y terminan con un «Bendita sea tu pureza». La suben al paso con una pequeña grúa y anclan su cuerpo a la peana.
Mariano y las camareras ya están allí, esperándola. El vestidor empieza a pedir: «Venda, cintas, bridas, encajes dorados, toca, joyas…». Pilar, con su alfiletero en forma de corazón porque «es muy glamurosa ella» según Juani, se emociona mientras le pasa alfileres al vestidor. «Ella es la que me da a mí la fuerza, y el Señor, porque tú dime a mí… A mí se me ha ido la vida con la pandemia, a ver, sola en casa, sin marido [enviudó hace 16 años después de una vida entera con Jorge], con mis hijos y mis nietos todos en Estados Unidos…».
El vestidor va rehaciendo el tocado para cogerle a la Virgen el borde del manto y la toca –enrejillada en dorado– por encima de la cabeza y por los laterales del cuerpo. Añade un encaje dorado de bolillos de concha, «el más bueno», para la cara. Todo tiene que estar perfectamente ajustado con alfileres para que aguante a pesar de las levantás y el vaivén de los costaleros. Lo último, la corona, el pañuelo de su mano derecha y las joyas: un puñal en el pecho, una cruz regalo de la hermandad del Silencio, dos medallas, dos broches, una rosa en su mano izquierda, dos rosarios de filigrana, su nombre, Angustias, en oro…
«Ea, pues yo creo que ya…». Pasa la una de la madrugada. Lista. Los Gitanos ya tienen a su Virgen luciendo como una reina. Brillará por las calles de Madrid en un paso de palio que además estrena doce flecos de bellota, uno en cada varal, que al ser de madera sonarán de forma muy característica. Martín Santonja se volverá a Sevilla unas horas después. Seguirá con trabajo, aún le quedan Vírgenes por vestir. «Cuando las veo en la calle saliendo, después de haberlas visto tan frágiles delante de mí… Eso es lo que más me emociona».
Para más información sobre la Semana Santa en Madrid, como los recorridos de las procesiones o los horarios de culto, puede visitarse la web semanasanta.archimadrid.com.