Así llegó Sri Lanka a la bancarrota - Alfa y Omega

Así llegó Sri Lanka a la bancarrota

Pendiente de qué ocurrirá tras la dimisión del presidente y del primer ministro, un religioso no espera milagros: harán falta años para resolver la crisis

María Martínez López
Los manifestantes entraron en el palacio presidencial después de que el presidente Rajapaksa lo abandonara el sábado. Foto: Reuters / Dinuka Liyanawatte.

El oblato Shanil Jayawardena no tiene claro hasta cuándo llegarán de su país imágenes de la gente bañándose en la piscina del palacio presidencial, haciéndose fotos junto a suntuosos adornos o jugando a las cartas en sus salones. «No creo que estén dispuestos a irse» hasta comprobar que el presidente, Gotabaya Rajapaksa, realmente haya dimitido, como prometió el sábado después de que los manifestantes tomaran su residencia en protesta por la terrible crisis que golpea al país. También prendieron fuego a la residencia del primer ministro, Ranil Wickremesinghe, que anunció que dejaría el cargo cuando se formara un nuevo Gobierno.

Mientras llegaban noticias de varias conversaciones de los partidos políticos entre sí y con el primer ministro, Jayawardena comparte con Alfa y Omega, desde Roma, su esperanza de que realmente «dimitan ambos» y el Parlamento pueda elegir a sus sustitutos. «Creo que vamos por el buen camino», pues «parece que se están moviendo para formar un Gobierno de unidad nacional».

Sri Lanka
Población:

23,2 millones

Religión:

Budistas, 70,2 %; hindúes, 12,6 %; musulmanes, 9,7 %, y cristianos, 7,4 %

Renta per cápita:

3.225 euros

«No espero milagros», aclara rápidamente. «Ningún Gobierno puede resolver una situación tan grave en un mes o dos». Más bien harán falta «varios años». El Gobierno siempre ha achacado la crisis económica al aumento del gasto sanitario por la pandemia y al impacto de esta en el turismo, que privó al país de divisas extranjeras. «Es verdad, pero no es la única razón», matiza el oblato.

Desde el final de la guerra civil en 2009, «todos los gobiernos» se han endeudado para construir grandes infraestructuras que luego «no han generado los beneficios esperados» para devolver los préstamos, sobre todo a China. Otra mala decisión fue prohibir hace un año y «de un día para otro», el uso de fertilizantes químicos, lo que arruinó muchas cosechas. A ello se suma la corrupción. Hace dos semanas el cardenal arzobispo de Colombo, Malcolm Ranjith, pidió investigar la desaparición de las reservas nacionales de oro.

Los manifestantes se bañan en la piscina del palacio residencial, en Colombo, el 9 de julio. Foto: Reuters / Dinuka Liyanawatte.

En marzo, la subida del precio de los combustibles prendió la mecha a este explosivo cóctel. No había fondos para importar hidrocarburos, alimentos ni medicinas, y los precios escalaron un 60 %. En mayo el Gobierno dejó de pagar sus deudas, que alcanzan los 51.000 millones de euros, y la semana pasada se declaró en bancarrota.

Estos datos macroeconómicos tienen consecuencias muy reales. Miles de ciudadanos hacen cola durante días para intentar repostar, incluso durante las dos semanas de estricto racionamiento que acabaron el domingo. Al menos diez personas han muerto en ellas, la mayoría por infartos. Los cortes de luz (a veces de hasta 13 horas) son cotidianos, mientras se hablaba de multiplicar la tarifa básica por diez. La ONU estima que cerca del 80 % de la población deja de hacer alguna comida al día, y se ha vuelto a cocinar con leña. Un pastor evangélico relataba a AsiaNews casos de padres que mataban a sus hijos y se suicidaban por desesperación, y de familias que sobrevivían a base de fruta.

«La Iglesia está con la gente»

El nuevo Gobierno tiene por delante una tarea titánica, que comienza con negociar un rescate con el Fondo Monetario Internacional. «Bastantes personas» temen que las condiciones que se impongan al país, como la reestructuración de la deuda o el fin de los subsidios a la energía, castiguen a los más vulnerables. «Pero hemos llegado a una situación en la que no tenemos más opciones; tendrán que obedecer y hacer lo posible para reducir» las consecuencias negativas. Luego, opina el oblato, habría que cambiar la política económica, subir los impuestos a las rentas altas, y trabajar para no depender tanto de las importaciones.

El lunes siguieron produciéndose colas para repostar gasolina en Colombo. Foto: AFP / Arun Sankar.

Un aspecto positivo en medio de la gravedad es, para Jayawardena, cómo toda la sociedad «ha visto que la Iglesia está con la gente». Sacerdotes y religiosos, que sufren la carestía como todos, «están trabajando para distribuir comida y llevar esperanza», a veces mano a mano con líderes de otras religiones. También han apoyado sus reivindicaciones, hasta el punto de ponerse «en la vanguardia de las manifestaciones». «Ahora mismo hay un respeto hacia la Iglesia como nunca lo ha tenido».