Así afectarán los recortes a la calidad de la educación. Entre la tijera y la pared
La realidad económica de España ha puesto al sistema educativo en pie de guerra, y no porque llevásemos años invirtiendo mucho y mal en una enseñanza que cosecha pésimos resultados académicos, sino porque el Gobierno ha llevado a cabo un recorte de 3.000 millones de euros que afecta a las matrículas, las becas, al número de alumnos por aula y al de profesores por centro, al sueldo de los docentes… Los profesionales de la enseñanza lamentan que, «en algunos casos, los intereses políticos condicionan» las protestas, al tiempo que advierten de que, «por mucho que sigamos esforzándonos, parece difícil que algo de todo lo que está pasando no influya negativamente en la calidad del sistema»
Desde que el pasado abril el Gobierno anunció que iba a recortar 3.000 millones de euros en educación, las protestas se han sucedido a lo largo y ancho de nuestra geografía. A pesar de que no pocas organizaciones políticas y sindicales han intentado desgastar al Ejecutivo a costa del ajuste en la educación, los profesionales denuncian que, más allá de consignas demagógicas, los recortes afectarán, y mucho, a la calidad de la enseñanza.
Vocación a prueba de recortes
Don Jesús Pueyo, secretario general de la Federación de Sindicatos Independientes de Enseñanza (FSIE), explica que, a causa de los recortes, «las dificultades para impartir la docencia aumentan cada día», y enumera un catálogo de efectos secundarios: «Menos profesores y peor retribuidos, no se sustituye al profesor enfermo y se agrupan los alumnos de distintas aulas, una carga lectiva excesiva, reducción de programas y profesorado de apoyo y refuerzo, más alumnos por aula, cambios constantes de normativa que seguirán sucediéndose al ritmo que lo hagan los partidos políticos en el poder, problemas de financiación de los centros que impiden su funcionamiento normal y repercuten en los salarios y empleos del personal de administración y servicios…».
Y esto afecta de lleno a uno de los principales eslabones de la cadena educativa: el profesor. Pueyo explica que «la motivación del profesorado está bajo mínimos. Sólo la extraordinaria y contrastada profesionalidad que demuestran la mayoría de los docentes hace que esta penosa situación no repercuta en el rendimiento del alumno. Realmente, es difícil mantener el componente vocacional y profesional cuando el tratamiento que se recibe y las condiciones en las que se trabaja son éstas. Por mucho que sigamos esforzándonos, parece difícil que no influya negativamente en la calidad del sistema».
Incoherencia en la práctica
Lo más llamativo es que, mientras aplica estas medidas que perjudican, el discurso del Gobierno es el contrario: ha anunciado una Ley de Autoridad del Profesorado y un Cuerpo Nacional de Profesores, que posibilite una carrera docente como la que existe en los países que obtienen mejores resultados en el informe PISA… Pueyo, sin embargo, señala la contradicción entre la teoría y la práctica: «Para tener los mejores profesores hay que elevar el nivel de formación inicial y favorecer la formación permanente, con incentivos y facilidades para conciliarla con el desempeño del trabajo. Que no exista una Carrera docente denota la nula preocupación que han tenido hasta ahora los políticos por nuestra mejora profesional».
Invertir a pesar de la crisis
La realidad es que, de 2000 a 2008, España fue uno de los países de la OCDE que más invirtió en educación, sin que eso se tradujese en buenos resultados académicos. Ahora, la crisis ha puesto en evidencia que los recursos se han utilizado mal, «se han aplicado medidas de elevado coste sin ser necesarias en unos casos, y sin haber obtenido resultados positivos en otros». Y cita dos ejemplos, entre otros: «El primero: se han construido colegios de titularidad pública donde ya había una oferta suficiente para las familias, sin tener en cuenta las plazas de centros concertados y privados, y se han duplicado puestos escolares para potenciar exclusivamente la enseñanza pública y dificultar la libre elección de los padres. El segundo: se han puesto en funcionamiento medidas costosísimas, como la utilización de ordenadores personales en los centros, sin tener al profesorado preparado, sin recursos didácticos necesarios y sin que se haya obtenido ninguna mejora evaluable».
Por eso, Pueyo hace una enmienda al planteamiento central y defiende que no habría que recortar en educación, sino invertir bien: «No habría que haber reducido la inversión, se tendría que hacer más efectiva y, desde luego, hay otros ámbitos que deberían haberse tocado antes. Porque lo cierto es que se ha gestionado mal».
Protestas interesadas
Ahora bien. Como explica el secretario general de FISE, no todas las reivindicaciones contra los recortes son igual de lícitas: «Es contradictorio que en determinados momentos se alcen voces airadas pidiendo calidad de enseñanza y, en otros momentos, exista un silencio absoluto. Es evidente que, en algunos casos, los intereses políticos condicionan los movimientos sociales relacionados con la educación, y que la educación ha sido instrumento de apoyo o desgaste a los partidos políticos».
Por eso, ahora que centros y profesores se encuentran entre la espada de los recortes y la pizarra del aula, o si se quiere, entre la tijera y la pared, Pueyo concluye marcando el objetivo que debe perseguir el Gobierno: «Las inversiones en educación son la garantía de futuro de un país y nunca puede ser negativo dedicar recursos a la formación de las personas».