Asenjo sobre las inmatriculaciones: «La Iglesia no ha sustraído nada a nadie»
El arzobispo de Sevilla publica una carta que la polémica generada tiene más que ver con «apriorismos y prejuicios» que con «argumentos objetivos de carácter jurídico»
El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, ha publicado una carta a raíz de la polémica surgida en torno a las inmatriculaciones en la Iglesia y que ha tenido un amplio eco en los medios de comunicación. Lo hace porque él mismo tiene o tuvo relación con algunos de los inmuebles que están en el foco como la mezquita-catedral de Córdoba o la Catedral de Sevilla: «Fueron inmatriculadas en 2006 y 2010 en los años de mi servicio a Córdoba primero y a Sevilla después. Esto me autoriza a pronunciarme con conocimiento de causa sobre estos hechos. Lo hago en honor a la verdad para salvaguardar el buen nombre de la Iglesia».
Asegura el prelado que la Iglesia «no ha sustraído nada a nadie, ni se ha apropiado de algo que no fuera nuestro, es decir, el Pueblo de Dios». Y continúa: «Hemos inmatriculado en los registros de la propiedad los bienes que siempre han sido de la Iglesia, bienes que ella creó, que ha conservado y cuidado con diligencia, y que pone a disposición de todos, creyentes y no creyentes». También explicó que hasta 1998 estaba prohibida la inscripción de inmuebles dedicados al culto, cuando se permitió, posibilidad que fue suprimida en 2015. Aunque el cambio de norma se realizó con un Gobierno del PP, Asenjo recuerda que estuvo en vigor durante dos legislaturas socialistas.
Por ello, muestra su «perplejidad por esta deriva incomprensible sobre los bienes inmuebles de la Iglesia, deriva que a mi juicio no se funda en argumentos objetivos de carácter jurídico o histórico, sino en apriorismos y prejuicios». Concluye: «Estoy convencido de que la pretensión de anular las inmatriculaciones para que estos edificios señeros pasen a propiedad pública no tiene recorrido legal. Pido a Dios que la verdad se abra camino y la convivencia respetuosa se afiance entre nosotros».
Mezquita-Catedral de Córdoba
A lo largo de la carta, el arzobispo sevillano aborda uno de los casos paradigmáticos, el de la ya citada mezquita-catedral de Córdoba. Dice que a pesar de que las instancias municipales dicen que nunca ha sido propiedad de la Iglesia, 43 eminentes medievalistas aseveran lo contrario. Como también demuestra los archivos de la propia catedral o los títulos históricos.
«Las excavaciones arqueológicas dirigidas por el arquitecto Félix Hernández en los años 30 del siglo pasado demostraron la existencia en el subsuelo de la mezquita-catedral de un complejo episcopal que puede datarse entre los siglos IV y VI. Allí se encuentran los restos arqueológicos de la basílica visigótica dedicada a san Vicente Mártir. Sería deseable que prosiguieran las excavaciones. Se descubrirían, sin duda, la domus episcopalis, es decir la casa del obispo y de los clérigos, la escuela clerical y los servicios de caridad del obispo. En el año 2004, descubrimos y expusimos a la contemplación de los visitantes y turistas una parte mínima de la basílica, una pequeña habitación donde se reservaba la Eucaristía para los enfermos. Tanto los muros, construidos en el siglo VI, como la solería de mosaico del siglo IV, están plagados de símbolos cristianos […]. Todo este complejo fue destruido tras la invasión musulmana del año 711, aprovechando sus materiales para construir parte de la mezquita, cuya estructura arquitectónica básica se ha mantenido posteriormente gracias al cuidado de obispos y cabildos. La Mezquita de Córdoba fue donada por el rey Fernando III el Santo a la Iglesia tras la rendición de la ciudad el 29 de junio de 1236, siendo purificada y consagrada al día siguiente por el obispo de Osma, Juan Domínguez.», narra Juan José Asenjo.
Con todo, el prelado señala que las autoridades –nacionales, autonómicas o municipales– han reconocido con la firma de diversos convenios que la diócesis son los legítimos titulares de la mezquita-catedral, «propiedad indiscutible de la Iglesia cordobesa».
Catedral de Sevilla
El caso de la catedral de Sevilla no fue muy diferente: «San Fernando entregó a la Iglesia hispalense la antigua mezquita, con el alminar y el Patio de los Naranjos, indisolublemente unidos a aquella. Entre los muchos documentos conservados en el archivo de la catedral que avalan desde el siglo XIII la donación de la mezquita mayor a la Iglesia de Sevilla, baste mencionar el conocido privilegio de Alfonso X el Sabio de 5 de agosto de 1252 por el que da a la Iglesia hispalense “todas las mezquitas que son en Seuilla, quantas fueron en tiempos de moros, que las aya libres e quitas pora siempre por juro de heredat”. Se exceptúan tres “que son agora sinogas de los judíos”. Más tarde, en el año 1285, el rey Sancho IV cedió al cabildo el derecho de patronazgo real sobre las parroquias de la ciudad de Sevilla y arzobispado, salvo las excepciones de El Salvador y algunos priorazgos. A lo largo de los siglos, la propiedad por parte del arzobispado y su cabildo sobre su catedral no ha sido cuestionada por nadie, hasta el punto de que, en el decreto de desamortización de 1841, en el que se establece que “todas las propiedades del clero secular… son bienes nacionales”, se exceptúan “los edificios de las Iglesias catedrales, parroquiales, anejos o ayuda de parroquia” (art. 6º)».
En consecuencia, concluye el arzobispo de Sevilla, se puede afirmar que «la Magna Hispalensis fue construida por la Iglesia, del mismo modo que es evidente que tanto ella como la singularísima mezquita-catedral cordobesa, están hoy magníficamente conservadas gracias al compromiso constante de obispos y cabildos».