Argentina: se dan las condiciones para la visita del Papa
Miles de argentinos tienen un mismo deseo: que los visite el Papa. En las últimas semanas la esperanza se ha renovado por diversas señales llegadas de Roma. Los obispos del país han decidido refrendar su invitación al Papa esta semana, al inicio de una visita al Vaticano. Para uno de ellos, Santiago Olivera, en 2020 están «dadas las condiciones» para tan ansiado viaje. Olivera, obispo castrense, habla también de los recelos que en algunos sectores ha generado la beatificación del obispo Angelelli y tres de sus colaboradores asesinados por la dictadura militar
Este es uno de los asuntos prioritarios que los integrantes de la Conferencia Episcopal Argentina han traído a Roma con motivo de la visita ad limina. Un recorrido de trabajo que incluye encuentros en las diversas secciones de la Curia y diálogos privados con el Papa, divididos por grupos. El primero de ellos tiene lugar justamente este jueves 2 de mayo.
«Los fieles queremos que el Santo Padre venga, nos daría una gran alegría, más allá de algunas cosas que a veces algunos malintencionados hacen para dividir y agrietar más las relaciones, pero creo que todos nos sumaríamos con mucho gozo por la presencia del Papa argentino en nuestra tierra», asegura el ordinario militar argentino, Olivera, en entrevista con Alfa y Omega.
Olivera se muestra convencido por las condiciones favorables, relacionadas con varias fechas importantes para la Iglesia y el pueblo argentinos: en 2020 la archidiócesis de Buenos Aires cumple 400 años, también se celebran cuatro siglos de la Virgen del Valle en Catamarca así como 500 años de la primera Misa en territorio nacional, en el Puerto San Julián. El obispo incluso anticipa que sería una oportunidad para la beatificación de figuras nacionales como fray Mamerto Esquiú o Enrique Shaw, cuyos procesos ya se encuentran bastante avanzados.
Angelelli no fue un «subversivo montonero»
Junto al posible viaje apostólico, los obispos abordarán con el Pontífice otros asuntos de urgencia prioritaria, como la difícil situación económica y cultural del país, afectado desde hace meses por una alta vulnerabilidad financiera y un encendido escenario social. Así como la justicia social, la preocupación por los más pobres y los «nuevos desafíos» a la valoración de la vida, desde el inicio hasta el fin. «Son tiempos bien difíciles los que estamos transitando pero da mucho gozo poder compartirlos con el Papa, quien conoce nuestra historia», prosigue.
Francisco conoce bien a la Iglesia argentina. En la anterior visita ad limina, él era todavía arzobispo de Buenos Aires y Benedicto XVI conducía la sede de Pedro. Ahora las cosas serán muy distintas. «La visita es una expresión muy grande de comunión, de afecto. Va a ser un encuentro entre hermanos gozosos», continúa el obispo castrense. Y anticipa el deseo de escuchar los consejos desde el modo de ser Iglesia que Francisco trata de encarnar y hacer realidad «desde siempre».
Apenas el pasado 27 de abril, fueron declarados beatos cuatro víctimas de la última dictadura militar en Argentina. Se trata del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli; Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera. Todos ellos asesinados «por odio a la fe» en 1976.
Olivera asegura que tanto las comunidades como el «pueblo sencillo» han vivido las beatificaciones como una fiesta, pero al mismo tiempo reconoce que «algunos» no han comprendido este paso de la Iglesia porque durante muchos años se ha instalado una mentalidad de que «eran subversivos, montoneros [miembros de un grupo guerrillero] y muchas otras mentiras».
«La beatificación es una forma de hacer notar que la injusticia no viene a instalarse, la verdad tiene una fuerza esplendorosa, con humildad todos debemos aceptar la voz de la Iglesia que nos conduce, la que nos dice que no hay que tener miedo, que nos deja transitar por caminos difíciles pero que debemos transitar confiados en ella porque nuestra madre Iglesia sabe mucho más que cada uno de nosotros», sigue.
Olivera lamenta que en ciertos círculos haya surgido «una mirada más ideologizada» que «distorsiona la verdad». Y resalta que los nuevos beatos «fueron asesinados por un compromiso social con los más pobres, con el asociacionismo, con la participación que entendían desde el Evangelio como la transformación de la sociedad, sin violencia, sin odios».
Y aunque «en la Iglesia hay lugar para todos», confiesa sentirse dolido por algunos grupos que, «también de manera violenta», quieren influir o quitar verdad a una decisión de la Iglesia, que «es seria» y «no es una trasnochada». Por eso invita a la serenidad, a una mirada desde la fe, a unirse para decirle «nunca más a la injusticia, a la violencia, a la sangre y a la muerte entre hermanos».
Considera también que estos mártires invitan a pensar en un «tiempo trágico y difícil» para Argentina que jamás fue querido por Dios aunque «lo hayan decidido los militares de entonces, acompañados por algunos miembros de la Iglesia; 40 años después tenemos claro que nunca más debería volver a ocurrir».
Superar aquellas heridas del pasado podría servir para curar también las heridas del presente, en una nación altamente polarizada. En eso quieren contribuir los obispos, con la ayuda del Papa. De ahí su deseo de escuchar los consejos de Francisco para pensar nuevos modos de llegar a la gente. El ejemplo que se muestra con las palabras, los gestos concretos, el compromiso y la cercanía con el pueblo. «Que podamos dialogar, que tengamos un país mejor, que nos pongamos a trabajar, codo a codo, en un país en el cual podamos vivir de verdad la fraternidad, la justicia, la solidaridad», apunta el obispo castrense.