Aquella antigua Atenas - Alfa y Omega

Aquella antigua Atenas

Ha sido curioso este peregrinar de personas por cada uno de los escenarios, fuera de esa dinámica asfixiante del mundo virtual que, por obra y gracia del algoritmo, devuelve solamente aquellos argumentos u opiniones que se ajustan a nuestros postulados

Sandra Várez
El Festival de las Ideas en la Plaza de España de Madrid
Foto: Rafa Fraile.

Si hay algo que caracteriza a la filosofía es el arte de hacerse preguntas. Cuando Sócrates se enfrenta a los sofistas, que se erigen como portadores del conocimiento, lo hace justamente con el deseo de intercambiar su conocimiento con el de otros y, a partir de ahí, tener el valor de asumir que podemos estar equivocados y que hay ideas de otros que también nos pueden enriquecer. Para Sócrates, el discurso y la visión del mundo solo se pueden construir y enriquecer a través del diálogo o el debate, que él buscaba a base de una intensa actividad dialéctica en la plaza pública. Y es así, con la confrontación de argumentos, ideas y conocimiento como el maestro de Grecia se convierte en el padre de la filosofía occidental. Estos días, Madrid ha querido ser, salvando las distancias, algo parecido a aquella antigua Atenas. Los espacios para el diálogo y la conversación abierta se han sucedido por las principales calles de la ciudad. Desde grandes escenarios para recibir a importantes figuras de las letras, la sociología, la filosofía y las artes escénicas hasta pequeños atriles, donde espontáneamente se han congregado personas anónimas para conversar sobre inmigración,matemáticas, vivienda, Belleza, Dios… el Festival de las Ideas ha sido un ágora pública en el que se ha intentado «favorecer el diálogo» y «abrazar la diferencia».

Uno de los escenarios principales, el situado en la Plaza de España, ha sido el que ha suscitado mayor interés. Ya sea por curiosidad o por la potente campaña de marketing que ha acompañado a este festival, no ha sido fácil, pese a la lluvia, ocupar alguna de las múltiples sillas instaladas para asistir a las distintas conversaciones o propuestas escénicas. Han desfilado tanto pensadores reconocidos a nivel internacional como autores nacionales para hablar, entre otras muchas cosas, de las emociones en política, de la hiperconectividad, del aburrimiento, del amor y el desamor, de la autenticidad o del malestar democrático.

Ha sido curioso este peregrinar de personas por cada uno de los escenarios, fuera de esa dinámica asfixiante del mundo virtual que, por obra y gracia del algoritmo, devuelve solamente aquellos argumentos u opiniones que se ajustan a nuestros postulados; que cancelan, en muchas ocasiones, cualquier posibilidad de deliberación y de debate sereno y que han ido empobreciendo poco a poco el discurso. Entre el público, se intuía tanto al veterano profesor de universidad con la satisfacción de reconocer a algún que otro alumno, como al estudiante con la inquietud de completar temas. En las primeras filas, unas cuantas firmas conocidas; algún turista despistado en las de atrás. Detrás de mí un grupo de jóvenes hablaba de política americana; otros de culturas del bienestar, uno de los temas de discusión entre Sandel padre y Sandel hijo, que había tenido lugar esa misma mañana.

Los dos filósofos han sido algunos de los invitados a esta gran cita con el pensamiento, la primera de estas características que se celebra en Madrid. Dice Michael Sandel, premio Princesa de Asturiasde las Ciencias Sociales, y autor, entre otros libros, de El descontento democrático, que para salir de este y fortalecer la democracia es fundamental recuperar los espacios de debate público. Los parques, los polideportivos, las plazas… en definitiva, cualquier lugar abierto, dice, es susceptible de convertirse en un espacio de diálogo y de generación de ideas frente a las redes sociales, que considera «un modelo de negocio perverso». El filósofo norteamericano ha puesto el broche final a este festival con un análisis de aquello que nos lleva a la continua desazón y a comprar cualquier discurso tóxico, que no nace por generación espontánea. Habla, entre algunas de las causas, del abandono de los problemas de la clase trabajadora, de la pérdida del sentido de comunidad e identidad y de la falta de escucha, sin la que no es posible pensar y construir el bien común.

En un momento de especial ruido y crispación una convocatoria pública para intercambiar ideas, visiones y pensamiento es motivo de felicitación. Lástima que en este ágora se hayan dejado fuera esas corrientes de pensamiento que hablan de la dimensión religiosa de la vida, cuyo abandono tiene mucho que ver con muchos de los malestares contemporáneos de los que se ha hablado en el festival. Como dijo George Steiner, uno de los filósofos más importantes del último siglo fallecido a finales del 2020, es desde la experiencia religiosa como se puede alcanzar una comprensión más profunda del mundo. A ver si en la segunda…