Aquel amor que ni la muerte separó - Alfa y Omega

Aquel amor que ni la muerte separó

Cristina Murgas
Xavier Prats -director de Comunicación de Fomento– y Teresa Nebot, durante unas vacaciones

San Isidro y santa María de la Cabeza, son los santos más castizos de Madrid, su historia es el testimonio de fe a través de la humildad y el trabajo duro: labrar la tierra, sembrar con las propias manos la semilla de la vida. Para que la tierra germine hacen falta luz, agua, la fertilidad de la semilla que solo quien siembra, limpia la tierra y oxigena con amor ve sus frutos.

«¿Quién fue san Isidro mamá? Si solo sabemos que fue un labrador de la tierra del siglo XII, ¿dónde están sus actos extraordinarios para ser santo?», me preguntó mi pequeña Alexia ayer, sacándome de mis sueños, aún en la aurora de la mañana.

Intenté explicarle, pero no fue suficiente que ella captara en la sencillez lo extraordinario. Prometí entonces llevarla a la fiesta, en los barrios del viejo Madrid, para que en su entorno conociera más del santo en su día.

Nos preparábamos para ir a disfrutar del soleado Madrid que este año san Isidro nos regaló, entonces el don de la tecnología nos trajo a través de un WhatsApp una terrible noticia: «¡han fallecido los padres y la abuelita de 6 niños del cole mamá!».

Cambió el rumbo de la vida de la familia Prats Nebot en un instante, la muerte se llevó a Xavier Prats, a su mujer Teresa Nebot y a la madre de ella, María del Carmen del Valle, en un choque frontal con un camión. Les arrancó la vida de cuajo. Sin embargo, se han marchado de este mundo con un boleto ganador a la muerte: se fueron juntos, aquel «hasta que la muerte los separe» no llegó. Aquel amor infinito de esposos todo lo pudo. Dicen que lo que se ata en la tierra, atado queda para siempre en el cielo.

Os habéis ido sin despedir, pero bien atados. Encima llevando como equipaje otro lazo: madre e hija, un amor indestructible. Este mes teníais una cita: la Comunión de uno de vuestros pequeños. Qué ironía, un momento de atarse en familia, de alegría, de renovación.

No hay palabras para describir la sensación: impotencia, fragilidad, consternación… se hiela la sangre, la lengua enmudece. Desde mi perspectiva egoísta le pido a Dios hacerme entender por qué deja que pase esto; 6 niños huérfanos ¿cómo les va a compensar el dolor más grande? siempre he creído que es perder a quien amamos. Es no poder abrazarle, es no oír su respiración, sentir su olor… la muerte me asusta, lo reconozco.

Cayó la tarde, en la parroquia de las Nieves nos congregamos muchas familias de Fomento para clamar a Dios, para encontrar consuelo. En honor a san Isidro, el sacerdote explica la sencillez de un ser humano que en humildad sembró amor de familia, porque su esposa y su hijo también son santos.

Cuando habla del triste accidente de Xavier y Teresa proclama que ante el dolor no olvidemos que Dios siempre tiene un plan. Pienso que no puede haberse llevado a esos padres sin compensar a los niños… no puedo respirar, soy madre. Siempre he creído que si la muerte quiere bailar conmigo muy pronto y dejase a mis hijas en muy temprana edad sería un alma errante. ¿Dónde está la razón? Amar es una dura batalla.

El sacerdote nos llama a la reflexión: como cristianos estamos obligados a no abandonarnos los unos a los otros, a cuidarnos y querernos. Nos da tres claves sencillas: dar gracias, pedir perdón y por favor.

Gracias a los que nos dejáis lecciones de amor en esta vida.

Perdón por ahogar los sentimientos en silencios y no expresar a los nuestros cuanto os queremos.

Por favor acerquemos a Xavier y su familia en una oración, que la muerte jamás separará el amor infinito que como buenos labradores sembraron en sus hijos.

Vuelvo al principio de la historia, María e Isidro tuvieron un hijo llamado Illán. Uno de los milagros más conocidos del santo era que mediante su intersección llovía en el campo, quizá el más asombroso es aquel según el cual su hijo cayó a un pozo muy profundo y santa María de la Cabeza rogó a su marido que lo salvase. Cuentan las historias populares que al instante el agua del pozo subió milagrosamente hasta el brocal, llevando al niño sobre sus aguas intacto.

Mi hija Alexia ha aprendido más de lo que esperaba en san Isidro. Me dice que ahora tenemos una cita. Si Isidro y María rescataron con amor al pequeño Illán, Xavier y Teresa obrarán desde el cielo por sus hijos en la cita: la Comunión que tenían pendiente, a celebrar los próximos días.

Xavier y Teresa estarán compartiendo en el cielo el cuerpo y sangre de Cristo que recibirá su hijo. Todos estamos llamados a vivir esta Comunión a través de la oración, digo a mi hija.

San Isidro Labrador quita el agua de nuestros ojos y fija la luz del sol del amor de Dios en los corazones de los niños de Xavier y Teresa.