Hoy os dejo el testimonio de una amiga colaboradora de Ciudad Real, Eloísa Muela. Todo un regalo en Honduras. Aquí os lo dejo:
«Llegué hace casi cinco años a Honduras sin saber muy bien lo que iba a vivir… y mucho menos lo que podría cambiar mis planes esta estancia de dos meses con una beca de la Diputación de Ciudad Real que, a través de la ONGD Solman pude disfrutar.
Tuve la suerte de llegar a la casa de estudiantes de Marcala donde, junto a otros cooperantes de Ciudad Real, empecé a conocer a la gente de este país increíble y lleno de contrastes. La vida en las comunidades lencas me emocionó mucho y pude compartir experiencias con jóvenes de la casa y, sobre todo, del centro infantil San Cayetano.
Camino de la escuela miraba siempre a los niños y niñas con discapacidad, encerrados en sus casas, prácticamente invisibles en su comunidad. En el centro también había pequeños con necesidades educativas especiales que no podían ser atendidos de otra manera, porque no había recursos humanos ni técnicos para trabajar con ellos.
En el avión de vuelta solo tenía imágenes de las caras de esos niños por un lado, y por el otro, de mi sobrina y de los hijos de mis amigos, que tantas ganas tenía de ver.
Pero mi vuelta a Ciudad Real ya no fue igual. Desde que llegué comencé a pensar de qué manera podría apoyar desde España lo que había vivido en Honduras. Surgió así el proyecto Sinergias, con la idea de generar relaciones entre todos los agentes implicados en el desarrollo integral de estos niños con discapacidad y/o necesidades educativas especiales. Donde 1+1 siempre es mucho más que dos. Siempre pensando en obtener fondos desde España y trabajar para conseguir implementar este objetivo.
Poco a poco el proyecto se fue adaptando a la realidad de las personas con las que trabaja ACOES en Honduras y, para apoyar al mayor número posible de niños, se propuso plantearlo también en las escuelas de Tegucigalpa, ya que allí el número de niños con las características propuestas en el proyecto era mayor, y los profesores ya habían manifestado su inquietud por no saber cómo trabajar con ellos.
Así que, sin entrar en mis planes, pedí otra beca con Solman. «Dos meses más», me dije. Dos meses, vuelvo a casa y me centro en otros proyectos… pero ni modo. Fue volver a Honduras, llegar a las escuelas, conocer a estos niños y niñas, a sus profesores y a sus familias y ya no pude volver a ver las cosas de la misma manera.
Regresé a España y, a las tres semanas ya estaba de vuelta, dispuesta a compartir con las personas que había conocido y con todas las que pudiera, este bonito sueño de trabajar en los proyectos educativos de los estudiantes con mayores dificultades de aprendizaje. Aprender y desaprender. Supongo que eso es lo más enriquecedor y lo más difícil».