Antonio María Rouco: «Hay mucha tierra removida y por remover en España» - Alfa y Omega

Antonio María Rouco: «Hay mucha tierra removida y por remover en España»

«Con gratitud y sentimientos de alegría» ha acogido el cardenal Rouco la designación de Madrid como sede de la próxima Jornada Mundial de la Juventud. El arzobispo de Madrid acaba de presidir la Delegación española en la Jornada Mundial de la Juventud de Sídney, de la que destaca que «los jóvenes se han quedado con la certeza de que Dios los ama en Cristo». Con la vista puesta ya en 2011, el cardenal espera que el acontecimiento ponga a la Iglesia en Madrid y en España en contacto «con lo mejor de nuestra tradición», y sea también ocasión de conversión y purificación

Javier Alonso Sandoica
El Papa Benedicto XVI, junto al cardenal Rouco Varela, arzobispo de Madrid, tras el anuncio de la Jornada de 2011

Señor cardenal, si nos ponemos en la piel, supongamos, de un joven de Lugo que llegó hace quince días a Australia, y ha visto por las calles de Sídney a filipinos, indios, coreanos, libaneses, etc., seguro que habrá pensado: ¡Caramba, la Iglesia es muy grande!
Y eso también le habrá pasado a un madrileño, y a un barcelonés, y a un valenciano… Efectivamente, los jóvenes han visto que la Iglesia es una realidad espiritual formada por hombres, amasada con lo humano, una realidad que no conoce fronteras. Un lugar en el que se reconoce al hombre por lo que en sí mismo vale, que él es lo más importante, que del bien del hombre se puede vivir, y esto de una manera tan extraordinaria como no ocurre con ninguna otra realidad. Esta forma de concebir al ser humano sólo es posible porque, hace dos mil años, aquellos primeros hombres que formaban la Iglesia habían conocido a Dios de una manera extraordinariamente próxima e íntima, un Dios que había entrado en la historia del hombre. La universalidad de la Iglesia se construye, precisamente, por ese descubrimiento que es Jesucristo, que vive eternamente con los hombres y nos regala al Espíritu Santo. Nos lo da para recrearnos en lo mejor de nosotros mismos, y nos sitúa mucho más allá, en la perspectiva del amor de Dios.

Los medios de comunicación han podido dar una falsa imagen de la presente Jornada Mundial de la Juventud, como si todo hubiera sido una mera experiencia sensible. En cambio, los jóvenes han participado en las catequesis y el Papa no los ha consolado con sensiblerías, sino con la verdad, que es siempre exigente.
Los jóvenes se han quedado con la certeza de que Dios los ama en Cristo de un modo sobreabundante, que es real, y que su oferta afecta a la propia vida. Éste es un dato básico para muchos jóvenes que creen que nadie los quiere, o que ni ellos mismos saben si quieren o aman, ni saben qué es el amor verdadero, o si puede existir un amor capaz de salvarlos y que, además, sea eterno. Sólo en ocasiones especialmente dramáticas, por la muerte de algún familiar o de una persona próxima, los jóvenes pueden llegar a hacerse las grandes cuestiones, pero si no, apenas encuentran ocasión de darse cuenta de quiénes son. Y los jóvenes tienen que llegar a descubrir que los proyectos, o tienen una dimensión de eternidad, o no valen, ni siquiera para esta vida. La certeza de que Dios ama a los jóvenes a través de Cristo, al que se le puede tratar como a un amigo que los acompaña en el camino, es el primer gran don que Benedicto XVI les ha regalado en estos días. Y les ha hablado de la importancia de conocer la verdad para poder amar, y así realizarse en la vida personal y comunitaria.

El Papa ha vuelto a hablar de terrorismo…
Sí, y lo ha concretado en situaciones que nos son habituales, ha hablado de las dos grandes heridas: la de la creación y la del hombre. La verdad es que es un escándalo que el seno de la madre sea hoy uno de los teatros de acción donde mayor violencia se realiza, es un drama que el lugar más próximo y amable para el hombre, en el que está indefenso, sea lugar de violencia. El Santo Padre habló también del maltrato que hacemos de los elementos de la creación. Australia es un país casi virgen, y su tierra habla por sí misma del amor de Dios. El Papa, en su discurso de bienvenida, se remontó a su propia experiencia de contemplación de la belleza de la naturaleza durante su vuelo. Y la causa de los males hacia esa naturaleza proviene del hombre pecador, que rechaza a Dios.

Un momento del acto oficial de bienvenida en la catedral de San Patricio, en Melbourne, el 10 de julio

Durante la Eucaristía que usted presidió para los peregrinos españoles, dijo que la Iglesia en España era una Iglesia de Iglesias que ha recibido un gran don: en su historia nunca se ha roto la comunión católica.
Así es. Ha sido un gran regalo de Dios que incluye una gran respuesta de nuestros antepasados ante este don. En tiempos decisivos para mantener intacta la comunión de la Iglesia, la aportación de España fue decisiva. No se puede pensar el desarrollo de la Iglesia moderna sin los grandes teólogos del XVI y XVII, y sin los grandes santos españoles, dispuestos a ser testigos de Jesucristo en cualquier rincón del planeta. Ése es un patrimonio excepcional que pocas Iglesias particulares, dentro de los límites de un país, pueden mostrar, como sí España. Ese patrimonio fue elaborado por aquellas generaciones, y hoy lo acogemos, pero no pasivamente, ya que es un patrimonio que hay que recrear y revitalizar en un mundo que ha cambiado, en el que hay aspectos hostiles, o nada fáciles, para la comprensión del mensaje cristiano. Y eso es algo que descubrimos cuando vivimos una Jornada Mundial de la Juventud, y será un gran reto para la Jornada de Madrid.

En una de sus catequesis, ante peregrinos venidos de Iberoamérica, usted dijo que, en breve, nos olvidaremos de la alineación de los jugadores de la selección española de fútbol que ha ganado la Eurocopa, pero que jamás nos podremos olvidar de los santos, como para los mejicanos la figura del indio Juan Diego.
Es que es verdad

Y a los españoles nos ha recordado que nuestra nación siempre ha sido reconocida por ser pujante en la fe…
La Iglesia en España ha sido pujante en la cultura y en el pensamiento. Todo por su decisivo a Jesucristo y al cristianismo en la comunión católica, con frutos muy fecundos. Pueden decir algunos que, desde el punto de vista técnico, en los siglos XIX y XX, perdimos más o menos presencia exterior, aunque es un tema del que habría que hablar largo y tendido. Lo que sí hemos mantenido es el valor humano que nos ha traído la fe, una forma extraordinaria de respetar al hombre, de reconocer sus derechos y valorar excepcionalmente la entrega a los demás.

San Juan de la Cruz decía que, para que la gracia de Dios actúe en el hombre, hace falta que la tierra esté removida. ¿Está removida la tierra en España?
Yo creo que hay mucha tierra removida y también mucha por remover, no sé si más por remover que removida, pero se puede hablar de las dos cosas. Hoy existen realidades de vida cristiana en un contexto como el parroquial, y también más carismáticos, como las asociaciones de vida consagrada y los movimientos. Ésa es una prueba de que la tierra está removida, de que se ha limpiado mucha maleza que rodeaba el alma de los españoles. Pero todavía hay muchísimas zarzas en España que necesitan limpieza.