Antonio Gómez Cantero: «La fe se debe manifestar en la cultura de hoy» - Alfa y Omega

Antonio Gómez Cantero: «La fe se debe manifestar en la cultura de hoy»

Tras cuatro años en la pequeña diócesis de Teruel, afronta una nueva etapa en Almería. Construir una «Iglesia comunidad» y muy abierta es su sueño

Fran Otero
Gómez Cantero, emocionado, en la Misa de despedida de la diócesis de Teruel. Foto: Diócesis de Teruel y de Albarracín

Antonio Gómez Cantero lleva desde el 1 de marzo en Almería, aunque toma posesión como obispo coadjutor [se convertirá automáticamente en el titular cuando el Papa acepte la renuncia del actual, Adolfo González Montes] este sábado día 13. De hecho, cuando lo llamamos está en plena operación de orden y colocación de libros en su nuevo apartamento con la ópera Madame Butterfly de fondo. Un cambio con enormes desafíos, entre ellos, la situación económica de la diócesis.

De Teruel a Almería. ¿Le sorprendió?
En Teruel he aprendido a ser obispo. Allí la gente me ha ayudado mucho. Estábamos muy contentos y, de repente, llega la noticia de que el Papa quiere que vaya a Almería. Es un cambio radical. Vengo de una diócesis pequeña, Palencia, y he estado en una diócesis pequeña, Teruel, y llego a una diócesis de 850.000 habitantes. Con grandes ciudades y con grandes problemas, por ejemplo, de migraciones, y ahora de trabajo.

Se le vio muy emocionado en la despedida en Teruel.
Hicimos dos celebraciones por la situación de pandemia y en las dos conocía los rostros y los nombres de todas las personas. Al verlos llorar me emocioné. Todavía tengo el corazón rasgado.

¿Ha sido la reestructuración de la diócesis el proyecto más importante?
Ha habido muchos proyectos. Cuando llegué me fui encontrando con los niños de Primera Comunión, con los jóvenes de Confirmación y de la pastoral juvenil, con padres de familia… Quería saber cómo soñaban la diócesis. Luego llegó la restructuración, que hemos trabajado durante la pandemia.

Bio

Natural de Quijas (Cantabria), donde nació en 1956, Antonio Gómez Cantero siempre ha estado vinculado a la diócesis de Palencia, en la que vivió desde muy pequeño. Allí desarrolló su ministerio sacerdotal en distintos ámbitos: párroco, delegado de Pastoral Juvenil y Vocacional, rector de los seminarios mayor y menor y también vicario general. Un bagaje que hizo que Francisco le llamase en 2016 al episcopado para ir Teruel y ahora a Almería.

El resultado fue una novedosa organización en torno a cinco delegaciones: Periferias, Misión, Encuentro, Palabra y Liturgia.
Cada delegación, con su responsable, agrupa cinco áreas en las que trabajan otras tantas personas. Antes, cada una trabajaba en su ámbito, ahora lo tienen que hacer todos a una. Así, si la delegación marca tres acciones, todas las áreas tienen que volcarse en ellas, aunque no sean las propias.

En las delegaciones son mayoría laicos y hay una importante presencia de mujeres.
Lo mismo sucede en las áreas. Hay laicas y religiosas. La Iglesia es, sobre todo, mujer. El peso de nuestras comunidades, de Cáritas, de la formación, lo llevan mujeres.

Tiene una gran sensibilidad cultural. Es un voraz lector de novelas, un apasionado de la arquitectura, el interiorismo, la ópera… Diseñó la capilla del Obispado, escribió una obra de teatro sobre Judas y renovó la propuesta del museo diocesano. ¿Por qué es importante la cultura para la Iglesia?
La fe se manifiesta en la cultura. Tenemos que expresarla a través de ella. La cultura ha cambiado, y la fe se debe manifestar en la cultura de hoy. Por eso, en el Museo de Arte Sacro de Teruel mezclamos obras actuales con antiguas. Así, junto a un calvario del siglo XIV hay un acrílico basado en una foto de un joven crucificado en Alepo en 2015.

En la despedida había numerosas autoridades políticas. ¿Cómo ha sido su relación con este ámbito?
Muy buena con todos. Tengo que decir que lo he buscado. Es necesario dialogar para que crezca el pueblo.

¿Qué se lleva de Teruel?
La relación con la gente. Algo fundamental, pues un pastor tiene que estar en medio de las ovejas. También la capacidad de trabajar juntos, de dialogar sobre lo necesario y lo esencial para no perdernos en florituras. Mi lema y obsesión ha sido que «somos comunidad», como los primeros cristianos, que tenían una situación más difícil que la nuestra y estaban empezando. Nuestro mundo es difícil, pero no peor que otros.

¿Cómo afronta esta nueva etapa en Almería?
Voy a hacer lo mismo que en Teruel: hablar y estar con la gente. Voy a preguntar a todos cómo sueñan la comunidad diocesana: desde las religiosas de clausura hasta la gente que está trabajando en las situaciones más difíciles. Voy a abrir los ojos y el corazón. No voy a parar, como no paré en Teruel y voy a dar la vida. Luego, dependo de don Adolfo González Montes. Estaré a lo que me ordene y diga.

¿Es una ventaja contar con un periodo como obispo coadjutor antes de convertirse en titular?
Tengo varios meses por delante para ver a la gente, visitar pueblos y celebrar la Misa. Don Adolfo me ha dicho que yo puedo hacer las Confirmaciones de los pueblos. Muy bien. Y si no hago Confirmaciones, pues me escaparé a presidir la Eucaristía o a ayudar a los sacerdotes que tengan varias parroquias.

¿Tiene algún reto o prioridad?
Sin conocer la realidad no puede haber retos. Es cierto que hay situaciones de pobreza, que es un lugar complejo por la interculturalidad… Preguntaré a la gente, como en Teruel, qué es lo esencial y lo primero que tenemos que hacer para no andarnos por las ramas.

¿Le asusta la tarea?
No soy un hombre de miedos. Sí tengo precauciones y rápidamente sueños. Como me gustan la arquitectura y el interiorismo, veo la diócesis como un gran edificio que hay que construir y, por tanto, ver los cimientos que hay que poner, los pilares fundamentales.

¿Y cómo sueña la diócesis de Almería?
Como una Iglesia comunidad, una familia de hermanos. Y una Iglesia muy abierta. Tenemos que volver a releer sobre las primeras comunidades cristianas y descubrir que la comunidad se fortalece dentro, pero siempre está fuera. Los primeros cristianos se fortalecen como familia, pero siempre están al servicio de los demás, mirando hacia afuera, porque es la forma de que los conozcan y sepan que vale la pena vivir en Cristo.