Antonio Allende, rector de Comillas: «Para entendernos necesitamos el matiz»
Según el jesuita, el modo de hacer apostolado desde la universidad es «mantener un diálogo con la cultura»
Enhorabuena por el nuevo cargo. Cuando tomo posesión de él, dijo que son necesarias «personas de reconciliación». ¿Qué quería decir con esto?
—La reconciliación es un tema estratégico para la Compañía de Jesús. Se ha dado como misión en sus últimas congregaciones generales, aunque ya la tenía desde su inicio, con san Ignacio de Loyola. No hace falta ser un gran sociólogo ni historiador para darse cuenta de que uno de los grandes problemas que tenemos en nuestro mundo son las trincheras de todo tipo. En este momento, con guerras abiertas que hemos podido seguir. Hay muchos sitios en los que, para acabar con estos problemas, hace falta la reconciliación. Poner a la universidad al servicio de esta misión es muy importante.
¿Cómo puede la universidad servir para fomentar esta reconciliación?
—Estaba leyendo el otro día un libro que habla precisamente de «la cultura del matiz». Vivimos en una sociedad que se mueve mucho por eslóganes, afirmaciones generales y absolutas. Pero precisamente para llegar a conocer a las otras personas, entenderlas y colaborar juntos, hace falta introducir en nuestra conversación el matiz. Muchas veces tiene que ver con un conocimiento profundo de las cosas para poder decir: «Ni todo es como yo digo ni todo es como tú dices». Hay términos intermedios en los que nos podemos poner de acuerdo.
Un teólogo norteamericano, David Tracy, decía que para entrar en diálogo tienes que pensar en que es posible que el otro tenga razón. Si no, no habría posibilidad de diálogo. Este matiz, poder aquilatar tu pensamiento, dejar que el otro te enseñe que lo que tú dices tiene otra interpretación… A mí me parece que es lo que la universidad puede hacer con la investigación, con profundidad, conociendo bien los temas y generando conocimiento. Lo contrario son las fake news, decir cualquier cosa sin base científica.
Tiene mucho prestigio la Universidad Pontificia Comillas en cuanto a investigaciones científicas serias, solventes y dar una educación de mucha calidad. ¿Cómo puede ayudar a proporcionar esos matices?
—Una de las funciones principales de la universidad, aparte de la docencia y acompañar muy bien a nuestros alumnos, es generar conocimiento. Es muy importante seguir el método científico para poder conocer o acercarnos lo más posible a la verdad tecnológica, filosófica o teológica. Pero también tenemos que saber hacer transferencia de ese conocimiento, que llegue a la sociedad y lo pueda utilizar de manera práctica. A veces se podrá convertir en un programa o un motor, pero otras veces la transferencia es precisamente de ideas, de poder llegar a formular ideas que a la gente le sirvan para entender el mundo en el que viven y poder dialogar de verdad con sus contemporáneos. En esto, recibo una universidad que claramente ha ido creciendo en este aspecto de una manera muy grande.
Su universidad, al ser pontificia, ¿tiene también la misión de realizar un apostolado?
—Sí, lo que pasa es que lo hace al modo universitario. He trabajado en muchas instituciones de la Compañía de Jesús y cada una contribuye a su misión, que es la extensión del Reino de Dios. Lo que pasa es que aquí lo hacemos al modo universitario, no somos una parroquia, un centro social ni una oenegé. Somos una universidad que busca con la investigación, en este caso teológica, nuevas posibilidades pastorales y análisis sociológicos para saber qué está pasando con los hombres y mujeres de nuestro tiempo, qué palabra necesitan oír. Es el modo en que hacemos apostolado. La universidad tiene programas pastorales y litúrgicos, eso también lo cuidamos.
El apostolado que hace la universidad es más bien un diálogo con la cultura y este se hace en el ambiente de una institución en que se cultiva la fe. Nuestra misión universitaria es el diálogo entre la fe y la cultura.
¿Qué prioridades va a tener en este nuevo periodo?
—Está el tema de la investigación, la transferencia y la internacionalización. Eso es muy importante. Hay que recordar que la Compañía de Jesús tiene una red internacional de universidades, somos 200. No se puede desaprovechar que estemos en Japón, en la India, en Estados Unidos, en Uruguay, en Colombia, en cualquier sitio de Europa o en el Líbano, donde estamos muy preocupados por lo que está sucediendo en la zona. La internacionalización no es solo recibir profesores y alumnos, aunque tenemos que hacerlo, es que las universidades piensen en global en el mundo entero.
¿Podremos ver en el futuro algún proyecto colectivo de varias universidades de la Compañía de Jesús?
—Estamos en ello. El trabajo en red no es fácil, trabajamos en tres redes: la red UNIJES (Universidades Jesuitas), donde están los 14 centros universitarios que los jesuitas tenemos en España; la red Kircher (que debe su nombre al jesuita alemán Atanasio Kircher), con las instituciones universitarias que tenemos en Europa; y la IAJU (International Association of Jesuit Universities), que es la red internacional de esas 200 universidades.
Ahora estamos saliendo del aislamiento en que nos hemos estado moviendo. Durante mucho tiempo hemos trabajado muy localmente en nuestros países. Hemos sido autosuficientes y nos hemos dado cuenta de que para responder a nuestra misión de verdad necesitamos de los demás.
Nos estamos conociendo, en algunos sitios hay proyectos concretos. En UNIJES tenemos grupos de homólogos investigando juntos entre varias universidades. En Kircher estamos en un periodo de conocernos. En IAJU tenemos que conocer cuáles son nuestras posibilidades porque tampoco las sabemos.
A nivel de España, ¿tienen planes para ponerse en relación con el resto de universidades públicas y privadas?
Ya trabajamos mucho con todas las universidades. La Universidad Pontificia Comillas tiene la ventaja de que no es exactamente pública ni exactamente privada y puede hacer de bisagra entre los dos sistemas. Trabajamos con muchas universidades con cordialidad, el ecosistema universitario español es complejo y es rico y a todos nos hace mejores tener esa competencia.
¿Qué transformación debería experimentar un joven que entra con 18 años en la Universidad Pontificia Comillas? ¿Cómo debería salir para poder decir que la universidad también ha pasado por él?
—Nosotros tenemos dos lemas que concretarían el perfil del alumnado de salida. Aquel con que estoy más familiarizado dice: Conscientes, competentes, comprometidos y compasivos. El alumno que pasa por la universidad tiene que ser competente en su campo, tiene que tener un conocimiento de los instrumentos que tiene que manejar para desempeñarse en la vida y desempeñar su profesión. Tiene que ser consciente del mundo en que vive, no puede vivir para sí mismo y escondido. Tiene que ser consciente de que este es un mundo que necesita reconciliación, que los que están enfrentados se unan en un proyecto común de humanidad.
Y luego, comprometidos con la compasión, que se dé cuenta de que este mundo sin reconciliación necesita un tipo de persona que no solo sienta que las cosas están mal, sino que se comprometa en la solución. Cada uno desde donde quiera, pero tiene que encontrar su propio modo de contribuir a este bien común.
Algunos en la emprendenduría social, otros sumándose al sistema económico y financiero, otros como educadores… Queremos proporcionar todas esas herramientas para que puedan desarrollar su profesión y lo importante es que encuentren una posibilidad a una mejora de la sociedad y el mundo.