Obispo de Alepo: «Queremos que la ONU nos apoye más a nivel humanitario»
Antoine Audo participa estos días en un encuentro sinodal en Damasco entre la Iglesia y la ONU sobre cómo coordinar mejor la ayuda humanitaria en Siria tras once años de guerra
En el día en que la guerra en Siria cumplía once años, representantes del Vaticano, de la Iglesia católica en Siria y de Naciones Unidas se sentaron juntos a la mesa en Damasco. El encuentro, que termina este jueves, representa la particular forma de vivir el proceso sinodal convocado por el Papa en un país donde el 90 % de la población está bajo el umbral de la pobreza. Parece también el único diálogo en marcha en el país. Participan los cardenales Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, y Mario Zenari, nuncio en el país; miembros de conferencias episcopales como la francesa o la alemana, que sostienen a la Iglesia local, y obispos como Antoine Audo, al frente de la diócesis caldea de Alepo y expresidente de Cáritas Siria.
¿Por qué es importante que la Iglesia y sus entidades se sienten con representantes de la ONU en este momento, para abordar la realidad de Siria?
Esperamos poder hacer una evaluación objetiva de lo que la Iglesia ha hecho hasta ahora durante la guerra, y debatir cómo llevar a cabo un esfuerzo de sinodalidad y de colaboración para servir mejor a los pobres: reforzar la caridad por medio de una mejor coordinación. Queremos que los organismos de la ONU nos apoyen más como Iglesia a nivel humanitario.
Es preciso trabajar juntos, ir juntos hacia los más pobres, y hacerlo de forma profesional y transparente. Hace unas semanas visité Europa para preparar esta cita y proponer algunos proyectos humanitarios. También me reuní con personalidades capaces de trabajar por la paz.
¿Cómo es la situación en Alepo, cinco años después de su liberación?
Hay una pobreza generalizada. Y, dentro de ella, los más pobres son las primeras víctimas a todos los niveles. La consecuencia es que muchos terminan emigrando.
¿No se ha reconstruido nada?
Solo tímidamente, y a nivel individual. No tenemos la impresión de que la guerra haya acabado en Siria, y, como consecuencia, no se ha hecho nada en ese ámbito. Seguimos sin electricidad, y también sin combustible.
Hace tiempo que Siria casi desapareció de los informativos, salvo excepciones como el ataque del Estado Islámico a la prisión de Hasakah en enero. ¿Cómo está el tablero de juego?
Permanecemos en una actitud de espera mientras no haya una solución política a nivel internacional. La guerra en Ucrania demuestra que la de Siria no es solamente un asunto interno, sino que está causada sobre todo por intereses económicos a escala global.
También llegan noticias con cuentagotas de cómo la gente, incluso bebés, muere de frío en los campos de refugiados y en las fronteras. Pero llaman poco la atención.
Cómo despertar al mundo de su indiferencia es una cuestión difícil. Pasa por no dejar de informarse bien ni de buscar el bien común en la casa común.
El proceso de paz está bloqueado, los yihadistas todavía conservan algo de poder. ¿Se ha detenido el tiempo en su país?
Cambiar la situación en Siria debe hacerse a nivel internacional. Hace falta una voluntad de paz y de justicia para el bien de todos. Los cristianos deberían tener el valor de buscar la paz por delante de su interés económico.
¿Cómo ven los ojos sirios, tras once años de guerra, el comienzo de un nuevo conflicto en Ucrania?
Como cristianos sentimos que la guerra no terminará mientras exista esta carrera geopolítica entre las grandes potencias. Nosotros somos una especie de víctimas indefensas. Por supuesto, también notamos la injusticia en el distinto enfoque de los medios sobre la guerra en Siria y Ucrania.
«Me he pasado toda la mañana atendiendo a gente que viene a pedir ayuda llorando», relata a Alfa y Omega el marista de Alepo George Sabé. «Me preguntan si este es el precio que tienen que pagar por no haberse marchado». En el último año los precios han seguido disparándose. Con los 30 euros de un salario cualquiera «da para pagar el abono de un mes a un generador de electricidad» y poco más. Y la escalada puede seguir, pues el trigo les llegaba de Rusia y Ucrania.
La demanda de ayuda es enorme, «y en Cáritas Siria hacemos todo lo que podemos para apoyar», asegura Riad Sargi, su director ejecutivo. Aunque también se han detectado problemas, como que «algunas familias reciben ayuda duplicada mientras que de otras nadie sabe nada y no les llega». Por eso, una de los principales propuestas del encuentro de esta semana era establecer «una única oficina completa, que unifique el trabajo de todas las parroquias y diócesis» para optimizar los resultados. En el futuro, podría incluso ampliarse a otras iglesias.
En cuanto a la colaboración con la ONU, Sargi explica que «hasta ahora no recibíamos ninguna financiación suya, pero en las reuniones se ha abierto la puerta a cooperar, ya que dan dinero a muchas otras organizaciones». También quieren aprender sus estándares, pues «trabajan de forma muy profesional».