Antecedentes del viaje de Benedicto XVI: Un paseo por la Historia - Alfa y Omega

Antecedentes del viaje de Benedicto XVI: Un paseo por la Historia

Hasta que Benedicto XVI aterrice en Valencia (cosa que ocurrirá pasado mañana a las 11:30 horas), el único Papa que ha pisado –y besado– la tierra de España en toda la historia del cristianismo es Juan Pablo II. Tal acontecimiento ocurrió por primera vez el 31 de octubre de 1982, a las cinco de la tarde, en el aeropuerto de Barajas, en el primer viaje a España de Karol Wojtyla, que volvería a nuestros lares otras cuatro veces; la última, en mayo de 2003, para canonizar en plena calle –en el Paseo de la Castellana, de Madrid– a cinco españoles, testigos de la fe y del amor en el siglo XX

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La madrileña Plaza de Colón durante la celebración eucarística en la última visita de Juan Pablo II a España, el 4 de mayo de 2003.

Llega ahora a España, por primera vez, el segundo Papa que habrá pisado el solar hispano: Benedicto XVI. Pero es el caso que Joseph Ratzinger, siendo cardenal, ha recorrido ya las tierras de España: Madrid, Toledo, Salamanca, Pamplona, Murcia, etc. Viene ahora, ya como Papa, a cumplir un compromiso adquirido por su antecesor. Viene a Valencia, al V Encuentro Mundial de las Familias. Un viaje corto, pero que será intenso y enjundioso. España y el mundo seguirán con curiosidad e interés los pasos de Benedicto XVI, este Papa que huele todavía a nuevo, pero en quien la Humanidad está descubriendo también un maestro, un pastor y un amigo.

Con la historia en la mano, España, a pesar de su acendrado catolicismo, ha sido un país escasa y tardíamente visitado por los Papas. Sin embargo, rebuscando en los veinte siglos de tradición apostólica, resulta que otros obispos de Roma han tenido que ver con España. ¿Quiénes y en qué momentos? No faltan hombres y nombres que luego fueron Papas, o que antes de serlo habían conocido nuestra tierra.

De Dámaso I, a Juan Pablo II

Quizá el primero de todos fuera el Papa san Dámaso (366-384), que ocupa el puesto 37 en la lista de los Papas. Tradicionalmente, se le ha tenido por hispano, pero recientes estudios han propiciado que ahora se le considere romano. Así figura en el catálogo oficial de los Pontífices este Papa que convocó el primer Concilio de Constantinopla (381), que fue contemporáneo del emperador Teodosio (un segoviano nacido en Coca) y que pasó a la Historia como inspirado poeta de los primeros mártires cristianos.

Para encontrar otro Papa vinculado a España -y esta vez sin dubitaciones- hay que saltar hasta Silvestre II (999-1003), que fue el Pontífice del terrible año 1000. Era un monje francés (Gerberto de Aurillac), que se había educado en Vic, a la sombra del monasterio de Ripoll. Era un entendido en astrología y otras ciencias, lo que le dio fama de sabio y hasta de mago.

El tercer Papa de esta lista, Benedicto XIII (1394-1423), conocido como Pedro de Luna, había nacido en Illueca (Zaragoza). No cabe dudar de su españolidad, pero sí, y con fundamento, de su papalidad. Fue uno de los antipapas que produjo el llamado Cisma de Occidente (entre 1378 y 1414), en los tiempos de la residencia de los Papas en Aviñón. Murió en Peñíscola convencido de su legitimidad. Pero en el catálogo de los obispos de Roma figura como antipapa.

Pontífice legítimo y valenciano de solera fue Calixto III (1455-1458), nacido en Játiva y perteneciente a la afamada familia de los Borja. Elegido casi a los ochenta años, fue honesto y austero, pero no se libró del vicio de su tiempo: el nepotismo.

De hecho, poco tardó en hacerse con el papado un sobrino de Calixto III, su preferido. Fue Rodrigo de Borja, nacido también en Játiva, que pasó a llamarse Alejandro VI. Su pontificado fue político y militar, al estilo de su tiempo, pero su vida anterior había sido muy poco ejemplar, y así pasó a la Historia. Tuvo parte muy activa en la política de los Reyes Católicos, a quienes él concedió este título. Él mismo, por su Bula Inter coetera, dirimió las diputas entre españoles y portugueses a propósito de las tierras descubiertas en el Nuevo Mundo.

Adriano Florensz, que fue el Papa Adriano VI (1522-1523), no era español, sino flamenco. Su elección le sorprendió en España, en Vitoria, ya que formaba parte de la Corte de Carlos I y V, que le había nombrado preceptor suyo, luego Inquisidor General y Regente. Su pontificado duró apenas un año. Era el primer Papa no italiano después de siglo y medio. Pero fue también el último extranjero, hasta que cuatro siglos después de él fue elegido el cardenal Wojtyla.

Ya en el siglo XX, hay que anotar al Papa Benedicto XV (1914-1922). Su elección fue muy celebrada en España, ya que Giacomo della Chiesa había trabajado durante cinco años en la Nunciatura de Madrid y era buen conocedor y amante de España. Cuando, en mayo de 1915, Italia entró en la Primera Guerra Mundial, la presencia del Papa en Roma se hizo muy problemática, y llegó a pensarse que tendría que exiliarse. El rey Alfonso XIII, en nombre del pueblo español, le ofreció inmediatamente asilo político. Por fin no fue preciso el exilio papal.

Plenamente en nuestros días, cuando el cardenal Roncalli pasó a ser Juan XXIII (1958-1963), había recorrido buena parte de España y de sus principales santuarios en dos viajes sucesivos. Uno en 1950, siendo Nuncio en París, y otro en 1954, cuando era Patriarca de Venecia. De ambos viajes quedaron anotaciones llenas de espontaneidad en su diario personal. El historiador José Ignacio Tellechea, que le acompañó, junto con monseñor Laboa, en el segundo viaje, publicó las notas de Juan XXIII y sus propias impresiones, en un libro titulado Estuvo entre nosotros (BAC 2000).

El último Papa que cabe en este registro es Pablo VI (1963-1978), que quiso viajar a España, concretamente a Santiago de Compostela, en el Año Santo Jacobeo de 1971. Su voluntad se estrelló con la del General Franco, que puso el veto a tal viaje. Los detalles del asunto los reveló el embajador Antonio Garrigues, encargado de las gestiones. Así, el último antecedente de la visita de Benedicto XVI a Valencia son los cinco viajes sucesivos a España de Juan Pablo II, entre 1982 y 2003, que pertenecen ya a nuestra experiencia directa y personal.

Joaquín L. Ortega