Los ocho mil niños, jóvenes, profesores y familias que, el viernes pasado, se juntaron en el Aula Pablo VI del Vaticano para encontrarse con el Papa Francisco sienten una alegría especial por que él sea el nuevo sucesor de Pedro. Francisco es el primer Papa jesuita, y todas esas personas estudian y trabajan en colegios jesuitas de Italia y Albania, o participan en los movimientos juveniles de estos religiosos. La presencia de los niños de Albania era importante porque en ese país, durante muchos años, los cristianos estuvieron perseguidos y, hasta 1994, no volvieron a funcionar los colegios religiosos. Como forman parte de la misma familia religiosa, el Papa estuvo muy a gusto con ellos. De entrada, decidió no leer entero su discurso, que era «largo y un poco aburrido», sino hacer un resumen.
En su breve intervención, que era un resumen del discurso que había preparado, el Papa animó a todos los presentes, niños y mayores, a «ser magnánimos, tener un corazón grande, sin miedo, para acometer los grandes ideales», pero también «las cosas cotidianas», que tenemos que hacer en el día a día. Esto sólo se puede hacer mirando a Jesús, porque la magnanimidad es «caminar con Jesús, con el corazón atento a lo que te dice».
Después, respondió a las preguntas de algunos chicos y profesores. Varias de ellas eran en torno a su vida. El Papa, por ejemplo, contó que lo que le animó a hacerse jesuita fue que en la Compañía de Jesús se daba mucha importancia al espíritu misionero, y «yo quería ser misionero. Cuando estaba estudiando» para ser jesuita, «escribí al Superior General para que me enviase a Japón», pero él le respondió que, con la enfermedad de pulmón que tenía, no podía ser. Además, le dijo otra cosa muy importante, y era que «no se es más santo por ser misionero», sino «por ser bueno y tener caridad».
¿Le fue difícil dejar a su familia y amigos para ser sacerdote?, preguntó Eugenio. «Siempre es difícil. Para mí lo ha sido. Jesús te ayuda, te da alegría, pero hay momentos en que te sientes solo». Con todo, «es muy bonito seguir a Jesús, y luego llegan momentos mejores. Ninguno debe pensar que en la vida no habrá dificultades», pero «debemos seguir adelante con fe y confianza en el Señor».

Otros chicos le preguntaron sobre su nueva vida en Roma. Teresa le preguntó si siempre había querido ser Papa. Él respondió que no, porque «si una persona se quiere a sí misma, no quiere ser Papa». Sofía quiso saber si podía seguir viendo a sus amigos. «Mis amigos están a 14 horas de avión, muy lejos -respondió él-. Pero quiero decirte una cosa: tres de ellos han venido a verme y a saludarme, y los veo y me escriben y los quiero mucho. No se puede vivir sin amigos: esto es importante». También explicó que no se había ido a vivir al apartamento que hasta ahora usaban los Papas para no sentirse solo.
Antes de que el Papa se ofreciera a responder a sus preguntas, tres chicos -Guillermo, Sara y María Clara- leyeron al Papa un resumen de todos los mensajes que los alumnos de los colegios presentes habían querido escribirle.
«Deseábamos mucho conocerte», le decían; y también que «tienes un rostro feliz que comunica alegría»; y «pareces joven como nosotros». Por todo esto, «eres un Papa especial».
También le daban consejos:
«No trabajes tanto, debes cuidarte. Sabemos que el trabajo de Papa es difícil pero lo estás haciendo bien y, si tienes momentos difíciles, no te olvides de que es Jesús quien te dio este trabajo», y Él te ayudará a hacerlo.
También los niños están dispuestos a poner su granito de arena: «Todos los días rezamos un Avemaría por ti, porque sabemos que eres devoto de la Virgen».
Y no dudaban en pedirle ayuda: «Papa Francisco, tú que estás más cerca de Dios, ayúdanos a enfrentarnos a nuestros miedos y a ayudar a los que no creen en Dios».
Al terminar el encuentro, todos los participantes -incluido el Papa- rezaron al Sagrado Corazón de Jesús, ofreciéndole sus vidas y pidiéndole ayuda. Era la fiesta de ese día, y en los colegios de los jesuitas se celebra con mucho cariño.