Ante la inteligencia artificial - Alfa y Omega

En su encuentro con científicos, filósofos y líderes de empresas como Microsoft o IBM, que lanzaron el llamamiento Ética en la inteligencia artificial el 28 de febrero de 2020, el Papa les confirmó que esta se encuentra «en el núcleo del cambio de época que estamos atravesando». Su presencia cada vez mayor «en las actividades e incluso en las decisiones humanas, está cambiando el modo en que pensamos y actuamos». Francisco advirtió que «en el plano personal, la era digital cambia la percepción del espacio, del tiempo y del cuerpo», al tiempo que, «en el plano socioeconómico, los usuarios son reducidos frecuentemente a consumidores al servicio de intereses privados concentrados en las manos de unos pocos». Aún así, afirmaba que «estos peligros no deben ocultar las grandes potencialidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Estamos ante un don de Dios, es decir, un recurso que puede traer frutos buenos» siempre que su desarrollo no se deje exclusivamente en manos de las empresas: «No basta confiar en la sensibilidad moral de quienes investigan y diseñan los dispositivos y los algoritmos. Hace falta crear cuerpos sociales intermedios que aseguren la representación de la sensibilidad ética de los usuarios y de los educadores».

Lo que entonces percibían algunos está ahora a la vista de millones de ciudadanos con la irrupción de ChatGPT en el modo de trabajar —o de no trabajar, en el caso de estudiantes o periodistas vagos—, e incluso de pensar, a medida que el chatbot de moda orienta su elección de películas, series, canciones o temas de conversación. Los dispositivos wearable darán otro vuelco. El pasado 27 de marzo, el Papa volvía sobre el tema en los Diálogos Minerva, promovidos por el Dicasterio para la Cultura y la Educación. Preocupado por el aumento de la desigualdad, se preguntaba: «Nuestras instituciones, ¿tienen capacidad para responsabilizar a las empresas tecnológicas del impacto social y cultural de sus productos?». El Papa celebró «que haya emergido un consenso sobre el respeto de valores como inclusión, transparencia, seguridad, equidad, privacidad y fiabilidad». La tarea decisiva es ponerlos en práctica.