Año Santo Guadalupense: «María es hogar y ternura»
Con el lema Y desde aquella hora la acogió en su casa, el 2 de agosto a las 12:00 horas dará comienzo el Año Santo Guadalupense –que durará hasta septiembre de 2021– en el monasterio de Guadalupe. El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, presidirá una Misa de la mano de una Madre que «ayuda, sin descanso, a curar todas las heridas»
Con el lema Y desde aquella hora la acogió en su casa, el 2 de agosto a las 12:00 horas dará comienzo el Año Santo Guadalupense —que durará hasta septiembre de 2021— en el monasterio de Guadalupe. El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, presidirá una Misa de la mano de una Madre que «ayuda, sin descanso, a curar todas las heridas».
«Celebrar el Jubileo en Guadalupe supone vivir un momento de gracia, porque es casa de oración, sanación, encuentro y reconciliación. […] Peregrinaremos a la casa de la Madre para que allí nos ayude, nos acoja, nos bendiga y, sobre todo, nos proteja en todos los momentos de nuestra vida. Más aún en estas horas tan difíciles que estamos viviendo». Con estas palabras, el arzobispo primado de Toledo, Francisco Cerro, abre las puertas de una peregrinación que se celebrará desde el 2 de agosto hasta septiembre de 2021, y que reunirá a personas de todo el país. Un año santo «que se está preparando con mucha intensidad», tal y como reconoce el prelado.
El jubileo se festeja cada vez que el 6 de septiembre cae en domingo, algo que sucede con la cadencia de seis, cinco, seis y once años (14 veces en cada siglo).
Los preparativos están en marcha por medio de comisiones interdiocesanas y diocesanas que pretenden «tocar varios puntos para que el peregrino gane el Jubileo y la indulgencia plenaria mediante la visita a la basílica de Guadalupe», donde se apareció la Virgen María a un pastor a finales del siglo XIII. En segundo lugar, «debe rezar una oración y pedir por las intenciones del Papa». Y, por último, «ha de cumplir el sacramento de la Penitencia y de la Comunión». Es, en palabras del primado, «una experiencia profunda de Evangelio, de comunión y, sobre todo, de conversión».
Jubileo «marcado por el drama»
Guadalupe «es un lugar de gracia, como un río de vida y de luz —que es lo que significa Guadalupe—», descubre el arzobispo. «A todo el pueblo de Dios se le ofrece la posibilidad de peregrinar como un lugar de encuentro con Jesús a través de su Madre». Se van a llevar a cabo muchísimas actividades de la mano de la Virgen de Guadalupe: «Desde hace años, el lugar acoge a multitud de personas de toda España. Deseamos que vuelva a ser un precioso encuentro con el Señor».
El arzobispo de Toledo recuerda, de manera especial, a los enfermos, a los que han perdido a sus seres queridos y a los que están viviendo la hora del dolor. «Se quiera o no —reconoce—, va a ser un Jubileo marcado por el drama que estamos viviendo». Por eso, «la gente acudirá allí como un lugar de sanación, con celebraciones comunitarias de la Penitencia». Habrá ocasión de escuchar «a tanta gente que está herida», y de «organizar algún funeral por las personas que han muerto en distintos lugares y no han podido vivir la oración final y la paz que tenemos al despedirnos».
Custodiar un tesoro tan grande, confiesa el prelado, «es una gran responsabilidad». «Siento temblor, temor y alegría», y «es una situación que mí me desborda». Por otra parte, «lo asumo con humildad y sencillez, sabiendo que queda mucho por hacer para dar a conocer el gran tesoro de Guadalupe que, sin ninguna duda, es la Madre de Dios». Ella, insiste, «convoca a todo tipo de personas, llama a ricos, a pobres, a humildes, a obreros, a personas que están pasándolo mal, a jóvenes, a familias, a consagrados…». Una convocatoria «a la casa de la Madre» y un año «que será verdaderamente de gracia en estos momentos que estamos viviendo».
Y lo hace de la mano del Papa san Juan Pablo II, pues «conmemoramos que estuvo allí hace 25 años, y vamos a celebrarlo en este contexto jubilar».
Guadalupe, como reconoce Cerro, «tiene todas las bellezas que se pueden tener: espirituales, artísticas y personales». Por ello, anima a todos a «atravesar la Puerta Santa de la basílica». Con cautela, pero con fe. Ojalá, recuerda el arzobispo, «nunca olvidemos que la Madre siempre es hogar, ternura y cariño, y Ella ayuda —sin descanso y con amor— a curar todas las heridas».