Ángel Fernández Artime: «El Papa valora que allí por donde ha viajado había casas salesianas»
El rector mayor de los salesianos vive con «gran disponibilidad» ser creado cardenal con vistas a un encargo que el Papa aún no le ha anunciado
El cardenalato le llega siendo sacerdote y no como reconocimiento, sino en función de una misión que el Papa le encomendará en 2024. ¿Cómo vive la incertidumbre ante una misión que desconoce?
Ciertamente, con frecuencia el Santo Padre llama al servicio como cardenal a obispos que desarrollan un ministerio particular, de ordinario en sus diócesis. También hay nombramientos que tienen ese carácter de reconocimiento, como el de uno de los grandes teólogos del Concilio Vaticano II, el dominico Yves Congar; o el gran teólogo francés Henri-Marie De Lubac. En mi caso ¿qué puedo decir? Sencillamente que vivo este momento con gran disponibilidad y obediencia a lo que el Santo Padre me quiera pedir. Y con serenidad y paz, pues considero que la paz personal no se debe perder nunca, ni poner en riesgo.
¿Cómo se prepara uno para una misión que no sabe cuál será?
Toda mi vida como salesiano he vivido llevando a cabo misiones diversas que desconocía, que nunca elegí personalmente. Como en este caso, uno lleva consigo el sencillo bagaje personal que cada cual porta en su persona. Vivo desde la fe y con serenidad lo que esté por venir, confiando en Dios.
¿Está prevista su ordenación episcopal?
Sí. Es lo que me ha dicho el Santo Padre. Por indicación suya, será cuando deje mi servicio a la congregación, ya que de ser antes tendría que dejar de inmediato de ser el rector mayor, tal como lo determina el Derecho Canónico.
Coincidió con el Papa Francisco cuando él era arzobispo de Buenos Aires y usted provincial de Argentina Sur. ¿Cree que ese trato puede haber influido en la decisión de Francisco de contar con usted?
Absolutamente no. El Papa Francisco no es una persona que crea que debe compensar favores a nadie. Lo percibí siempre como una persona muy libre. Han pasado 14 años desde que nos conocimos en Buenos Aires. Los motivos de su decisión, también desde la fe, los sabe solamente él. Sí imagino que habrá pensado que podré ayudar en algo para lo cual pueda servir mi personalidad y recorrido en la vida. Solo eso.
¿Qué recuerdos guarda de ese tiempo?
Nuestra relación era la normal entre el arzobispo de una gran metrópoli y las congregaciones del lugar. Participábamos, por ejemplo, en la tarea de la Iglesia en algunas de las villas miseria, pues también los salesianos estábamos en esos lugares. Lo que más me impresionó siempre de él fue su corazón pastoral, su afecto y predilección por la gente más sencilla, y su sencillez en el vivir y en el modo de ejercer su servicio. En alguna ocasión hasta hemos coincidido en el metro, modo de desplazamiento de miles de personas, entre ellas nosotros.
Siempre insiste en que el Papa quiere mucho a los salesianos.
Siempre he dicho que percibo que el Papa nos tiene un gran afecto. Pero eso mismo lo podría decir de tantísimos otras realidades. Lo que sé es que el Santo Padre sigue apreciando nuestra fuerte decisión de estar siempre al lado de los jóvenes. También sé que valora el hecho de que allí por donde ha ido en sus viajes había casas salesianas, en medio de los más humildes. Lo que usted llama «vertiente salesiana» creo que es sencillamente sintonía en lo que Don Bosco quiso para los jóvenes del mundo.
Prácticamente en el ecuador de su segundo mandato como rector mayor se ha presentado la necesidad de presentar su renuncia y adelantar el Capítulo General. ¿Qué retos y oportunidades traerá el próximo año y medio?
Si todo va como me ha indicado el Santo Padre, a finales del próximo julio presentaré mi renuncia, tal como contemplan nuestras Constituciones Generales al ser llamado para otro servicio. Este tiempo que se podría llamar de transición se debe exclusivamente a que el Papa Francisco había pensado desde el primer momento que la congregación salesiana necesita poner en marcha todo un proceso que en una congregación grande requiere tiempo: organizar un Capítulo General realizando antes los capítulos provinciales en 92 provincias. Este tiempo es una absoluta bendición para poder realizar un cambio en la animación y gobierno de la congregación de modo natural y sereno. Nuestro capítulo general se adelantaría un año solamente, y no me cabe duda de que es esta una oportunidad magnífica para ponernos en disposición de que el Espíritu Santo nos indique lo más importante en el aquí y el ahora para que los salesianos seamos en la Iglesia lo que tenemos que ser y tal como siempre nos soñó Don Bosco.
Parte importante de esa preparación son las visitas a las inspectorías. ¿Qué prioridades y temas se van a abordar en ellas?
Las visitas no se improvisan ni las comienzo ahora. He visitado ya las 92 provincias, en 118 de los 135 países en los que estamos. En estas visitas sigo pidiendo, en todos los contextos, que los salesianos y la familia salesiana seamos en la Iglesia creadores de comunión y que vivamos con radicalidad y entrega generosa nuestra vocación. Nuestra opción por la educación y evangelización es clara y decidida. Ciertamente en cuanto a los resultados tendría que decir, quizá como muchos, que «hacemos lo que podemos». No me olvido nunca de pedir que nunca descuidemos a los muchachos y jóvenes, y entre ellos los más pobres, los excluidos, los que no tienen otras oportunidades. También estamos presentes, mayoritariamente, en contextos multiétnicos y plurirreligiosos e intentamos educar a los jóvenes y ayudarlos a vivir con coherencia y autenticidad su propio credo.
¿Irá a países en conflicto donde los salesianos llevan a cabo una importante labor, como Ucrania o la República Democrática del Congo?
He visitado ya esos dos —Ucrania antes de la guerra—, y otros en situaciones delicadas. En mayo de 2024 espero ir de nuevo a la República Democrática del Congo, pues las presencias salesianas crecen significativamente en ese país y en toda África. Allí la vida brota a borbotones; hay alegría y mucha esperanza. También muchas necesidades. Nosotros intentamos ayudar desde donde tenemos experiencia: preparar a niños, adolescentes y jóvenes para la vida.
Ha sido el primer rector mayor español. ¿Qué balance hace?
Destaco lo que considero más importante: hay continuidad (¡no continuismo!). Han sido años de sintonía con los anteriores, pero hemos intentado dar respuesta a este presente, que no es el de hace diez o 15 años. Vivimos años de serenidad en la congregación. Hay mucha vida. No tenemos la paz del cementerio, la paz de quienes se preparan a morir, sino la paz de quienes buscan vivir para los demás sirviendo. Hemos seguido extendiéndonos en estos años en algunos países, como por primera vez en Malasia y Gambia y con nuevas presencias donde ya estábamos. Hemos tomado decisiones bonitas en favor de los refugiados, en campos como Yuba (Sudán del Sur), Kákuma (Kenia) y Palabek (Uganda). Y no somos los únicos. He encontrado tantas personas e instituciones eclesiales que trabajan en favor de los pobres, que conmueve. Lo digo sin triunfalismo, pero la Iglesia llega donde parecería imposible.
En su primera entrevista con Alfa y Omega como rector mayor afirmó que uno de sus objetivos era reforzar la faceta evangelizadora de su labor educativa. ¿Qué pasos se están dando en este sentido?
Creo poder decir con honestidad que lo estamos intentando o lo venimos haciendo. Desde el más profundo respeto a las personas —y a otros credos y religiones—, optamos por educar y evangelizar desde la libertad de las personas. Intentamos anunciar al Señor Jesús con la vida y la palabra. Muchas veces no podemos con la palabra, pero sí con el testimonio. En esto ha ayudado la terrible situación de aislamiento que hemos vivido en la pandemia de la COVID-19: en todo el mundo se comparten experiencias y buenas prácticas educativas, sociales y evangelizadoras, y se está notando su difusión.
¿Qué cree que espera el Papa que aporte usted, salesiano, como colaborador suyo?
No hago ejercicios de adivinación. Cuando me pida lo que sea encontrará mi disponibilidad confiando en que pueda ayudar desde lo que soy y desde mi recorrido. Allí donde esté llevaré conmigo mi experiencia de 45 años de vida religiosa como salesiano de Don Bosco y mi predilección por los jóvenes y por los más pobres.