Amiga de los granmoun - Alfa y Omega

«Tú eres amiga de los granmoun», que literalmente quiere decir «persona mayor». No sé si emplearía la palabra amistad. Pero sí es verdad que muchos de los mayores de Jean Rabel me producen gran admiración y ternura. Tipal, con sus noventa y todos años, es historia caminante del pueblo. Es el sacristán de la iglesia católica. Con ese cuerpecito al que le queda grande toda la ropa, no para. Como la viuda pobre del Evangelio, se acerca cada día a la cesta a echar su ofrenda. Esos pasos cortos, rápidos. Dios mío, esa monedilla vale más que todos los billetes de los honorables.

También está la señora del camino —hay millones de caminos, pero para mí se destaca este, el camino, donde habría que buscarme si me pierdo—. No me preguntes su nombre, es conocida como gran abuela. El ritual del encuentro con ella es siempre el mismo. Se suele sentar en una silla enfrente de su casa, donde en ese momento haya sombra. Cuando me ve pone primero cara de pena, para pasar, casi al instante, a la risa y al baile. Con ella pierdo toda vergüenza y me uno a esa música que solo nosotras escuchamos.

Serafina, también toda llena de vida, ya pasa sus días encamada. No tuvo hijos, o como ella dice, poko —todavía no—. ¡Quizás le pase como a Sara o a Isabel! Con los ojos entreabiertos y la sonrisa que pacifica, creo que soy yo la que sana cuando voy de visita.

Clotilde vive en una casucha que los vecinos le dieron; dentro solo caben una camita y una silla. Tiene una pierna completamente doblada, secuela de un accidente que le fracturó tibia y peroné. La minusvalía le impide buscarse la vida y su familia se desentendió de ella. Son los que están alrededor, que también experimentan la carencia, quienes se ocupan de ella. Lifaite casi no ve y lo de oír, aún peor. Hace poco falleció su hermano; sin embargo, su sentido del humor no cambia. Entre risa y risa un mesi Bondye, con ese tono de voz que tanto le caracteriza. Siempre salgo de su casa a carcajadas, aunque no sepa muy bien por qué me río.

Sus sonrisas desnudas, los cuerpos ajados, las edades infinitas, la memoria de los hijos perdidos, la voluntad para mantenerse en la dura cotidianidad, las mismas ropas de gala, el todo agradecimiento a la vida, la docilidad de quien confía porque vive en manos de Dios.