Américo Aguiar: «Vamos a cambiar las catequesis de la JMJ, queremos escuchar»
Retomar las JMJ con aires nuevos tras la pandemia y en medio de la crisis son retos a los que se enfrenta el obispo auxiliar de Lisboa y presidente de la fundación organizadora
La semana pasada se encontró con los obispos españoles durante la Asamblea Plenaria. Con la apertura de las inscripciones y la JMJ diocesana el 20 de noviembre ya estamos en la cuenta atrás para Lisboa. ¿Ha influido esto en los temas que abordaron?
Nos estamos esforzando para estar muy cerca de los jóvenes españoles, de la conferencia episcopal y de las diócesis. Hemos estado ya con Madrid, Galicia, Castilla y León, Orihuela-Alicante… Nos gustaría que la JMJ de Lisboa esté marcada muy especialmente por la presencia de los jóvenes de España. El encuentro durante la plenaria fue para actualizar información logística y práctica sobre inscripciones y alojamientos, cuando quedaban 249 días para la jornada. Es importante porque el contingente de España será significativo y hay que anticipar lo más posible la logística.
Tratamos también la semana anterior, cuando miles de jóvenes de España estarán en las distintas diócesis de Portugal durante los Días en las Diócesis. Nos alegraría que todas o casi todas las 21 diócesis de Portugal puedan contar con su presencia, y estamos trabajando para que sea así. Es normal que todas quieran ir al “top 10” de ciudades famosas. Pero las diócesis que no son del litoral ni tan urbanas —Vila Real, Braganza, Lamego, Guarda, Viseu, Beja— están trabajando con mucho cariño para acoger. Por eso pedimos apertura de corazón para encontrarse también con los jóvenes de ellas. Todas tienen sus matices en cuanto a patrimonio natural y cultural o gastronomía, y el amor de sus pueblos para acoger.
Ya hay 200.000 jóvenes inscritos.
Y los españoles son los segundos después de los portugueses. Estamos muy contentos, pero sabemos que este dato todavía no quiere decir mucho. En todas las jornadas hay un pico de inscripciones hasta Navidad y después se ralentiza. Luego otro con Pascua, baja, y en verano de nuevo. Es como una montaña rusa.
¿Se prevé alguna colaboración de la Iglesia en España?
Por ejemplo, vamos a concretar este trabajo fraterno con la conferencia episcopal en la cuestión de los voluntarios. Para nosotros es muy necesario un gran contingente de voluntarios, y pedimos ayuda a los jóvenes de España. Necesitamos su participación y generosidad para venir a Lisboa desde ahora, y luego en la propia jornada.
Han insistido en que los jóvenes que vayan solos o en grupos muy pequeños se sumen a otros más grandes. ¿Por qué?
La experiencia de una JMJ es de comunidad, no es una vivencia individual. No queremos forzar, pero aconsejamos que se sumen a algún grupo próximo —no a algo totalmente ajeno, eso puede generar obstáculos—. Es muy pedagógico y aconsejable por ejemplo que jóvenes de parroquias, movimientos o que no pertenecen a nada en Madrid formen parte del conjunto de jóvenes que van con la diócesis.
También sabemos que para muchos la JMJ marca un antes y un después. Provoca a los jóvenes una reflexión sobre su vocación o se sienten impulsados a tomar decisiones. Y es importante que al día siguiente de regresar puedan seguir compartiendo la experiencia con otros y que sean testigos de lo que han vivido.
Esta JMJ, cuatro años y medio después de la última y con la pandemia de por medio, es quizá de las más esperadas. ¿Cree que marcará el comienzo de una nueva etapa?
El Santo Padre insiste en que sea así. Estamos trabajando con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida para ser receptivos a los gritos de los jóvenes. Hemos sido testigos de que era necesario cambiar la dinámica de lo que llamábamos catequesis, y vamos a hacerlo. Va a cambiar el nombre —estamos pensando en Levántate, pero no está cerrado— y la metodología. Van a tener una parte nueva al principio, en la que los jóvenes van a hablar. El obispo escuchará y luego les hablará desde lo que ha escuchado. Al final, celebrarán juntos. Los jóvenes siempre han valorado este encuentro con el obispo, aunque a algunos les sabía a poco solo escuchar. Y nosotros queremos escucharlos y decirles que los necesitamos para caminar juntos. Al final de estos encuentros podríamos tener un resumen en un documento que puede ser interesante ofrecer al Santo Padre en el contexto del Sínodo.
A un mes de la apertura de las inscripciones para la Jornada Mundial de la Juventud —el pasado 23 de octubre—, más de 200.000 jóvenes de todo el mundo se han inscrito ya. Siguiendo el consejo de Américo Aguiar, se recomienda a los jóvenes españoles que se inscriban a través de sus diócesis o de los movimientos o congregaciones a los que estén más próximos.
A estas realidades, la Conferencia Episcopal Española les propone formar parte del macrogrupo de la CEE, en el que podrán formar uno o varios subgrupos.
¿Podrá hablar cualquier joven, o habrá un proceso previo?
Les vamos a exhortar, quizá a partir de enero, a que hagan foros en su comunidad para hablar de Laudato si, de Economía de Francisco, de Fratelli tutti, de salud, de desempleo, de sexualidad. Y a que cuando lleguen a la jornada, se sientan portavoces; pero sin formalidades. Que sea una cosa improvisada, pero muy bien preparada.
¿Los temas de estos encuentros seguirán el lema de la jornada?
Sí. María se levantó y partió sin demora es muy propicio para ello: la salida a la misión, a las periferias geográficas y existenciales. El lema es muy fuerte, muy provocador.
¿Tendrá esta JMJ un tono especialmente mariano, también con la cercanía del santuario de Fátima?
Las dos últimas lo están teniendo, porque el tema en Panamá fue la Anunciación. Para nosotros es muy emocionante trabajar con María como propuesta, como presencia, como desafío, como la primera misionera, como Iglesia en salida, como el rostro materno de la Iglesia. Estamos trabajando con el santuario y la diócesis de Leiria-Fátima para programar lo más posible que los grupos puedan ir. Y el Papa tiene en su corazón la voluntad de ir también en algún momento de la jornada. Siempre que va a uno de estos encuentros procura visitar el principal santuario mariano.
En sus últimos viajes la agenda se ha reducido mucho por su situación física.
Todos tenemos rodillas y sabemos lo que es cuando nos duelen; y conocemos abuelos octogenarios. Ahora nuestro abuelo tiene este problema y cuando somete a su rodilla a mucha presión le duele. Estamos trabajando para que también el peregrino Francisco tenga una experiencia lo más positiva posible y que la jornada no sea demasiado exigente para él.
Se retoma la JMJ después de la pandemia, ahora tenemos una guerra en Europa, y ambas han desencadenado una crisis mundial. ¿Cómo se está teniendo en cuenta en la organización?
El Papa dijo en la audiencia general del 23 de noviembre que será un encuentro mundial por la paz y la fraternidad. En estos tiempos es urgente que nos podamos reunir de todos los países en torno a la paz y la fraternidad, hoy ausentes. Desgraciadamente, en cualquier momento puede sorprendernos un conflicto mundial —cuando cayeron los misiles en Polonia pensé que íbamos a entrar en él—. También desafortunadamente, los problemas económicos son normales. En América Latina la gente se queja de que la economía es siempre un obstáculo; y ahora puede serlo de forma muy significativa. Pero queremos trabajar con la ilusión de que todo es posible, de que podemos hablar y colaborar para superar los obstáculos.
¿Cómo?
Es propio de la jornada el auxilio a los jóvenes de países con situaciones sociales, políticas y económicas particularmente frágiles mediante el Fondo de Solidaridad. Las conferencias episcopales normalmente también posibilitan que los jóvenes de su país tengan que hacer un esfuerzo menor. El Papa nos pide que la jornada sea sostenible económica y ecológicamente. Hacer las cosas de la mejor manera posible respetando la naturaleza y el bolsillo de todos es un desafío considerable, y no siempre es compatible. Pero estamos haciendo todo lo posible.
Los jóvenes no pagan por participar —muchos lo hacen sin inscribirse—. Además, nos estamos arriesgando para buscar soluciones sin sobrecoste y poder mantener, cinco años después y con el fantasma de la inflación, casi el mismo precio de los packs del peregrino de Panamá. El mayor problema son los viajes en avión. Hemos hablado con Iberia, con TAP (la aerolínea portuguesa) y otros grupos. Pero el mercado es el mercado y puede haber algún gesto pero no mucho.
¿Marcará la pospandemia el tono de los actos centrales, por ejemplo del vía crucis?
Todos serán iguales a como suelen ser. Lo que sea diferente será lo que desee el Papa, que tendrá su propia agenda y prioridades de encuentros. Eso será la sal, el aderezo de la estructura de la jornada. En cada JMJ el vía crucis tiene su marca y se inspira en las prioridades y sufrimientos del momento, y estoy seguro de que el de Lisboa también va a ser espejo de las circunstancias actuales de la juventud.
¿También tendrán un protagonismo especial los países vinculados históricamente a Portugal?
Tenemos una relación de amor e interés por los Países Africanos de Lengua Oficial Portuguesa, por Brasil, por Timor Oriental y por España. Es con los que tenemos un trabajo más cercano. Este agosto recorrí durante tres semanas Brasil —es más grande que Europa—, una peregrinación muy simpática y fraterna para invitarlos. Recibí una respuesta muy positiva de querer, pero tienen muchas dificultades económicas. Este noviembre fuimos personalmente a Angola, Mozambique, Santo Tomé y Príncipe y Cabo Verde. Creo que en diciembre iremos a Guinea-Bissau y Timor Oriental.
¿Y durante la jornada?
Está todo abierto. Quienes preparan el Festival de la Juventud y quienes están trabajando la narrativa de conjunto de toda la semana tienen conciencia de este desafío de la marca portuguesa, y estoy seguro de que será visible.
¿Cómo están preparándose los jóvenes en Portugal para la jornada?
La peregrinación de los signos de la JMJ está ya en la 13ª etapa, Setúbal. Ahora va a comenzar a ir a las diócesis más pobladas del litoral. Se siente ya un crecimiento de la alegría y el empeño de los jóvenes de cara a la jornada. Por otro lado, las diócesis se están preparando con mucha alegría para acoger en sus casas y familias a jóvenes del mundo entero durante los Días en las Diócesis. Como dice el himno, sentimos «prisa en el aire». Cuando decimos «¡solo faltan tantos días, todavía faltan tantos días!», es una sensación doble de alegría y miedo.
¿Qué consejo daría a los jóvenes españoles que van a ir a Lisboa para que se preparen?
Es costumbre que las diócesis, el Comité Organizador Local y el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida hagan propuestas. Es muy importante que haya una preparación espiritual, porque la meta de la jornada es interior, no turística. Queremos propiciar, como dice el Papa, un encuentro con Cristo vivo. Y para eso hace falta que cada joven haga su camino —espiritual, y luego físico—. Este año es fácil porque la imagen del lema es María, una joven que ha dicho sí al proyecto de Dios y a partir de ahí toda su vida ha sido concretar ese sueño.
Yo repito a los jóvenes lo que les dice Francisco: sean soñadores, luchadores y poetas. Tienen que reconquistar el valor de soñar después de estos dos últimos años, que no fueron propicios para ello. Es necesario luchar por los sueños, porque no se concretan así como así. Y poetas, porque sin esa sal y pimienta las cosas no avanzan.
Hace unos días les decía en Elche (Alicante) que tenemos que soñar y para concretar los sueños tenemos que tomar decisiones todos los días. Una muy importante es cuando suena el despertador. Si sigo durmiendo, mis sueños no se van a cumplir. Pero es una lucha titánica de cada día. Todos los días, tenemos que pensar: ¿quién va a vencer, el sueño o los sueños? Por eso les decía: hasta la jornada, en cuanto suene la alarma, ¡fuera de la cama!