Álvaro Medina: «El mayor tesoro que tiene la Iglesia ahora son los mayores»
La Conferencia Episcopal Española acaba de publicar el documento La ancianidad: riqueza de frutos y bendiciones. Lo analizamos con el presidente de Vida Ascendente, que ha participado en su redacción
¿Por qué son importantes estas orientaciones sobre la pastoral de las personas mayores?
Las personas mayores formamos una comunidad con unas necesidades comunes que tiene que ser conocidas, reconocidas y acompañadas, y unas virtudes que deben ser utilizadas. Ante el número cada vez más grande de mayores, este texto da pie a que haya una actividad pastoral relativa al mayor y con el mayor. El Papa Francisco dio el primer paso en 2020, cuando nos invitó a todos a dar un paso adelante para que fuese una realidad. Este documento es el segundo.
¿Cuáles son los principales puntos?
El primero es reconocer al mayor. Aunque parezca una obviedad, ni siquiera el mayor se reconoce a sí mismo. Nadie quiere la vejez, pero es un maravilloso regalo de Dios. Una vida larga es un regalo espléndido. Por tanto, el primer objetivo es conocer y reconocer al mayor en su realidad. Otro aspecto tiene que ver con nuestro compromiso con la sociedad. Tenemos la misión de ser testigos de cómo Dios nos ha acompañado y está con nosotros. Estas evidencias dan contundencia a la fe.
Ser mayor se ve socialmente como algo negativo. Incluso se habla de una Iglesia envejecida como algo que evitar. ¿Qué opina?
La Iglesia tiene en su interior un inmenso tesoro, que es un ejército enorme de testigos de vida en la fe, los mayores. No hay que verlos solo como lo hace la sociedad, como personas que por razones de salud o fortaleza ya no son productivas, sino todo lo contrario. El mayor tesoro que tiene la Iglesia ahora son los mayores. El Papa nos dice que hacen falta más testimonios y menos discursos. En esta parte de la Iglesia hay extraordinarios testigos.
¿Qué piden los mayores a la Iglesia?
Lo primero es ser reconocidos, pero no para recibir gratitud, sino para ser útiles a la Iglesia y a la sociedad. Si queremos que nuestro testimonio tenga valor entre los jóvenes, lo primero que hay que hacer es reconocer este testimonio. Las historias de nuestros mayores están fundadas en encuentros reiterados con Dios. No es cualquier historia. La Iglesia y la sociedad nos necesitan. Por tanto, es importante cambiar la mirada sobre los mayores, dejar de considerarlos amortizados y ver el valor que aportan.
- La CEE apuesta por la promoción de una pastoral específica del mayor en parroquias y diócesis contando con las iniciativas existentes.
- Teniendo en cuenta que la vejez es una etapa que requiere cuidados, la Iglesia se propone acompañar a las familias en esta tarea con voluntarios formados. Incide también en la necesidad de cuidar a los cuidadores.
- También se compromete a reclamar los derechos de los mayores ante problemas como pensiones bajas, viviendas no adecuadas, brecha digital…
- El texto muestra, además, al mayor como un agente evangelizador más con las nuevas generaciones y con sus coetáneos.
Parece difícil en un mundo donde prima la productividad, ¿no?
Si miras a la personas solo desde el punto de vista físico o económico, sí. Pero la persona tiene, además de su componente físico e intelectual, el espiritual. El físico y el intelectual decaen con el tiempo, pero el espiritual no. Cuanto más tiempo pasa, más se fortalece. Y esa fortaleza espiritual del mayor no solo no es despreciable, sino deseable. Pero mientras la sociedad no atienda a lo espiritual, no verá este tesoro.
En la Iglesia se da por hecho que los mayores ya van a la Iglesia. ¿Por qué es necesaria una pastoral específica?
Dice el Papa que la rutina es un enemigo de muerte. Hemos dado por hecho que esta parte de la sociedad ya está reconocida y atendida. El mayor no solo necesita una pastoral, que sí, sino ser parte activa de la Iglesia. Es cierto que ya hay mayores en todos los rincones de la Iglesia, pero que no sea una rutina.
En el documento también se abordan cuestiones como la atención a las personas dependientes, el cuidado de los cuidadores e, incluso, la soledad.
Se ven muchas facetas como la atención a los acompañantes, el papel del mayor como agente de pastoral, la formación o la lucha contra la soledad. La soledad no deseada es un mal tremendamente grave. El hombre no ha nacido para estar solo, sino para estar en sociedad y actividad. Tenemos que poner todo nuestro empeño para que así sea. Arrancar de la soledad o aliviar la soledad es una misión ineludible.
También se presentan iniciativas concretas, una de ellas es Vida Ascendente. ¿Cuál es su propuesta?
Ofrece un lugar en las parroquias donde los mayores se reúnen en pequeños grupos para reflexionar sobre el Evangelio y aspectos específicos de la vida del mayor. Esto hace que seamos escuchados. Dentro de la Iglesia hay oportunidades para escuchar, pero lugares donde poder hablar, no tantos.
A finales de septiembre celebran un encuentro internacional entre Fátima y Santiago. ¿De qué se trata?
Queremos unirnos, compartir lo vivido durante la pandemia, dar gracias a Dios porque estamos aquí y visibilizar al mayor ante la Iglesia y la sociedad.