Alumnos y profesores de la URJC enseñan filosofía a los presos: «Necesitan sentirse escuchados»
El proyecto Filosofía en la prisión ya se lleva a cabo en centros penitenciarios de Madrid y Toledo
Filosofía en la prisión. Aprender a pensar, saber vivir es el nombre de un proyecto que la Universidad Rey Juan Carlos está implementando desde hace apenas unos años en diferentes prisiones de Madrid y de Toledo, por el que alumnos y profesores enseñan nociones básicas de derecho y de ética a los internos que lo deseen.
«Aunque la condena esté justificada e incluso sea reconocida por el propio preso, ello no obsta para arrebatarle ni privarle de otros derechos fundamentales» como el de la educación, afirman Marta Albert Márquez y Delia Manzanero, coordinadoras del proyecto. «Son ciudadanos de pleno derecho que continúan formando parte de la comunidad», por lo que es necesario garantizar este derecho a la población reclusa «si lo que de verdad se busca es su reinserción», añaden.
En los talleres con los internos, alumnos y profesores de la URJC analizan junto a los reclusos conceptos como el de libertad, justicia, soledad, muerte, amor, conciencia moral o responsabilidad social, «todo ello a través de una comprensión general de la vulnerabilidad humana que permita sentir el dolor ajeno e identificarse con el dolor de otras personas», aseguran las coordinadoras.
De este modo, los internos trabajan estos conceptos «con la tierra de sus vidas, con el humus y con lo humano de sus elecciones», haciendo de la filosofía «la bisagra que abre la puerta de una realidad precaria, condenada y vulnerable como la del preso».
Junto a ello, hay un objetivo muy concreto, el de «reducir significativamente todas las formas de violencia enseñando herramientas a través de la filosofía para un abordaje no violento de las situaciones conflictivas».
A lo largo de todas y cada una de las sesiones, alumnos y profesores se han encontrado con personas «que no solo necesitan un psicólogo, una persona de seguridad o un médico, sino que también precisan atención y sentirse escuchadas. Necesitan saber que hay alguien que se pone en su lugar, que se preocupa por ellos y que los trata con la dignidad que merecen. Todos los presos con los que hablamos muestran una gran necesidad de dialogar y de comunicar lo que les pasa», afirman Marta Albert y Delia Manzanero.
Para los miembros del equipo docente de la Universidad Rey Juan Carlos, ir a las prisiones a enseñar filosofía supone «una tarea enormemente estimulante y formativa que nos permite formularnos cuestiones que quizá nunca nos habríamos formulado en otro contexto». Así, el presidio «nos proporciona un momento de reflexión también sobre el mal, ese fenómeno que nos es común», por lo que «cuando entramos a los talleres no están ahí la profesora y los convictos, sino solo personas enfrentadas a su propia naturaleza y dispuestas a reflexionar, cada una desde su vulnerabilidad, sobre temas humanos que nos son comunes».
Junto a ello, este proyecto permite a los alumnos de la URJC «desarrollarse como actores sociales», viendo a los internos «con otros ojos que no son los de la indiferencia o los del miedo», sino creando una «empatía» que supone «reconocernos como iguales en lo que nos identifica, en nuestra vulnerabilidad compartida».
Por todo ello, estos talleres de Filosofía en la prisión, además de reducir las desigualdades y emplear la educación «como instrumento igualatorio», hacen de la filosofía y del afán de saber un modo «de mejorar de manera visible e inmediata nuestro entorno, y no solo el académico o universitario, sino también nuestro entorno social, y más concretamente el de un segmento especialmente estigmatizado como es la población reclusa».