Alimentos, y un rosario para rezar juntos
«¿Lo has pensado? Luego, puedes hacerlo. Para hacer feliz a alguien no se necesita tanto dinero. Una sonrisa, un minuto, un momento de atención, son tres regalos sencillos que solo requieren de la intención». Así relata Pablo, un joven guineano estudiante de Ingeniería de minas, su experiencia con el proyecto Nadie sin Cenar de la recién nacida Cáritas Universitaria, que la noche de Nochebuena repartió 250 cenas en las calles de Madrid.
En torno a 100 voluntarios universitarios salieron a repartir cajas de comida para las personas sin hogar que estaban en plaza de España, la calle Mayor, Jacinto Benavente, Tirso de Molina u Ópera. Este último fue el lugar que le asignaron a Teresa, estudiante de Fisioterapia: «Si hubiera tenido que elegir algún punto, este hubiera sido sin duda, ya que conozco a las personas de esta ruta, con sus historias, tristezas y alegrías».
La iniciativa Nadie sin cenar surgió en la Navidad de 2014 de la mano de Jorge, hostelero madrileño, que preparó cajas con dos platos de comida, café, sopa, pan, agua y dos piezas de fruta. El padre Jesús Zurita, capellán de la Pastoral Universitaria de Madrid, ha sido el responsable de repartirlas en Nochebuena, un complemento al proyecto Bocadillo Solidario que tiene la Pastoral todos los miércoles.
Conversación, calor y oración
Durante el reparto no solo se comparte comida, sino también conversación, calor y oración. «Además de los alimentos, les entregamos un rosario para el que quiera rezar», explica el sacerdote.
María, una estudiante de Ingeniería de software cuenta que «de todas las personas a las que repartimos comida, me impresionó un chico rumano de 18 años que vimos discutir con otros porque había invadido su zona. Se fue llorando a otro sitio y al acercarnos nos contó, entre lágrimas, que su familia le había rechazado cuando llegó a España y estaba solo, que nadie le quería. Entonces mi novio, que estaba en mi grupo, se acercó a él y le dio un abrazo. Fue un momento muy emotivo y el chico sonrió de corazón. Así, los demás nos fuimos acercando también para abrazarle y darle ánimos», relata la joven.
El recuento del final de la jornada fue «250 comidas entregadas, 150 rosarios, 100 voluntarios contentos y emocionados, dos restaurantes por limpiar y un Niño Dios en el corazón de todos», concluye el padre Zurita.