Alfonso Puras de Luis: «Que haya comida que acabe en la basura es un fallo del sistema»
A Alfonso Puras, titulado en Derecho y Ciencias Políticas, le interesa cómo la sociedad puede organizarse para dar respuesta a problemas con proyectos que se salgan de la lógica de mercado. Por eso importó de Portugal a España Refood, una organización que lucha a la vez contra el hambre y el desperdicio de alimentos. A él no le da de comer –es un voluntario más–, pero sí ayuda a medio centenar de personas en una zona humilde de Madrid. «Me motiva ver que ha sido posible sacar una herramienta para el barrio y que no necesitamos ganar dinero», afirma.
¿Qué es Refood?
Es un proyecto que busca combatir el desperdicio de alimentos al tiempo que da una salida digna a familias y personas del barrio con la mayor inmediatez posible. Consiste en recoger alimentos del excedente alimentario producido en diferentes locales del barrio madrileño de Tetuán –bares, restaurantes, tres colegios mayores, fruterías, panaderías…–. Estos alimentos están en perfectas condiciones nutricionales, pero han perdido su valor comercial. Un grupo de voluntarios los lleva a nuestro local y, desde allí, preparamos menús individuales con la mejor distribución nutricional posible –el paquete incluye un plato de comida del día, fruta, verdura y pan–. Luego los beneficiarios llegan al local y entregamos los menús. Nosotros aseguramos la trazabilidad, siguiendo la normativa europea y la poca que hay en España. No somos solo una herramienta para el barrio que apoya a personas que lo necesitan; también reducimos el impacto ambiental de todo ese desperdicio de alimentos.
¿Cómo nació?
Es una iniciativa portuguesa que surgió en 2011 y la conocí cuando hice mi Erasmus en Lisboa. Cuando volví a España, me lancé a la piscina con amigos y personas interesadas. Hasta hoy.
¿Cómo fueron los primeros pasos?
Todo lo que hemos hecho ha sido ensayo y error. Me puse en contacto con la organización en Portugal, me enviaron la información y lo adapté a la realidad de Madrid, que es más grande que Lisboa. Pero no hemos tenido las mismas facilidades que allí. La Administración le ayudó y los espacios han sido cedidos por ayuntamientos.
¿Por qué eligieron Tetuán?
Todas las personas que estábamos implicadas éramos de la zona norte de Madrid y, tras hacer una investigación, ese distrito era el más interesante y el que mayores respuestas positivas había generado. Además, algunos ya habíamos trabajado allí con bancos de alimentos u otros proyectos.
Les han cedido un local, hay negocios que donan excedentes y tienen familias beneficiarias. ¿Cómo lo han conseguido?
En el caso de los donantes, hemos ido puerta por puerta presentando el proyecto. Cuando empezamos nos decían que sí uno de cada 15, pero ahora, que tenemos respaldo en redes y presencia en el barrio, es más fácil. Nos escriben directamente. En estos momentos no tenemos más capacidad para asumir toda la oferta de alimentos que podríamos rescatar. El espacio –de 22 metros cuadrados– nos impide crecer.
¿Cuántas familias atienden a día de hoy?
Son 14 familias que suman en torno a 50 personas, a las que entregamos alimentos tres días a la semana. Para todas ellas es un apoyo importante. Les da seguridad y dignidad. Y un ahorro.
¿Cómo son los voluntarios?
La mayoría son mujeres y jóvenes en etapa universitaria. Me encantaría que hubiese más personas mayores, personas que ya están jubiladas. Va muy bien para este perfil de personas.
El Gobierno acaba de aprobar un anteproyecto de ley contra el desperdicio alimentario. ¿Qué le parece?
Es básico. Muchos establecimientos tienen la concepción de que hay que tirar el excedente por seguridad alimentaria. Es un error y creo que una ley así puede ayudar a aportar seguridad jurídica. Hay que fijar una normativa y políticas públicas que faciliten la donación del excedente alimentario a bancos de alimentos y proyectos como el nuestro. Que la comida que es producida y está en buenas condiciones acabe en la basura es un fallo del sistema.
¿Tienen todavía los negocios miedo a entregar los alimentos?
Sí. Pero con los que trabajamos hemos visto ya un cambio de mentalidad. Ahora les molesta tirar la comida a la basura, porque saben que esos alimentos tienen una salida.
¿Qué planes tienen para el futuro?
Estamos en plena expansión. No solo en Madrid, sino también en otros lugares, como Alcobendas, Valencia o Gran Canaria. Me estoy encontrando con todas las personas que nos han escrito y están interesadas en poner en marcha el proyecto en su ciudad. Tenemos todas las herramientas preparadas. Con un equipo humano, esto echa a andar solo.
¿Con qué se queda de todo este proyecto?
Lo que más me motiva de Refood es comprobar que hemos sido capaces de sacar adelante una herramienta para el barrio y que está creciendo. Es algo sencillo y no genera ningún tipo de problemas para el entorno.
Además, el proyecto se implica en otras necesidades.
Efectivamente. Hemos organizado campaña de recogida de juguetes para que los niños tuvieran regalos en Navidad o de alimentos caros –conservas, frutos secos, chocolate…– para dar a los beneficiarios una cesta.