Alegría y creatividad, en la obediencia
Alegría y creatividad, en la obediencia son las claves que dio el Papa Francisco a los religiosos, al celebrar con ellos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en el Año dedicado a ellos
¿Qué imagen tiene hoy nuestra sociedad de los religiosos? ¿Qué transmiten sobre ellos la televisión, los medios informativos o los programas educativos? Con frecuencia, se trata de una imagen de aburrimiento, de moralismo y casi siempre de tristeza. Éstos son los prejuicios que quiere despejar el Papa Francisco con el Año de la Vida Consagrada, una iniciativa a la que ha convocado a toda la Iglesia durante el año 2015.
El lunes, fiesta de la Presentación del Señor y Jornada Mundial de la Vida Consagrada, miles de religiosos de todos los continentes se congregaron con el Pontífice para celebrar, en la basílica de San Pedro, la Eucaristía en el día de su fiesta. Francisco aprovechó la oportunidad para trazar el retrato ideal del religioso y religiosa. Un retrato que gira en torno a tres palabras: alegría y creatividad, en la obediencia.
Consejos y testimonio
El Papa hablaba en primera persona del plural, pues él mismo es religioso, hijo de san Ignacio de Loyola en la Compañía de Jesús. Sus palabras, por tanto, no eran sólo consejos, sino también un testimonio personal: «Para un religioso, progresar significa abajarse en el servicio, es decir, hacer el mismo camino de Jesús», que se hizo «siervo para servir». Por este camino –prosiguió–, «los consagrados pueden alcanzar la sabiduría, que no es una actitud abstracta, sino obra y don del Espíritu Santo. Y un signo evidente de esta sabiduría es la alegría». Y «cuando estamos tristes, cuando nos quejamos, nos hará bien preguntarnos cómo estamos viviendo» el seguimiento de Jesucristo, que se hizo pequeño junto a los pequeños.
Con independencia de sus respectivos carismas, los religiosos y religiosas se consagran a Dios viviendo los votos de pobreza, castidad y obediencia. El Papa explicó el porqué: el Señor concede a los religiosos «la sabiduría, tras un largo camino de obediencia a su ley. Una obediencia que, por una parte, humilla y niega a uno mismo, pero, por otra parte, la obediencia enciende y custodia la esperanza, haciéndola creativa», porque está llena del Espíritu Santo.
Para el religioso, el camino para seguir a Jesús «adquiere la forma de la regla, que recoge el carisma del fundador, sin olvidar que la regla insustituible para todos es siempre el Evangelio».
Docilidad y obediencia
De este modo, la sabiduría del religioso procede de la «docilidad y obediencia a un fundador, docilidad y obediencia a una regla concreta, docilidad y obediencia a un superior, docilidad y obediencia a la Iglesia». Sólo desde esta actitud, y con fidelidad a las propias raíces, «es posible también replantear las reglas a los tiempos».
«El fortalecimiento y la renovación de la vida consagrada –insistió Francisco– pasan por un gran amor a la regla, y también por la capacidad de contemplar y escuchar a los mayores de la congregación». A través de este camino, «somos preservados de vivir nuestra consagración de manera light, de manera desencarnada, como si fuera una gnosis, que reduciría la vida religiosa a una caricatura, en la cual se actúa un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza, y una caridad sin trascendencia».