Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo - Alfa y Omega

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Viernes de la 1a semana de Adviento. La Inmaculada Concepción de la Virgen María / Lucas 1. 26-38

Carlos Pérez Laporta
'Anunciación'. Catedral católica ucraniana de San Josafat, en Edmonton, Alberta, Estados Unidos
Anunciación. Catedral católica ucraniana de San Josafat, en Edmonton, Alberta, Estados Unidos. Foto: CNS.

Evangelio: Lucas 1. 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo:

«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel:

«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó:

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible». María contestó:

«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

Comentario

El corazón puro de María no es un corazón frío. Su castidad no es represión. Su pureza no consiste en la retirada de su humanidad. Su alma no es pura porque se encierre en la antesala de la vida, donde no sienta nada ni nada le alcance. Su corazón no se abstiene de amar, sino todo lo contrario. La verdadera pureza de María consiste en el fuego apasionado de su amor; es la plenitud que provoca su Amado al ocupar todo su corazón, toda su mente y toda su alma: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Su corazón es íntegro porque no se desparrama, porque ama de manera total y unitaria al único Amor de su alma. Y es así desde que su cuerpo comenzó a formarse en el vientre materno, dando espacio en su interior el don pleno del Amor. Sin interrupciones. Sin distancias. Toda ella llena de la gracia de su Amor.

Por eso, también su pureza es su entrega total a su Amado: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Su «sí» es total. Toda ella es amada por Dios y por eso todo en ella es servicio amoroso. Es sierva, es esclava, con la libertad del Amor que al cautivarla la liberó: «Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío», podría haber dicho. Pues la libertad suprema es el amor: solo en el amor se realiza nuestra vida. Solo quien ama es libre; pues, sólo quien es liberado por el amor puede amar y ser libre. Solo quien se llena de gracia solo quien vive del amor divino, se libera de su pecado y se realiza en el amor.