Espléndida película que adapta la novela gráfica Pájaro blanco, escrita y dibujada en 2019 por la neoyorquina Raquel Jaramillo Palacio y que se concibe como la continuación de su anterior obra, La lección de August. Detrás de la cámara está el polifacético y magnífico director suizoalemán Marc Forster, famoso por películas como las superproducciones Guerra Mundial Z o Quantum of Solace, y por películas más personales como Monster’s ball, Descubriendo Nunca Jamás, Cometas en el cielo o la reciente El peor vecino del mundo.
El argumento parte del presente, cuando el joven Julian (Bryce Gheisar) —que ha sido expulsado de su colegio por maltratar a su compañero Auggie— recibe la visita de su abuela Sara (Helen Mirren), que ha venido desde París para inaugurar una exposición retrospectiva de su obra pictórica. La abuela quiere que su nieto reconozca el mal que ha hecho y deje de ser un maltratador. Para ello decide contarle un gran secreto del que no le gusta hablar: su peripecia personal como chica judía durante la Segunda Guerra Mundial en la Francia ocupada. A partir de ahí se nos introduce por medio de flashbacks en la verdadera trama de la película, protagonizada por una Sara adolescente (Ariella Glaser), que pasó la guerra escondida en un granero y protegida por el joven Julien (Orlando Schwerdt), un compañero de colegio, donde él es víctima de bullying por su grave cojera.
Julian, el nieto de Sara, es el personaje que hace de maltratador en la novela La lección de August. Y esta secuela, que podría llamarse La lección de Julian, nos cuenta su arco de transformación desde el lado oscuro al descubrimiento de la bondad humana. Esto, quizá, es lo más esquemático y previsible del argumento. Pero la historia de Sara, aunque se parece a otras muchas películas sobre el Holocausto, está llena de fuerza narrativa y dramática. Aunque se puede decir que, en cierto modo, esta es la enésima cita sobre judíos y héroes en la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que agarra al espectador, le emociona e incluso le reconcilia con el género humano.
Alas blancas quiere exaltar lo más noble del ser humano: su bondad, su capacidad de sacrificio por los demás, y, sobre todo, su disponibilidad al amor como lo único realmente valioso en un mundo de guerras, intolerancia y crueldad. En la entrevista que la novelista concedió a la revista Educación 3.0 con motivo de la aparición de su novela, declaró: «Para mí, la capacidad de bondad es lo que nos une a todos como seres humanos».
Marc Forster, director veterano y curtido, consigue alejarse de planteamientos melodramáticos empalagosos, además de crear brillantemente momentos de suspense llenos de tensión. Quizá sobran algunos momentos mágicos, como la aparición de los lobos; pero otros, como las ensoñaciones cinematográficas y los homenajes a Chaplin —cargados de simbolismo— son sencillamente estupendos. La película también subraya lo que hicieron muchos católicos, sacerdotes incluidos, por salvar a los judíos. Una estupenda película familiar, si excluimos a los más pequeños.
Marc Forster
Estados Unidos
2024
Drama
+12 años