África tiene futuro. Y está en manos de los africanos
África tiene futuro. Con una población eminentemente joven y un suelo rico en minerales y recursos naturales, tiene naciones que han aumentado, estos últimos años, en un 14 % su crecimiento económico. Además, la Iglesia madura en la fe, situándose como el segundo continente en número de cristianos, y con un aumento significativo en vocaciones. Este 25 de mayo de 2013, Día de África, celebramos los 50 años del inicio de la Organización para la Unión Africana (OUA), haciendo un repaso a los logros, fracasos y retos que quedan por delante
Florece la fe en el continente africano. Ayudado por el Concilio Vaticano II y dos Sínodos –1994 y 2009, que han recordado a la Iglesia en África que es «familia de Dios», y «servidora de la reconciliación, la justicia y la paz»–, el continente se sitúa en el segundo puesto en número de cristianos, y creciendo. Afirmación que queda patente tras conocer los últimos datos del Anuario Pontificio de 2013, recientemente presentados en Roma, que muestran cómo el número de católicos ha aumentado en África en un 4,3 %.
«Lo más importante es que la Iglesia misionera ha dado paso a la local», afirma Lázaro Bustince, Padre Blanco y director de la Fundación Sur; «esto se ve en el número de obispos africanos, que se han incrementado en un 1 %. Por ejemplo, en Uganda –donde el padre Lázaro ha vivido durante 45 años–, de 22 obispos, 20 son ugandeses». También los sacerdotes y religiosos han aumentado, concretamente en un 39,5 % y un 18,5 %, respectivamente. Y las religiosas, que, mientras en Europa, Oceanía y América han disminuido notoriamente, en África han aumentado un 28 %. Eso sin contar con la imponente acción pastoral, catequética y sacramental, con «la gran capacidad instalada de servicio a la sociedad en hospitales, clínicas, colegios, escuelas, universidades, cooperativas, comisiones de Justicia y Paz, emisoras de radio… y un sinfín de iniciativas a favor de la población, en general, y especialmente de los más pobres, a los que los Estados no siempre logran llegar», recuerda el padre Antonio Villarino, misionero comboniano y ex director de Mundo Negro, en el número especial que la revista ha publicado, con motivo del Día de África y del 50 aniversario de la Carta fundacional de la Organización para la Unidad Africana (OUA). «Lo que estos números transmiten es que la Iglesia en África, que creció en los difíciles tiempos del injusto colonialismo, pero que se mantuvo fuerte gracias al trabajo incansable y heroico de los misioneros, es ahora una Iglesia del Concilio Vaticano II, donde lo que cuenta son las personas»: así lo escribe el cardenal Peter Turkson, ghanés y presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, en Mundo Negro.
Desafíos para la Iglesia
«Los números no lo son todo, pero son un indicativo de que las comunidades van creciendo», explica el padre Jaime Calvera, misionero comboniano que estrena puesto de director de Mundo Negro. Durante sus años de trabajo en Sudáfrica, el padre Jaime recuerda cómo, de 30 niños en catequesis, pasaron, en menos de un lustro, a ser cerca de 150. «Ahora, toca cuidar la maduración y el fortalecimiento de estos números, algo que se apuntó claramente en los últimos Sínodos», añade.
¡África, levántate!, pedía el Mensaje final del Sínodo de 2009. ¿Se ha levantado? «Lentamente, pero sí lo hace. Más en algunas naciones –como Kenia o Tanzania– que en otras, porque hay circunstancias importantes que interrumpen este proceso, como es el caso de Centroáfrica, donde se han saqueado las misiones y destruido iglesias… Es muy difícil así pensar en la formación de los laicos, o la maduración de las comunidades», reconoce el padre Calvera; «pero, en general, se va avanzando: no hay más que vivir una celebración, disfrutar de la fuerza de la liturgia, para darse cuenta de que hay mucha vitalidad».
Otro de los grandes retos para la Iglesia en África es «educar las conciencias y el respeto al bien común de todos, de modo que se puedan superar los males que han afligido a muchos países en las pasadas décadas: violencia, corrupción, pobreza extrema…», añade el padre Villarino.
50 años de la fundación de la OUA
La Iglesia no es la única que busca herramientas para superar estos males. El 25 de mayo de 1963, en medio de las incertidumbres de la descolonización, una treintena de países africanos firmaban en Etiopía la Carta fundacional de la Organización para la Unidad Africana (OUA), un organismo que tenía como objetivo ayudar a los países africanos a alcanzar la independencia, reforzar la unidad entre los Estados para ofrecer mejores condiciones de vida a los pueblos africanos, y favorecer la cooperación internacional. Sin esta Carta, diría el anfitrión Haile Selassie, «no logramos tomar nuestras responsabilidades y habremos faltado a nuestros compromisos con África y con nuestro pueblo».
Gracias a la OUA, reconvertida en 2002 en la Unión Africana (UA) –con mayor poder político–, 50 años después se han conseguido algunos logros. Los más evidentes, según don José Luis Cortés López, profesor de Historia y africanista –en el número especial de Mundo Negro–, «fueron la derrota del apartheid sudafricano y la descolonización total del continente». Pero el gran fracaso, escribe en el especial Mike Pothier, asesor para temas políticos de la Conferencia de Obispos Católicos de Sudáfrica (SACBC), «ha sido el intento de hacer la transición hacia una unidad económica. Esta falta de visión en toda África para las relaciones comerciales, para el intercambio de recursos y para el apoyo económico mutuo, es uno de los factores que han frenado el desarrollo económico del continente y mantienen pobre a su población». Eso, sin considerar la «dependencia de las industrias extractivas, las deficientes infraestructuras, la corrupción generalizada, la mala administración y la creciente participación de China», añade Pothier. Como se preguntó el guineano Diallo Telli, el primer secretario general de la OUA: «¿Se convertirá la UA en una formidable máquina para organizar conferencias?».
Retos para el continente
África es un continente en auge. Pero «que haya más capital no significa que se beneficie a la mayoría de la población. De hecho, la pobreza aumenta, y la disparidad entre ricos y pobres también», recalca el padre Lázaro Bustince. El mayor reto al que se enfrentan es «que los gobernantes estén a la altura de su misión, que es trabajar por y para la sociedad». Para el padre Jaime Calvera, «riqueza y corrupción van cogidas de la mano. Cuantos más recursos naturales tenga el país, más alto nivel de corrupción habrá entre los dirigentes».
Y Bustince, que da un paso más, afirma que, con más formación y organización, «los africanos podrán tener una mayor participación en la sociedad civil y pedir integridad a los Gobiernos». Para lograr ese desarrollo integral y sostenible de la sociedad, hace falta educar a las personas, continúa el director de la Fundación Sur; «es necesaria una educación integral, cívica y ética, que fomentará que los líderes trabajen por el bien común y pongan al ser humano como el centro de la economía, y no al revés».
Sobre la educación, el padre Calvera insiste en los esfuerzos que la Iglesia hace para dar a los jóvenes las herramientas necesarias para ser el presente y el futuro de su país. Y eso que la OUA incluía en su Carta fundacional la creación de una Comisión de Educación, pero en el año 2000, tras las políticas de ajustes del FMI y el Banco Mundial, los países africanos limitaron sus gastos públicos, e incidieron directamente en el sector de la educación, «en particular en la dotación de material pedagógico, infraestructuras y contratación de profesores. Y es que, presionados por las instituciones financieras internacionales, los Gobiernos priorizaron el reembolso de la deuda externa, mientras en las aulas los estudiantes aumentaban sin cesar», explica Jean-Arsene Yao, marfileño e historiador.
Para el padre Calvera, el gran talón de Aquiles del continente es «el proceso de maduración democrática en el que está absorto». Cierto es que hay países que tienen establecidos regímenes democráticos, «en los que se han mejorado la calidad de las regulaciones económicas, la seguridad jurídica y la lucha contra la corrupción», según explica, en Mundo Negro, el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, don Carlos Sebastián. Pero, en la mayoría de los países africanos, el nivel de corrupción es muy alto, la Administración es ineficiente, y «las poblaciones todavía no están preparadas para hacer frente a todos los intereses económicos externos, que estropean estos procesos democráticos. Pero, a día de hoy, es muy difícil ser africano y coger las riendas de tu nación, cuando los vecinos de fuera te presionan y expolian», subraya Calvera.
«Seguimos teniendo un reto muy grande por delante», añade doña Sonsoles Fernández Iriondo, Coordinadora del Departamento de África en Manos Unidas. «Lo que hace falta es fortalecer las instituciones, la democracia, la gobernabilidad…, ésta es la única vía por la que se puede conseguir que el avance y el desarrollo se consoliden. Todo esto pasa por la formación, y por dar a la gente las herramientas que no tienen».
África tiene futuro
Pero África tiene futuro, y está fundamentalmente en manos de los africanos. «Es un continente muy joven: algo más del 40 % de sus habitantes tienen menos de 15 años» y, además, «se está gestando una clase media, compuesta principalmente por jóvenes profesionales, comerciantes y pequeños empresarios, que pueden convertirse en el motor de la transformación social y económica del continente», recalca don Gerardo González Calvo, ex redactor jefe de Mundo Negro, en el número especial.
También en este número, Elisa Kidané, misionera comboniana eritrea, recalca el papel «fundamental en la familia, la sociedad, la política y la economía» de la mujer africana, a la que califica como la resistencia cotidiana. «Ellas saben que no pueden bajar la guardia, no pueden delegar en otros, a no ser que consientan la muerte del continente. Saben que, de ellas, depende la vida o la muerte de su propia gente. Por eso, todas las mañanas inician su jornada con la cabeza bien alta, sabiendo que la Historia se teje con el trabajo de cada día». Para ellas, y para el futuro de la nación, la UA inició, en 2010, una década de objetivos a conseguir, entre los que destacan la lucha contra la pobreza y la proyección de su capacidad emprendedora, reducir la mortalidad materna y el VIH, promover el acceso a la tecnología, combatir la violencia contra ellas, fortalecer su papel en la política y aumentar su poder de decisión.