África sigue esperando sus vacunas
La iniciativa COVAX, coliderada por la ONU, pretende hacer llegar 1.300 millones de dosis a los países más pobres a lo largo del año. Pero no será fácil
De los 64 millones de vacunas frente a la COVID-19 administradas ya en todo el mundo, 38,7 corresponden a Norteamérica y Europa y 15 a China. En contraste, según el portal estadístico Our World in Data, en Iberoamérica han sido solo 0,8 millones, y en África, 18.000. Evitar esta desigualdad ha sido desde el principio una prioridad en la que el Papa Francisco ha insistido a tiempo y a destiempo. La comunidad internacional ha dado algunos pasos para ello, como la puesta en marcha de COVAX, una alianza de 190 países liderada por la OMS y dos entidades público-privadas: la Alianza para la Vacunación y la Coalición para la Innovación y Preparación para las Epidemias.
El objetivo de este proyecto, explica a Alfa y Omega Lorena Cobas, responsable de Emergencias de UNICEF en España, es doble. En primer lugar, «que los países no quedaran empequeñecidos frente a los grandes compradores» como Estados Unidos o la Unión Europea, «y pudieran negociar en términos mucho más igualitarios». La meta es distribuir entre ellos, a lo largo de 2021, 2.000 millones de dosis de vacunas, destinadas al 20 % más vulnerable de su población: trabajadores sanitarios y sociales, ancianos o con otros factores de riesgo.
De esas dosis, 1.300 se destinarán a los 92 países participantes que no pueden asumir su coste. Para ellos se ha instituido, dentro de COVAX, el Compromiso de Mercado Avanzado (AMC por sus siglas en inglés). Se financiará con 5.280 millones de euros aportados por los participantes más ricos. Para cubrir los que faltan hasta los 5.760 necesarios, se cuenta con donaciones en especie. Muchos estados están haciendo compras anticipadas mayores de lo que necesitan para garantizarse el suministro. «No es que den las que les sobren», aclara Cobas, sino que se comprometen a que las farmacéuticas entreguen al AMC parte de las dosis adquiridas.
A Unicef, al ser el mayor proveedor de vacunas a nivel global (cada año distribuye 2.000 millones), se le ha encargado su licitación, compra y transporte para los países del AMC, salvo en América Latina, donde lo hará la Organización Panamericana de la Salud. «Como cada vacuna tiene distintos requisitos» para su transporte y mantenimiento y también los países tienen distintas realidades, la OMS asignará a cada uno el número de dosis y las marcas. Estas irán directamente de la fábrica a los países, donde se espera que empiecen a llegar a finales de febrero o principios de marzo. A partir de ahí, «la distribución es cosa de los estados», subraya Cobas.
Desafíos sobre el terreno
Con todo, «nosotros no desapareceremos», matiza. Si para los países del norte la vacunación «está siendo un reto, mucho más complicado es en lugares con unos sistemas de salud muy débiles o prácticamente inexistentes». Por eso, aunque no sea estrictamente su rol, «vamos a seguir cubriendo» a los gobiernos, y también «estamos vigilantes por si hay desvíos» a causa de la corrupción. De momento, están apoyando la fase de autoevaluación en cada lugar.
También se han hecho ya con mil millones de jeringuillas. Y «hay que saber dónde reforzar la cadena del frío y de suministros», asegurarse de que los sanitarios están formados y prever otras barreras. Por ejemplo geográficas, pues buena parte de la población vive lejos de centros de salud, o en zonas de conflicto. Si para superar esto se hacen convocatorias masivas, surge la dificultad añadida de poner a tiempo la segunda dosis.
Frenta a tantos desafíos, de momento no hay muchas respuestas. En la mayoría de países en los que está presente la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en África (Sierra Leona, Liberia, Ghana, Camerún, Kenia, Zambia o Mozambique), explica su superior en el continente, Bartholomew Kamara, aún esperan indicaciones de los gobiernos. En el hospital de Monkole, en República Democrática del Congo, tampoco hay noticias sobre la estrategia que seguir, a pesar de ser centro de referencia COVID-19 de su zona, añade Candelas Varela, directora de su escuela de enfermería. Y en el Instituto de Misión Médica de Würzburg (MIW por sus siglas en alemán), Sabine Gies solo tiene noticia de dos países en los que «se han establecido comités nacionales»: Burkina Faso y Senegal.
Multilateralismo a prueba
No es, ni mucho menos, el único obstáculo para cumplir los objetivos. Desde esta misma entidad católica especializada en atención sanitaria en países en desarrollo, Tilman Rüppel pone en duda incluso que COVAX (que «todavía no tiene una financiación adecuada») vaya a recibir sus 2.000 millones de dosis, pues «más de la mitad» corresponden a vacunas «aún en desarrollo». Las dificultades del mercado se han «exacerbado por muchos acuerdos bilaterales» entre los productores y los países ricos.
El miedo a que esta situación se perpetuara y a quedarse sin vacunas ha llevado a otros, «como Brasil, India y la Unión Africana, a firmar sus propios acuerdos directos con los fabricantes». Para poder financiar sus vacunas fuera de COVAX, añade el doctor Klemens Ochel, también del MIW, «el Centro de Control de Enfermedades de África ha iniciado una cooperación con grandes financieras privadas»; una solución «que no es eficiente porque beneficia primero a los bancos y luego a los fabricantes». Todo ello debilita las iniciativas multilaterales.
Por eso, aunque consideran que la puesta en marcha de COVAX es «un paso en la buena dirección», desde el MIW reivindican el cese de los acuerdos bilaterales, la suspensión temporal de las patentes, que se amplíe la financiación y que se fortalezca y dé más respaldo político a la OMS y a todas las iniciativas multilaterales contra la pandemia, y también «fortalecer de forma integral los sistemas sanitarios».
La Iglesia, clave
Mirando para casa, a las entidades sanitarias de la Iglesia, Ochel reconoce que «falta mucho por hacer para comunicarles conocimiento basado en hechos», ya que «parecen estar aún poco informadas» y son reticentes a la vacuna debido a los «muchos mitos que circulan» sobre la misma. Dado el papel clave que juegan en los sistemas de salud de buena parte de estos países (en República Democrática del Congo casi la mitad de los centros básicos son confesionales), «tienen que prepararse para asumir una parte responsable en los programas de vacunación oficiales». Desde Unicef, Cobas las considera fundamentales. «Normalmente trabajamos con las congregaciones religiosas porque son quienes tienen la confianza de la población». Y, además, «la única forma de llevar adelante el desarrollo en estos países es que lo hagamos juntos».