África, de misionada a misionera. El Papa pide católicos bien formados
Benedicto XVI considera que África puede convertirse en el continente de la esperanza y así lo explicó el 19 de marzo en Yaundé, la capital de Camerún, en el momento más simbólico de su primera Visita apostólica a África: la celebración eucarística en la que promulgó el documento de trabajo (Instrumentum laboris) del segundo Sínodo de los Obispos de África, que se celebrará en octubre, en Roma. Para hacer frente a los grandes retos que tiene la Iglesia en este continente, sin embargo, Benedicto XVI advirtió de que es necesaria «una sólida formación cristiana» entre el laicado «que anime el orden temporal»
«¡Firmes en la esperanza contra toda esperanza: ¿no es una definición magnífica del cristiano?», se preguntó el Papa en el estadio Amadou Ahidjo. «África está llamada a la esperanza a través de vosotros y en vosotros. Con Cristo Jesús, que pisó el suelo africano, África puede transformarse en el continente de la esperanza», dijo a las 50.000 personas que le acogieron con una auténtica fiesta de fe, en el día de su santo.
Las estadísticas dan razón al optimismo del Papa sobre África, al menos si se analiza la evolución del catolicismo en África. Según las previsiones, en 2050, tres países africanos estarán en el elenco de los diez primeros países con el mayor número de católicos en el mundo: la República Democrática del Congo (con 97 millones de católicos), Uganda (con 56 millones) y Nigeria (con 47 millones).
Benedicto XVI denunció en Angola, al ser recibido el 20 de marzo por las autoridades del país, que el aborto es la supresión de una persona, motivo por el cual no puede ser disfrazado de instrumento de salud reproductiva. «¡Qué amarga es la ironía de aquellos que promueven el aborto como una atención de la salud materna!», subrayó. «¡Qué desconcertante resulta la tesis de aquellos para quienes la supresión de la vida sería una cuestión de salud reproductiva!», señaló, citando el Protocolo de Maputo, sobre los Derechos de la Mujer en África (art. 14), que en este punto ha sido muy criticado por la Iglesia. Por otra parte, el Papa afirmó que «la Iglesia se encontrará siempre, por voluntad de su divino Fundador, cerca de los más pobres de este continente. Puedo aseguraros que, a través de las iniciativas diocesanas y de innumerables obras educativas, sanitarias y sociales de diversas congregaciones religiosas, seguirá haciendo todo lo posible para ayudar a las familias —incluidas las afectadas por los trágicos efectos del sida— y promover la igualdad de dignidad de mujeres y hombres, sobre la base de una armónica complementariedad», concluyó.
Formación, la clave
Pero estos números podrían quedarse en meras palabras ante el avance de las sectas o del relativismo que lleva al agnosticismo, si la Iglesia no ofrece una auténtica formación a sus hijos, como advirtió el 18 de marzo a los obispos de Camerún. «El desarrollo de las sectas y movimientos esotéricos, así como la creciente influencia de una religiosidad supersticiosa y del relativismo, son una invitación apremiante a dar un renovado impulso a la formación de jóvenes y adultos, especialmente en el ámbito universitario e intelectual», aseguró el Santo Padre.
Por este motivo, el Papa alentó los esfuerzos de todas las instituciones eclesiásticas cuya misión es hacer accesible y comprensible a todos la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Se trata, en pocas palabras, de ofrecer a los bautizados «una sólida formación cristiana que les permita desarrollar plenamente su papel de animación cristiana del orden temporal (político, cultural, económico, social), que es compromiso característico de la vocación secular del laicado».

En especial, ante la violencia que desangra África, inspirándose en palabras del difunto cardenal beninés Bernardin Gantin, el Papa consideró que los cristianos de este continente deben desarrollar una teología de la fraternidad, como respuesta al clamor apremiante de los pobres y de los más pequeños: «La Iglesia-Familia de Dios que vive en África, ha hecho una opción preferencial por los pobres desde la primera Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, que convocó Juan Pablo II en 1994. Manifiesta así que la situación de deshumanización y de opresión que aflige a los pueblos africanos no es irreversible; por el contrario, pone a cada uno ante a un desafío, el de la conversión, la santidad y la integridad».
Cristo despeja los temores
En definitiva, el Papa considera que la Iglesia en África será esperanza para la Iglesia si pasa a ser de misionada a misionera. Y lo explicó, por ejemplo, al afrontar el miedo que todavía hoy sigue despertando en millones de africanos las creencias en brujerías. En la misa que presidió el 21 de marzo en Luanda, recordó a los cristianos que su principal misión consiste en «llevar a Cristo resucitado a vuestros compatriotas», siendo conscientes de que «muchos de ellos viven temerosos de los espíritus, de los poderes nefastos de los que creen estar amenazados; desorientados, llegan a condenar a niños de la calle y también a los más ancianos, porque, según dicen, son brujos».

El Papa planteó los interrogantes que muchas personas presentan a la misión evangelizadora de la Iglesia, sobre todo cuando se trata de países africanos: ¿Porqué no los dejamos en paz? Ellos tienen su verdad; nosotros, la nuestra. Intentemos convivir pacíficamente, dejando a cada uno como es, para que realice del mejor modo su autenticidad. Benedicto XVI respondió a estas objeciones, explicando que, «si nosotros estamos convencidos y tenemos la experiencia de que sin Cristo la vida es incompleta, le falta una realidad, que es la realidad fundamental, debemos también estar convencidos de que no hacemos ninguna injusticia a nadie si les mostramos a Cristo y le ofrecemos la posibilidad de encontrar también, de este modo, su verdadera autenticidad, la alegría de haber encontrado la vida. Es más, debemos hacerlo, es nuestra obligación ofrecer a todos esta posibilidad de alcanzar la vida eterna».
La Iglesia en África tiene una de las citas más importantes de su historia en el Vaticano, el próximo mes de octubre, con motivo de su segundo Sínodo de los Obispos de África. De su desarrollo y desenlace depende, en buena parte, el futuro del cristianismo en lo que queda de siglo XXI.
La visita de Benedicto XVI a Camerún, país en el que el 20 % de sus más de 18 millones de habitantes es musulmán, ha servido para comprender mejor cuáles son los puntos de diálogo que el Papa está individuando junto a intelectuales islámicos, con quienes ha mantenido encuentros tras el discurso de Ratisbona. Para el Papa, toda religión, y por tanto la cristiana y la musulmana, tienen necesidad de la razón, pues de lo contrario corren constantemente el peligro de caer en la tentación de la violencia y el totalitarismo religiosos. Al recibir, el 19 de marzo, a los representantes de las comunidades musulmanas de Camerún en la Nunciatura Apostólica, el Santo Padre afirmó que «una tarea particularmente urgente de la religión es la de manifestar el gran potencial de la razón humana, que es en sí misma un don de Dios y que se eleva mediante la Revelación y la fe. Si los hombres y las mujeres dejan que el orden magnífico del mundo y el esplendor de la dignidad humana ilumine sus mentes, pueden descubrir que lo que es razonable va mucho más allá de lo que puede calcular la matemática, de lo que puede deducir la lógica, y de lo que pueden demostrar los experimentos científicos». Lo razonable, aclaró, «incluye también la bondad y la atracción intrínseca de una vida honesta y según la ética, que se nos manifiesta con el mismo lenguaje de la creación».
Esta visión de la religión —aseguró el Papa— «rechaza todas las formas de violencia y de totalitarismo: no sólo por principios de fe, sino también en virtud de la recta razón». Es más: «En realidad, religión y razón se refuerzan mutuamente, pues por una parte la religión es purificada y estructurada por la razón y, por otra, todo el potencial de la razón es liberado mediante la Revelación y la fe», afirmó.