Aforo completo para acompañar al Señor
Templos y calles se llenan de fieles en Semana Santa tras dos años de restricciones. «Cristo nos da nueva vida para que se la entreguemos a los hombres», aseguró el cardenal Osoro
«Lo siento, no cabe nadie más». Minutos antes de que arrancara la Santa Misa de la Cena del Señor en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, el vigilante de seguridad tuvo que cortar así la entrada de fieles para no sobrepasar el aforo máximo permitido. Recuperada la normalidad litúrgica por la mejora de la situación sanitaria, los fieles madrileños –y muchos turistas– llenaron las iglesias esta Semana Santa, igual que abarrotaron las calles a las que volvieron las procesiones dos años después.
Tanto en el principal templo de la diócesis como en la cárcel de Soto del Real, el Jueves Santo el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, subrayó el amor «hasta el extremo» de Jesús y, como hizo en su cuenta de Twitter, agradeció «el regalo de la Eucaristía, que nos lanza al mundo siendo Tú en nosotros». Además, al recuperar el gesto del lavatorio de los pies, incidió en que «Jesús está arrodillado ante cada uno», «toca nuestras fragilidades, toca nuestros pecados», y nos dice: «Tu vida es valiosa y yo la amo. Yo os quiero, y quiero contar con vosotros para que regaléis a este mundo el amor que le falta».
En línea con su el pregón de las Siete Palabras en la basílica de Jesús de Medinaceli en la mañana del Viernes Santo, en la conocida red social alentó también a contemplar a Jesús en la cruz, a experimentar «el gran amor de Dios al hombre», y a detenerse en ese «gran silencio» que «envuelve la tierra». El Sábado Santo, junto a Cristo yacente permaneció su Madre, que también lo acompañó en las calles de Madrid con el paso de Nuestra Señora de la Soledad.
El mismo sábado la catedral de la Almudena permaneció cerrada, como tantas parroquias de la diócesis, hasta la noche, cuando abrió sus puertas para los numerosísimos fieles que querían participar en la Vigilia Pascual. «Cristo, Ayer y Hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega, suyo es el tiempo y la eternidad», iba pronunciando el cardenal Osoro mientras marcaba el cirio pascual. «Que la luz de Cristo que resucita glorioso disipe las tinieblas del corazón y del espíritu», leyó, al tiempo que lo encendía con el fuego nuevo y antes de que, de esa primera llama, se fueran iluminando centenares de velas.
Ya en su homilía el purpurado destacó que «el Señor con su Resurrección nos invita a que no permanezcamos prisioneros del pasado». «Lo nuevo ha comenzado. ¡Cristo vive! ¡Cristo ha resucitado! Cristo nos da nueva vida para que se la entreguemos a los hombres», detalló animando a llevar la Resurrección «a la vida cotidiana, a nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, con obras de paz, con obras de reconciliación, con obras de compasión, con obras de amor…».
Ahora que el mundo «está en lucha», cuando se producen tantas «situaciones de injusticia», el arzobispo de Madrid insistió en que «es importante que empeñemos nuestra vida en regalar la paz de Jesucristo Nuestro Señor», y trasladó de forma especial esta petición a los siete adultos que recibieron el Bautismo minutos después.
El Viernes Santo, uno de los capellanes del CIE, el delegado de Movilidad Humana, Rufino García, y el voluntario Tomás Ludeña, celebraron un vía crucis con internos. Les hablaron de «la cercanía de un Dios crucificado que los bendecía, los abrazaba y les ofrecía la esperanza y el sueño de un futuro mejor».