Adiós, mi amor - Alfa y Omega

Adiós, mi amor

Cristina Sánchez Aguilar
Escena de 'André y Dorine'
Foto: Kulunka Teatro.

Entramos en el salón de una casa por la que no ha pasado el tiempo: decenas de fotografías en las paredes, una vieja máquina de escribir y un violonchelo esperan anhelantes a sus dueños. Llega André, anciano escritor que lleva años tecleando sin parar palabras que cuentan historias. Detrás aparece Dorine, la eterna violonchelista que recrea atmósferas con sus cuerdas.

Seguro que se aman mucho, piensas al verlos. Pero la rutina, los días raros, el tiempo que envejece, ha hecho que esas teclas que otros días fueron admiración hoy se conviertan en ruido estridente y ensordecedor. Igual al revés: la soñadora Dorine, que en otras vidas hacía volar a su marido, hoy despierta su incomprensión. Hasta que la enfermedad irrumpe en sus horas: el alzhéimer devora a Dorine, despacio. Y ahí se produce la magia: es paradójico que una enfermedad devastadora les permita redescubrirse mutuamente. No se piensen que no van a sufrir. El guion es muy fiel a la crueldad de la enfermedad del olvido. Seguro que, quienes han tenido cerca a este devorador de la memoria, se verán reflejados en el anciano André y en el hijo de ambos, a quien su madre no reconoce, de quien huye.

Pero no se agobien con la tristeza. También tendrá carcajada, perfectamente encajada en la dramaturgia para que uno disfrute y pase de la risa al llanto y viceversa con una facilidad pasmosa. Porque Quien nos cuida desde lo alto no da puntada sin hilo, y como sabrán, o intuirán, nada ocurre por casualidad. La enfermedad de Dorine lleva a la pareja a recordarse, a recordar su amor. André decide regalarle sus palabras. Y a través del cuento de sus vidas, la pareja comienza a recorrer fotografías, a verse en la juventud, en el primer beso, en el nacimiento de su pequeño, en lo que les enamoró, en lo que compartieron… En la vida que un día decidieron vivir juntos. No les cuento más. No habrán salido nunca tan vivos de una sala de teatro. Y sin mediar palabra.

Kulunka Teatro, compañía creada en 2010 por José Dault y Garbiñe Insausti, se inspiró para recrear el guion de la obra en la historia del filósofo austríaco André Gorz y su mujer Dorine, que sufría una enfermedad degenerativa. Gorz, nacido en 1923, en su último libro, dedicado a ella, decía: «Si tuviésemos una segunda vida, nos gustaría vivirla juntos». 

Otro gran atractivo del montaje son las expresivas máscaras, inspiradas en la Familie Flöz, una compañía alemana que utiliza máscaras de grandes rasgos y llenas de vida. 

Vayan hoy mismo a verla. Solo tres días de este tesoro en el Teatro Español de Madrid.