Acompañar en todas las situaciones de la vida
Los procesos de acompañamiento personal y grupal son una de las propuestas pastorales sobre las que más ha incidido el Papa Francisco desde que accedió al Pontificado, a través de la Evangelii gaudium y de los sínodos celebrados. Propuestas que también van a tener un gran peso en la renovación de la pastoral seglar que la Iglesia afronta en nuestro país
El acompañamiento es tendencia en la Iglesia en la actualidad. No quiere decir que no haya existido hasta ahora —de hecho, hay una rica y amplia tradición—, sino que en los últimos años se ha puesto el acento sobre esta cuestión, que busca el crecimiento y la maduración en la fe. El punto de inflexión lo marcó el Papa Francisco en su exhortación Evangelii gaudium, considerado el documento programático del pontificado, donde afirma que, en la civilización del anonimato, «la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro». Continúa afirmando que «la Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este arte del acompañamiento». Y da una clave de cómo se debe hacer: «Sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia».
Estas palabras se han puesto de manifiesto en los sínodos celebrados hasta el momento, sobre todo en los dos de la familia y en el de los jóvenes, donde el acompañamiento se hace fundamental para la vida de los matrimonios y también para la de los jóvenes, que viven un momento de vital importancia, sobre todo, en lo que a discernimiento vocacional se refiere.
Por todo ello, el acompañamiento será uno de los cuatro ejes que estructura el Congreso de Laicos Pueblo de Dios en Salida, que se celebrará del 14 al 16 de febrero en Madrid. Un acompañamiento que, según los organizadores del citado evento, es «expresión del ser comunitario de la Iglesia», se ejerce «en todas las situaciones e instancias de la vida» y se puede ejercitar «de forma ambiental, grupal y personal». Algunas de ellas, lideradas por laicos y que ya son una realidad en nuestro país, quieren servir de acicate y de modelo para nuevas experiencias.
Escuela de acompañantes
Para la Acción Católica General, el acompañamiento de los grupos y las personas que utilizan su metodología es primordial. Y, por ello, promueve desde hace algunos años una Escuela de acompañantes. «Se trata de dotar de herramientas y prácticas a las personas que se sienten llamadas a acompañar», explica Eva Fernández Mateo, presidenta de Acción Católica General. Este itinerario formativo tiene dos niveles: un primero para personas que empiezan en este campo y un segundo, más específico, que profundiza en elementos como la revisión de vida, cómo utilizar el proyecto personal de vida cristiana o cómo crear escuelas de acompañantes en las diócesis.
Preseminario MIES
El preseminario de acompañamiento de la Asociación de Fieles Misioneros de la Esperanza (MIES) bebe del proyecto RUAJ de las vedrunas, también sobre acompañamiento. Es una propuesta formativa que se centra en el acompañamiento a la infancia y la juventud. Sonia Guevara y Juan Emilio Luque son matrimonio y animadores de este preseminario. Ambos ofrecen algunas claves de cómo debe ser este acompañamiento: «Lo primero es la cercanía; caminar juntos, como los discípulos de Emaús. En este sentido, la escucha es muy importante, porque no se trata de solucionar problemas o de dar consejos y recetas, sino de ir al lado de la persona mientras descubre qué es lo que quiere hacer con su vida».
JOC: Evangelio en barrios pobres
Los militantes de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) está implicados en la vida de los jóvenes descartados de nuestra sociedad, fundamentalmente en barrios desfavorecidos, donde la vida es precaria. Es en este contexto donde los militantes cristianos hacen «de puente» entre esos chicos y la Iglesia, según afirma Raquel Lara, secretaria general de la JOC.
A través de una invitación a un campamento, a participar en una escuela deportiva, acompañan procesos de reconstrucción de la persona, de modo que, tiempo después, puedan hacerse la pregunta sobre la fe y descubrir su vocación y misión en el mundo. «En muchas ocasiones, somos el único Evangelio que van a ver», añade. David, del barrio de las Margaritas de Córdoba, es ejemplo de ello. Cuando entró en contacto con la JOC con 14 años no tenía habilidades sociales y una gran dificultad para leer y escribir. Se enroló en la JOC y hoy, con 32 años, acaba de terminar Magisterio y está estudiando un máster.
Un amor que no termina
Esta frase da título a un proyecto de la Delegación de Familia y Vida de la archidiócesis de Sevilla para personas separadas y divorciadas no vueltas a casar. Se trata de que «puedan experimentar la mano cercana de la Iglesia», descubran «que Dios no les ha olvidado» y transformen esta nueva etapa «en un motivo de crecimiento en su camino de santidad». El itinerario se estructura en tres momentos: el crecimiento en la fe, con un recorrido por el Evangelio; los temas formativos sobre los diversos aspectos que pueden ser de ayuda en la vida ordinaria, y la adoración ante el Santísimo. En estos momentos, en Sevilla hay tres grupos de mujeres y uno de hombres.
Ejercicios espirituales y discapacidad intelectual
Para el movimiento Fe y Luz las personas con algún tipo de discapacidad intelectual no pueden quedar fuera de las propuestas de crecimiento espiritual. Por ello, desde hace algún tiempo organizaron una experiencia de ejercicios espirituales de san Ignacio para este colectivo. En el primero participaron más de 40 personas. El objetivo es claro: que se encuentren con Dios y descubran que nos quiere como somos. «¿Quién no está preparado para ellos?», dicen en Fe y Luz.
La experiencia de CVX
En la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) tienen una gran experiencia en acompañamiento individual, ya sea de ejercicios espirituales o de otros tipos de acompañamiento dentro de la Iglesia, como los comunitarios. Pero los miembros de esta asociación laical de espiritualidad ignaciana también caminan junto a personas en situaciones vitales complejas. Aquí entra la realidad de los migrantes —como casa Mambré de Sevilla— o la de los separados y divorciados. También la de las comunidades homosexuales, «una realidad tan desconocida y tan llena de fe; un regalo de Dios», según afirma José Antonio Suffo, que las acompaña desde hace cuatro años.