Abuso de poder. Las huellas que deja el maltrato - Alfa y Omega

Abuso de poder. Las huellas que deja el maltrato

Juan Orellana
Jamal (Shane McGhie) en un momento del juicio. Foto: Pantheon Entertainment Corporation

Jamal (Shane Paul McGhie) es un joven delincuente que entra y sale de la cárcel. Pero ahora es él quien ha presentado una denuncia: acusa a la agencia Bellcore Family Services, dedicada al acogimiento de menores, de haber hecho la vista gorda con un adolescente violador y abusador al que iban recolocando de casa en casa mientras agredía sexualmente a sus hermanos de acogida. Obviamente Jamal había sido una de sus impotentes víctimas. Y ahora quiere que se haga justicia. Le apoyan sus últimos padres de acogida, pero no han encontrado ningún abogado que se quiera hacer cargo. Así que el juez obligará al famoso letrado Michael Trainer (Matthew Modine) a asumir –a regañadientes– su defensa.

El director californiano Youssef Delara tiene un historial de películas comerciales más bien convencionales y muy variadas en las que ha explorado conflictos muy diversos. Ahora, de la mano del guionista Jay Paul Deratany, se mete en un asunto tan sugerente como lleno de aristas.

La cinta busca sacar a la luz las carencias del sistema de protección de menores en EE. UU., y más concretamente en el estado de Illinois. En Norteamérica es habitual que haya familias que se profesionalizan en los acogimientos, por los que reciben unas prestaciones económicas. Por otra parte, existen agencias intermediarias que gestionan la asignación y seguimiento de los menores en las casas de acogida. La idea no es mala, pero se puede prestar a corruptelas como la que describe el filme, inspirado en sucesos reales. Sin embargo, como buena película americana, también se pone de manifiesto la capacidad del sistema de corregir el rumbo y castigar al culpable. Resulta arriesgado el hecho de que la cinta navegue entre dos géneros: el drama social y el thriller judicial truculento, ya que lo hollywoodiense del segundo le puede restar algo de autenticidad al primero. Lo más interesante no son los ardides de Bellcore para hacer descarrilar el juicio, sino ver las huellas que un maltrato o un abuso dejan en el crecimiento personal de un adolescente, abocado a la desconfianza, al rencor violento y a la ausencia de fe en sí mismo. Pero a veces la vida ofrece un imprevisto camino de sanación.

Desde el punto de vista dramático, el guionista recurre a una bipolaridad muy socorrida en el cine, en este caso entre el abogado blanco, puntero, multimillonario y temido tiburón, y el desclasado, marginal y malencarado muchacho negro. Recordemos situaciones similares en Yo soy Sam, Aguas oscuras o, extrapolando el caso, en la española Campeones. Siempre es el personaje autosuficiente el que se acaba dejando humanizar por el más frágil, que le despierta su dormida conciencia. En esta película la diferencia entre defensor y demandante es demasiado acusada y cuesta creerse del todo el proceso de transformación del abogado. Pero los ingredientes están bien cocinados (puesta en escena, interpretación…) y el resultado funciona: la cinta entretiene e interesa. No es apta para menores.

Abuso de poder
Director:

Youssef Delara

País:

Estados Unidos

Año:

2019

Género:

Drama

Público:

+16 años