Este es el sobrecogedor debut novelístico de la periodista moldava Tatiana Tibuleac. Su historia nos llega a través de la voz rota de Aleksy, un genial pintor polaco que, a modo de terapia psiquiátrica, evoca el último verano que compartió con su madre en un pequeño pueblo francés. Recuerda cómo las vacaciones estivales pronto devinieron en una despedida premeditada. La progenitora se le confesó enferma de cáncer y, antes de morir, quería reconciliarse con él, por entonces un adolescente rebelde patológico con doble causa: el crudelísimo abandono del padre (expolio del hogar y escupitajo al niño indefenso incluidos) y el rechazo maternal durante años a raíz de la muerte traumática de la hermana pequeña.
Madre e hijo necesitan mucho más que un trámite de armisticio porque parten de una alta disfuncionalidad familiar, de una fuerte precariedad y negatividad emocional, y de sendos cuadros clínicos. La contrarreloj para construirse un puente con la más básica red de afectos comienza siendo rabiosa y turbulenta. Termina intensa pero algo más serena, dejando aflorar una dolorosa ternura: Aleksy llega a transportar a su madre colgada de su cuello «como si fuera un koala» para cumplirle el capricho de salir a pasear en barca el último día de agosto. Conmueve sobremanera la torpeza con que se mueven ambos en el terreno sentimental, arrastrando gravísimas taras de una vida sin amor. Pero, sobre todo, emociona el esfuerzo que los dos, frágiles y enfermos, ponen para hacerlo, para dejar de dañarse y pasar a cuidarse, alcanzando instantes de una belleza terrible que aflora de una forma poética, plástica, pictórica y rayando el surrealismo.
A ritmo perfecto en cada página, las diferentes escenas se van sucediendo, marcándose atmósferas tan densas que pueden masticarse, con una estructura lírica inspirada por una evolución subjetiva de los ojos maternos ante los ojos filiales: «Los ojos de mi madre eran un despropósito, eran los restos de una madre guapa, lloraban hacia adentro, eran el deseo de una ciega cumplido por el sol, eran campos de tallos rotos, eran mis historias no contadas, eran las ventanas de un submarino de esmeralda, eran conchas despuntadas en los árboles, eran cicatrices en el rostro del verano, eran brotes a la espera».
Superados los múltiples tabúes, esta es, ante todo, una novela de perdón. Perdón hacia uno mismo, perdón hacia quienes te han herido. Somos espectadores racionales de la dura maduración de Aleksy, vemos cómo se disuelve su frío desdén ante la perseverancia de la madre a quien deja de odiar a pesar de sus muchas resistencias (resulta muy curioso que haya hecho del resentimiento su zona de confort) para, dentro de sus escasas posibilidades, adoptar un rol de cuidador que roza a veces lo paternal. Estéticamente es fascinante cómo la madre, por su parte, va completando un cinematográfico proceso de espiritualización, pasando de una carnalidad rotunda a una etérea presencia en estas espléndidas páginas.
Tatiana Tibuleac
Impedimenta
2019
256
22,50 €