Estoy convencido que la inmensa mayoría de los políticos pertenecientes a las actuales formaciones políticas con representación parlamentaria –casi todos ellos partidarios del aborto y de su financiación por parte del Estado– no son personas despiadadas que quieran ni busquen la muerte anual de esos 120.000 seres humanos concebidos en el vientre de sus vulnerables madres a las que la Ley abandona a su suerte. Se trata de un fenómeno un poco más complejo y relacionado con el crucial asunto de la conciencia, palabra que proviene del latín –cum scientia– y que significa exactamente eso: con conocimiento. Es cierto que las decisiones y omisiones de nuestros gobernantes y parlamentarios llevan décadas permitiendo la muerte de cientos de miles de españoles y que dicha barbarie constituye un acto objetivamente despiadado, profundamente inmoral y que ocasiona daños de letales consecuencias al bien público.
Pero hemos de aceptar que el origen de esas decisiones u omisiones está en su desconocimiento de una verdad avalada por los hallazgos más avanzados de las ciencias genética, embriológica, antropológica y moral. Es decir, actúan al margen de la corroboración científica de la naturaleza humana del concebido y/o sin darle la relevancia ética y jurídica que se merece a este dato. Nuestros políticos deciden pues en conciencia, pero se trata de una conciencia errónea por no adecuar a la realidad de los hechos sus decisiones sobre el objetivo mal intrínseco que supone todo aborto. Que se trate de una conciencia errónea invencible o vencible es algo que deberían preguntarse ellos mismos, así cómo hasta qué punto las anteojeras ideológicas y partidistas obstruyen el uso de su capacidad para conocer y razonar.
Ahora bien, no puede estar la conciencia tan oscurecida por el error, ni tan cauterizada por la vesania ideológica y partidista, como para que el Estado destine 60 millones de euros a financiar el aborto y apenas un solo millón para apoyar a la madres vulnerables para que puedan evitar ser madres de un hijo muerto no obstante las dificultades y presiones familiares, laborables y afectivas que la impelen a que aborte. Y resulta surrealista e inhumano que aún ese raquítico millón repartido por toda España les parezca mucho al Concello de Santiago que acaba de anunciar la retirada de la escuálida subvención que venía aportando a organizaciones como Centinelas o RedMadre, que se dedican a apoyar y ayudar a miles de madres vulnerables y abandonadas de todos a lo largo y ancho del territorio español.
Queridas madres de España, lo que la clase política haga o deje de hacer en contra de vuestra dignidad como madres con derecho a serlo de hijos vivos, lo seguiremos haciendo desde la sociedad civil. Desde esta página os pedimos perdón por el egoísmo, insensibilidad e indiferencia de tantos durante tantos años. Cada vez somos más los que estamos dispuestos a no dejaros solas y llegará el día en que nuestros políticos, las instituciones y el conjunto del Estado, recuperarán la cordura y en España no volverá ninguna madre a sentirse sola ni abandonada. Ese es nuestro objetivo y la hermosa tarea de, cada vez, un mayor número de personas informadas y de buena voluntad.
Antonio Torres, presidente de RedMadre / ABC